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Cuaresma: ¡Pasión por las habichuelas!

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Cuaresma: ¡Pasión por las habichuelas!

Para los dominicanos, la Cuaresma es especial. Los cristianos la viven con emoción y todos juntos disfrutamos de la tradición más esperada: preparar habichuelas con dulce, uno de los platos más emblemáticos y queridos de la gastronomía dominicana.

Para el neófito en estos temas, la especial combinación de una habichuela con dulce le produce estupor: en teoría, es químicamente improbable mezclar habichuela con diferentes tipos de leche sin que explote. Pero, además, se le agrega batata, azúcar, clavo, canela, nuez moscada, pasas, galletitas... ¡una bomba!

Garantizamos que luego que la pruebe, caliente o fría, queda enganchado para toda la vida, pero eso pasará cuando se le vaya el susto...

Importante aclarar al extranjero que esta combinación explosiva es súper nutritiva, comenzando por su ingrediente principal, la habichuela. Lo otro que hay que explicarle es que fuera de nuestro país es un plato virtualmente desconocido y, si no te lo prepara un dominicano, nunca va a saber igual. El elemento temporal también es importante. Salvo por un antojo de embarazada, es difícil ver habichuelas con dulce en Navidad, o en agosto, por ejemplo. Es como si el tiempo y el sabor estuvieran emocionalmente conectados en nuestro subconsciente cultural.

Si quiere que su aprendiz quede comatoso, agréguele a lo anterior que “cada cocinero tiene su receta”; que no le importa compartir con medio barrio infinitas tacitas de habichuelas con dulce, pero jamás su ingrediente secreto; y que no importa que sobre mucha cantidad: se guarda en la misma paila en la nevera y luego, vasito a vasito, se va agotando... hasta el próximo viernes de Cuaresma.

Por último, y esto es una explicación opcional, también puede abundar acerca de sus bien conocidas características “rompe grupo”: evidentemente la batata, ese vívere tan humilde pero tan rico en antioxidantes, provoca abundantes gases a nivel intestinal y, bueno, tienen que salir. Digamos que hay personas que agradecen la soltería después de una buena panzada, a la que le sigue, inevitablemente, una siesta aunque sea de noche.

Ya con los fogones encendidos, el proceso de preparar unas habichuelas con dulce es relativamente sencillo aunque laborioso, por lo que agradece compañía: es que la gracia de ablandar, batir, colar, pelar, ajustar y esperar impaciente a que espese para comenzar a probar, tiene que compartirse.

Es el momento ideal para intercambiar confesiones, recrear posibles finales de la novela favorita y, por qué no, pasar la receta a la hija que ya anunció noviecito y necesita conocer un par de trucos para enamorarlo. También para comenzar a anunciar entre familiares, vecinos y conocidos que las habichuelas ya comenzaron a hervir (en cibaeño, “jeivei”) y que el que no llega temprano, no toca.

¡Y es que nadie puede ser tan mezquino para no compartir habichuelas con dulce! Para comenzar, recibe el mismo tratamiento que el sancocho: se prepara en paila grande, para que rinda y alcance. Es imposible preparar “para uno”.

Degustar una taza de habichuelas con dulce, compartirla en un gesto de amistad, constituye uno de los mayores placeres del paladar... y de la Cuaresma. Y es de las mejores razones para sentirse dominicano.

Ilustración: Ramón L. Sandoval