Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Moda

Una muestra de Chanel en primavera, verano y siempre

Expandir imagen
Una muestra de Chanel en primavera, verano y siempre

Pensé en la película Jackie, donde el director chileno Pablo Larraín dirigió a Natalie Portman para encarnar el papel de la ex primera dama estadounidense, en un viaje reciente a Nueva York. El filme se enfoca en los momentos que rodearon al asesinato de John F. Kennedy, una escena que muchos estadounidenses recuerdan no solo por lo doloroso del momento, sino también por un conjunto de chaqueta, falda y sombrero pastillero rosados que llegó a convertirse en algo icónico. Yo, que no había nacido para ese entonces, vi ese desenlace casi por primera vez.

Ese traje de Chanel de lana rosada es ahora parte de la historia mundial, y no pude evitar pensar en él al ver las impresionantes piezas que la casa había lanzado para Primavera-Verano 2017 en su sección de alta costura hace unas semanas, en el Grand Palais de París, en una pasarela compuesta por espejos a lo horizontal y a lo vertical.

En el showroom neoyorquino, donde fui invitada por la marca poco tiempo después para conocer esa nueva colección, estaban presentes varias evoluciones de ese traje, tanto en tonos rosa como en otros pasteles —azul, verde, amarillo y malva—. Y claro, también estaban los sombreros pastilleros a juego.

Tiene sentido: Karl Lagerfeld se inspiró en los elementos Art Déco de la entrada de la casa Chanel, en la 31 rue Cambon de París, como una metáfora que le permitió tomar como base la estética tradicional Chanel sin calcarla para 2017.

Por eso hay una gran diferencia entre el traje de lana que usó Jackie y las piezas que salieron a la pasarela de espejos en la capital francesa: este Lagerfeld está enamorado de la cintura natural, y hasta de la zona que queda un poquito más arriba de ella —él dice que es para que las piernas se vean todavía más largas —. Cada traje llevaba un cinturón liso, de unas dos pulgadas, a juego con el tono de cada uno de los tejidos. El efecto, que marca la cintura natural sin contrastarla —después de todo es una pieza hecha en el mismo color del género— es un sutil guiño de Karl Lagerfeld a la belleza de la silueta femenina. En el caso de las piezas lisas —como, por ejemplo, una serie de vestidos crema, blanco y negro—, el diseñador utilizó esa tranquilidad cromática para resaltar el eje de la cintura con plisados verticales que llevaban la vista hacia ella.

Y hasta el mismo sombrero pastillero sigue sufriendo iteraciones: en vez de ser el rígido, sin alas, que ya conocemos, ahora parece estar fruncido dentro de sí mismo, como si no le importara cuestionar su propia elegancia —para que entiendan, cuando le preguntaron a Lagerfeld el porqué del diseño, dijo que le pareció “gracioso”—. El efecto es precioso, porque gracias a ese detalle, el sombrerito se presta para usarse con piezas cotidianas, muchísimo más informales.

Ver esas piezas en persona, poder tocarlas y ver el altísimo nivel técnico de sus terminaciones fue una de los experiencias que más atesoro de esa visita. Todavía estoy tiesa con los drapeados, y con el brillo metálico del plumaje marabú y de los canutillos plateados —todos cosidos a mano, uno a uno—de la serie de vestidos de noche en organza, tafetán, tul y encaje. Una siempre se pregunta por qué, todavía a esta altura de juego, hay tanta obsesión con la casa Chanel, y en esos detalles está la respuesta: la casa parisina diseña no solo para el icónico ayer y para las posibilidades de hoy, sino para siempre, no solo por lo atemporal de sus diseños, sino por la inimaginable calidad de la selección de sus telas y de su manufactura.

Fotos por: Emilio Mendoza y Chanel

TEMAS -