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La máquina de Cedimat

La inteligencia artificial está desplazando puestos de trabajo y amenaza hacerlo en escala masiva. Ya se habla de transporte en vehículos sin chofer, de supermercados sin empleados, y así sucesivamente.

Estuve en Cedimat. En el parqueo el guardián me recordó que debía pagar el boleto (ticket) a la salida, en el área de información. Me di cuenta que ya no era gratuito. Nada extraño.

A la salida de Cedimat, me sorprendió ver en el área de información una pequeña fila de visitantes parados frente a una máquina, haciendo turno para pagar el boleto. Y, al lado del monstruo mecánico, se encontraba un empleado cuyo oficio era ir explicando a los usuarios los pasos para enfrentarse a aquella estructura inerte, metálica.

Absurdo, ¿no es verdad? Sustituir a la cajera de carne y hueso por una máquina, para entonces tener que acompañarla de un vigilante que explique cómo se usa el embrollo mecánico y se enderezan los billetes para que pueda reconocerlos.

El vigilante iba diciendo: -Ponga el boleto frente al lector para que la máquina lo reconozca, luego introduzca la cantidad de dinero que muestra la pantalla.

La mayor parte de los billetes eran rechazados por la máquina. Había que enderezarlos, alisarlos, para que el monstruo mecánico pudiera leerlos, lo cual consumía mucho tiempo.

Fue entonces cuando me pregunté qué sentido tenia esa máquina, probablemente muy costosa, situada en un recinto hospitalario y en un país donde hay tanta personas sin empleo, dotadas apenas de formación básica, pero que bien pudieran ser contratadas como cajeros en instalaciones como las de Cedimat situadas a lo largo del país.

Claro, la máquina no permite filtraciones de dinero (ningún ser humano puede ser más honesto que ella, aunque muchos la igualan) y tampoco se hace acreedora de los costos de las prestaciones laborales, sobre todo la cesantía, que mantiene en quiebra técnica a cientos de empresas, sin que lo sepan.

Me quedé pensando sobre la tensión existente en el mundo entre la tendencia a la robotización o predominio de la inteligencia artificial, por un lado, y, por otro, la necesidad agobiante de la población de encontrar trabajo decentemente remunerado.

La inteligencia artificial está desplazando puestos de trabajo y amenaza hacerlo en escala masiva. Ya se habla de transporte en vehículos sin chofer, de supermercados sin empleados, y así sucesivamente.

Trabajos pesados, ejecutados por robots. Servicios, realizados por robots. Cocina, limpieza, transporte, comunicaciones, industria, agricultura, todas las actividades hechas por robots. Pero, siempre asistidos por seres humanos.

Algunos comparan esta evolución con lo ocurrido en la revolución industrial, cuyo desenlace en términos de desplazamiento del empleo artesanal produjo la creación de ocupaciones en áreas nuevas y en innovaciones. Pero ahora no se alcanza a percibir cuáles serían los mecanismos que permitirían la absorción de trabajadores en un mundo tan sobre poblado.

Una hipótesis es que la humanidad se encamina hacia un estadio de población envejecida, cuya esperanza de vida se alargará en decenios, y con resistencia a procrear. En esa situación, la vida podría verse embriagada de melancolía y la inteligencia artificial proveería el músculo, empuje y dinamismo propio de la juventud.

Es verdad que en la medida en que los robots ejecutan oficios reservados a los humanos, se libera tiempo para el ocio. ¡Qué bueno, siempre que la gente dispusiera de ingresos para poder llevar la vida!

Puede que llegue el día en que se cumpliría el ideal de ocio de la humanidad. Es decir, aquel en que los seres humanos no tendrían que realizar trabajo alguno sino dedicar su tiempo a conocer otras culturas, cultivar su intelecto, desarrollar las artes, encumbrarse en el deporte, dedicarse a observar, meditar, a la ciencia, viajar, o a seguir perfeccionando el instrumental tecnológico como parte de un modo de vida, no para ganarse la vida.

Pudiera imaginarse a familias enteras disfrutando de las artes, o ensimismadas en la lectura, o realizando deportes con el mayor esmero, o ejerciendo libremente el amor sin rubor.

Ese mundo ideal pudiera concretarse en una población mundial que alcanzaría un alto grado de educación y la posibilidad de obtener grado universitario y postgrados a escala universal.

Mientras esa utopía se concreta, la otra cara de la moneda es que mientras haya más robots que desplacen del trabajo a los seres humanos, menos oportunidades de empleos y de ingresos existirán. En el límite, cuando la inteligencia artificial se haya apropiado de la totalidad del mercado de trabajo, la interrogante es de qué vivirán los seres humanos.

La Biblia sentencia que el trabajo va paralelo con la vida, pues hay que ganar el pan cotidiano con el sudor de la frente. Sin embargo, si la inteligencia artificial lo realiza todo, no habrá oportunidades para ganarse el pan, con sudor o sin sudor.

Ya en el mundo avanzado han surgido propuestas para garantizar un ingreso mensual mínimo a cada ciudadano, que pudiera llegar a ser un ingreso alto. Sería una forma de redistribuir el ingreso por el simple hecho de ser ciudadano de alguna nación, sin contrapartida.

Y si no hubiese la realización de trabajo humano en sentido estricto, la remuneración al capital, que es la máquina, absorbería la totalidad del ingreso, en cuyo caso la riqueza pudiera concentrarse cada vez más, salvo que los estados impusieran gruesos tributos y limitaciones para redistribuirla, sin afectar el apetito por las innovaciones.

En fin, incertidumbres para un mundo repleto de interrogantes.

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