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El informe del FMI

Yendo un poco hacia atrás, no debe echarse en el olvido que, en el pánico de la crisis financiera del 2008, el FMI empujó a los países a endeudarse para acelerar la demanda mundial y atenuar o revertir la recesión.

Acaba de publicarse la declaración de la misión del FMI. Y, como es usual cada año para estas fechas, el informe preliminar dice y no dice, alaba el desempeño de la economía, efectúa críticas veladas e insinúa vías de acción.

El informe final deberá ser aprobado por el directorio probablemente a finales de febrero o en marzo, y estar disponible para publicación si el país anfitrión, en este caso la República Dominicana, lo autoriza. De lo contrario, a pesar de su valía, se engaveta, y a esperar otro año para realizar la misma rutina.

Es de esperase que, en esta ocasión, no se ponga veto alguno y se permita que los ciudadanos ejerzan su derecho a estar informados sobre asuntos que afectan directamente sus condiciones de vida.

Yendo un poco hacia atrás, no debe echarse en el olvido que, en el pánico de la crisis financiera del 2008, el FMI empujó a los países a endeudarse para acelerar la demanda mundial y atenuar o revertir la recesión.

Los gurús del organismo internacional no tuvieron en cuenta que en naciones de débil institucionalidad, como la República Dominicana, abrir esa brecha era una invitación para que se utilizaran sin reparos los recursos del poder. El resultado ha sido más deuda, mayor gasto improductivo y oportunidades amplias de distribuir recursos con fines políticos electorales.

Cuando ya todo está consumado y el pesado fardo de la deuda empieza a lesionar las perspectivas económicas, el FMI lanza las campanas al viento, pregona sobre los peligros de la falta de sostenibilidad de las finanzas públicas e insta a las autoridades a adoptar medidas (reformas) que pongan orden en la casa.

La pena es que en todos estos últimos años se haya perdido la oportunidad de aprovechar la caída de los precios del petróleo y el consecuente ahorro en la factura petrolera, así como la existencia de tasas de interés internacionales muy bajas, para realizar con determinación, sin miedo y sin rubor, las reformas fundamentales que el país necesita.

Si lo hubieran hecho, las perspectivas serían halagüeñas, en vez de sombrías.

Ahora se acumula no solo la necesidad de llevar a cabo el ajuste fiscal, cuasi fiscal y eléctrico, sino también de solucionar el agobiante embotellamiento del transporte, los obstáculos del mercado de trabajo, el flujo de inmigración irregular masiva, el deterioro de la infraestructura, la falta de competitividad, en adición a enfrentar el desafío que plantea la política fiscal, comercial y migratoria de los Estados Unidos.

La consecuencia de no haber actuado en el momento oportuno es que va a resultar muy doloroso llevar a cabo las reformas que se requieren y tener que actuar en muchos frentes a la vez, incluido el político, porque cuando la economía se resiente, el orden político tiende a agrietarse.

Y eso significa privaciones y empobrecimiento para muchos. Y también resistencia social a pagar la fiesta que otros disfrutaron.

La esencia del informe preliminar del FMI, pendiente de ser robustecido por el análisis final más profundo, se relaciona con la necesidad de establecer un “marco fiscal a mediano plazo, anclado en objetivos de sostenibilidad de más largo plazo”, lo cual “contribuiría a reducir la incertidumbre de política y reforzaría más su credibilidad ante los agentes económicos”.

Para entender lo que eso significa hay que remontarse a lo expresado por el FMI en el informe del año pasado, en el que sugiere que debería establecerse un tope en el coeficiente de deuda/PIB no mayor al 45 %. Y una regla de crecimiento del gasto público (lo cual es indispensable en cualquier reforma fiscal que fuere planteada), de modo que el gasto primario no crezca más que el PIB potencial.

Según lo anterior, se requeriría de un balance primario de no menos de 2.5% del PIB para reducir la deuda a 45% PIB y después de 1% del PIB para estabilizarla.

Ese es el esfuerzo fiscal que se espera para dar sostenibilidad a las finanzas públicas. Cuando se acometa, lo cual sucederá más temprano que tarde, la población podrá darse cuenta de lo que cuesta no hacer a tiempo lo que es necesario.

En otro orden, en el informe preliminar dado a conocer por el FMI, hay aspectos nuevos, dignos de mención.

Por un lado, el llamado a ampliar la cobertura y periodicidad de las estadísticas fiscales, incluyendo la recomendación de alinearlas con las normas internacionales. Este es un campo en que reina la incertidumbre, tanto por la insuficiente calidad de las estadísticas disponibles como por su dispersión, falta de coherencia y carencia de entrega sistemática en períodos fijos e intervalos breves.

El otro asunto es el de “fortalecer la transparencia en el proceso de compras y contrataciones públicas”. Ahí es mucho lo que está por hacer para evitar la continuación de los amaños y conflictos de interés.

En definitiva, volverán las oscuras golondrinas del ajuste económico y social, a anidar en los techos desvencijados de un pueblo que busca, con ansia y escasa suerte, mejorar su destino.

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