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Reflejos fiscales

Lo más relevante será la posible presión para que también reduzcamos los impuestos

La mayoría de las veces que se ha discutido una reforma fiscal en la República Dominicana ha sido con el propósito de aumentar las recaudaciones, en presencia de déficits y dificultades para poder cubrir los gastos públicos. Por eso las reformas se ventilan bajo presión, con un evidente sesgo hacia incrementar los ingresos del Estado. Otras posibles metas, como podrían ser aumentar la equidad entre los contribuyentes, hacer menos desigual la distribución del ingreso o fomentar el crecimiento de la economía, pasan a un segundo plano.

La reforma tributaria aprobada en los EE.UU. a finales del pasado año tuvo lugar en un contexto muy diferente. Su propósito no fue subsanar apremios fiscales sino dar un giro a favor de las corporaciones y de las clases sociales de ingresos medios y altos. Y su fundamento fue la creencia de que son esos segmentos los que determinan el ritmo de crecimiento económico, a través de sus decisiones de inversión, consumo y creación de empleos. Confía en que la expansión subsecuente en la economía terminará generando ingresos fiscales más que suficientes para compensar los inicialmente perdidos debido a la reforma. Se vislumbra, por lo tanto, un escenario feliz, en el cual tanto el gobierno como las empresas y las familias saldrán gananciosos.

No hay ni que decir que esas premisas optimistas son discutibles y rechazadas por quienes consideran que el resultado real será una mayor concentración de la riqueza en manos de una pequeña minoría de privilegiados. Pero para nuestros fines aquí, fuera de ese debate, lo más relevante será la posible presión para que también reduzcamos los impuestos directos a fin de evitar que se alejen los inversionistas extranjeros. Eso significaría, dado que carecemos de holgura para permitir que las recaudaciones bajen, que tendríamos que reemplazarlos con otros gravámenes, probablemente indirectos, aumentando sus tasas o reduciendo sus exenciones.

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