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Si lo dice el FMI pónganle caso

El problema es, lamentablemente, que cuando las cosas empiezan a deteriorarse no lo hacen ordenadamente; sencillamente, entran en el territorio del caos y los desequilibrios toman rutas inesperadas.

«Las medidas recientes para fortalecer la administración tributaria y aduanera están ayudando a aumentar los ingresos fiscales, sin embargo, estas resultarían insuficientes para revertir la dinámica alcista de la deuda frente al endurecimiento en las condiciones financieras mundiales, precios de petróleo en aumento y una mayor carga del servicio de la deuda. En este contexto, se requerirán mayores esfuerzos para reconstruir la capacidad de las finanzas públicas para amortiguar choques, tomando en cuenta el impacto social y sobre el crecimiento en la composición del proceso de consolidación fiscal». Declaración al término de la misión sobre la Consulta del Artículo IV de 2018

El Fondo Monetario Internacional (FMI) -valga la redundancia- es un organismo oficial, y como tal es un aliado natural de los gobiernos que constituyen su membresía. No podía ser de otra manera. Por eso, las observaciones que hacen sus técnicos están dirigidas a resolver problemas o a evitarlos. No siempre con la mejor receta, pero en todo momento tratando de preservar la credibilidad de sus socios, ya que sin credibilidad la política económica se torna extremadamente ineficiente y se corre el riesgo de que los gobiernos por problemas de liquidez no puedan cumplir con sus obligaciones externas.

Es en este contexto que pudiera analizarse el conjunto de recomendaciones que hace el FMI en su más reciente informe sobre la economía dominicana, al amparo del Artículo IV correspondiente al 2018. Si se hace una revisión de reportes anteriores se podrá notar que tienen un tono reiterativo en cuanto a la realización de una reforma que le de sostenibilidad a las cuentas fiscales del país. En esta ocasión el informe dice que “Un marco fiscal a mediano plazo, anclado en objetivos de sostenibilidad de más largo plazo, contribuiría a reducir la incertidumbre de política y reforzaría más su credibilidad ante los agentes económicos». Este párrafo es una fuerte crítica al cortoplacismo de una gestión fiscal que no está tomando en cuenta los riesgos que acechan a la economía dominicana en el mediano y largo plazo; igualmente, sugiere que el nivel de incertidumbre es un determinante de los insatisfactorios niveles de credibilidad que se tienen de la política fiscal.

En reportes anteriores el FMI había alertado de que el endeudamiento público podría situarse por encima del 50% del PIB. Lo que era una preocupación es ya una realidad, y la deuda del sector público consolidado ya supera ese umbral. Ahora, la preocupación es que en cinco años dicha deuda se coloque en el 57% del PIB. Es decir que el FMI tiene unos umbrales móviles de preocupación. El hecho es que al ritmo que crece la deuda pública no habrá que esperar los cinco años para que se sitúe en tan alto umbral. Sobre todo, porque los funcionarios del área no ven ningún problema con el ritmo de endeudamiento; al contrario, se sienten satisfechos de que la colocación de deuda en los mercados financieros internacionales tenga una gran demanda, aunque en los mercados financieros internacionales la colocación de USD 1,800 millones no tiene la mayor relevancia.

Pero el tema del endeudamiento no puede verse al margen del déficit fiscal, que es, en definitiva, la fuente que lo origina. Cada año, al momento de la aprobación del presupuesto se dice que el déficit será menor, pero al final resulta un déficit mayor. Y, en esa dinámica, sigue creciendo al punto de que el FMI estima que en los próximos años podría ubicarse en la frontera del 5% del PIB. En este escenario, el pago de intereses seguiría creciendo hasta superar el 4% que se dedica a la educación. Asimismo, las transferencias al sector eléctrico continuarán en el mismo nivel, aun después de que Punta Catalina entre en operación, según los cálculos del FMI. En consecuencia, recomienda hacer «esfuerzos más ambiciosos para abordar de manera sostenible el rezago económico del sector eléctrico (...). Al parecer, el FMI entiende que las reformas que se están planteando -probablemente, a través del empantanado pacto eléctrico- no tienen el alcance suficiente para hacer las transformaciones que el sector requiere.

En el tema fiscal, el FMI no solo tiene preocupaciones relacionadas con el desempeño de los indicadores cuantitativos de la gestión fiscal, también las tiene en cuanto a la cobertura y periodicidad de las estadísticas, y enfatiza la necesidad de que esas estadísticas estén alineadas con los estándares internacionales, a la vez que se debe «desarrollar un marco de política de mediano plazo».

La mayoría de las recomendaciones -explícitas e implícitas- del FMI han sido planteadas por un buen número de analistas locales; pero sugeridas por el FMI tienen otro matiz. No puede haber sospechas -como ocurre con los analistas locales- que dicho organismo tenga una agenda política oculta; en todo caso, si la tuviera fuera para favorecer al gobierno de turno. La diferencia es que todas las críticas del Fondo vienen envueltas en un piropo previo. El gobierno se aferra a los piropos y olvida las críticas que plantean la necesidad de las reformas pendientes. Si lo dice el FMI pónganle caso. El problema es, lamentablemente, que cuando las cosas empiezan a deteriorarse no lo hacen ordenadamente; sencillamente, entran en el territorio del caos y los desequilibrios toman rutas inesperadas. Una vez que esto ocurre no es posible dosificar la crisis y los avances que han necesitado años para lograrse quedan anulados en cuestión de meses, como reiterativamente muestra la historia económica. La responsabilidad de un gobierno va más allá del período para el cual ha sido elegido; a eso se le llama responsabilidad intergeneracional.

El mensaje del FMI es muy claro: las cosas van bien, pero si siguen así van a terminar muy mal...

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