Nombres proscritos

Hay nombres que algunas personas prefieren no pronunciar. Puede ser el de una enfermedad a la que teman, o el de un ex esposo a quien no quieren mencionar, o quizás el de algún lugar que les trae malos recuerdos. No sólo personas los evitan, sin embargo, pues hay empresas en el mundo que prefieren no referirse a un competidor que podría hacer que su esquema de negocios se transforme, y no para mejorar sino para empeorar. Ese adversario formidable, una especie de jinete apocalíptico portador de desventuras, es Amazon, el gigante de las ventas por internet.

Desechada en sus inicios como una aventura, Amazon ha cosechado a su favor el éxito del internet, que ha trascendido los confines del intercambio de informaciones e invadido el campo de las transacciones comerciales. Sus ya conocidas ventajas, en términos de variedad de productos, menores costos y ahorro de tiempo, han hecho de las transacciones en línea una actividad habitual para un número de personas que crece aceleradamente. Limitada originalmente a libros y a discos compactos, la variedad de artículos incluidos no cesa de aumentar. Y, mientras tanto, los proveedores de los tipos de productos que todavía escapan de su alcance aguardan con ansiedad el día en que Amazon decida añadirlos a su oferta.

El anuncio la semana pasada de que Amazon y otras dos empresas, el banco JPMorgan Chase y el conglomerado Berkshire Hathaway del famoso millonario Warren Buffett, planean crear una compañía de servicios de salud para sus empleados, provocó escalofríos en un importante sector de la economía. Por supuesto, no se teme que los pacientes sean examinados, diagnosticados o intervenidos quirúrgicamente por internet. Donde subió el grado de ansiedad y aprensión, ya existente de antemano, fue entre los distribuidores de medicamentos expedidos con receta médica. Temen que cuando arme una estructura de servicios médicos, Amazon resuelva competir con farmacias como CVS y Walgreens.

Gustavo Volmar