Apuntes de fin de año
I
Después de la verdad, viene otra verdad. Una verdad descolocada, pusilánime, bastarda. Una verdad que contrarresta la otra verdad. Que la anula, amplificándola, subvirtiéndola, reprimiéndola. La posverdad es la ruina de la verdad, su mofa, su cachondeo, su funeral. La palabra después de la verdad, como si fuese una verdad póstuma, la verdad del día después. Nació en las redes y se expandió por todo el planeta desde ellas hacia todas las formas de comunicación humana. La posverdad conduce el destino de la palabra y sus signos, es empuñadura, consolativo, atasco, perreo, de un vocablo destinado a momentos supremos del hecho humano y del pensamiento que lo incuba. El Diccionario Oxford la eligió como la palabra del año 2016 y para este 2017 que llega a su fin ha anunciado la nueva selección, fake news. Entre 4,500 palabras llevadas a la mesa de debate las noticias falsas aumentaron su uso en un 365 por ciento. Querer creer, o difundir, lo que conviene y no lo que la realidad muestra es posverdad, a la que ahora sustituye fake news, que nos parece una combinación de ambas palabras, o si se quiere una continuación de la otra. Detrás de la posverdad, que es la falsa verdad de la objetividad, creada para manipular el género humano y crearle juicios y emociones falsificadas, es casi una resultante lógica que las noticias no comprobadas terminen inventando una realidad adventicia, adulterada, inexacta. Son palabras que el mundo interconectado de nuestros tiempos actualiza y pone en vigor. En el 2013, fue selfie, que no necesita explicación. En el 2014, el verbo vaporear (“vape”), aplicado por el éxito de las inhalaciones de los cigarrillos electrónicos que, entonces, comenzaban a moverse planetariamente. En el 2015, ni siquiera fue una palabra la seleccionada, sino un emoji, un pictograma de los que a diario usamos, uno que solo fue definido como “cara con lágrimas de alegría”. El año pasado y el que estamos viendo finalizar son los que han colocado en el centro de la mesa las dos palabras top y pop de nuestra época. El Diccionario Oxford se ha vuelto también global, al descubrirnos el hallazgo anual de un plantario de palabras que, por su uso, su verdad posmoderna y su desaguadero en las redes adulteradas, nos permiten observar asombrados la realidad no-real de esta edad de oro del antifaz, la fullería, el frangollar y sí, el embuste. ¿Creamos un emoji con cara de enredo para el fake news?
II
Marivell Contreras puso a circular recientemente un nuevo libro de poemas. Para la ocasión, me invitó a escribirle el prólogo que yo tuve a bien leer en un acto muy ameno y fraterno en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Estas fueron mis palabras para Marivell.
Esta mujer no está sola. La acompaña siempre el viento impetuoso de las palabras. Y el azul que una nube cubre en su silencio. Y el gris de las tormentas. Y la esmeralda de los cultivos de una tierra donde alumbran porvenires las mañanas.
Esta mujer es su palabra. Con ella derriba muros y abre caminos. Los caminos se les ofertan en todas las direcciones. Los muros, también. Libera la palabra para encontrar el punto de partida de sus desasosiegos. Esos que generan pasiones de muerte. Una oleada, una furia, un aliño de tormentos, un desvarío de los sentimientos cuando terminan apagados en el drama de la existencia. Altas y bajas. La vida es eso: subir y bajar. Escapar o huir. Pasión de vivir. Y la muerte –desasosiego del Yo, materia incandescente de los sentimientos, furia, dolor y baldío- dejando crecer sobre el huerto la letra baldada de la vida.
Y la lluvia, con toda su carga simbólica. Enroscada para forjar tribulaciones. Pero, también, para liberarlas. Todo lo sana el agua. Pero, la poeta la teme. Sospecha que aumentará su dolor, que la dureza de los vientos desarmonizará sus cuitas. El recuerdo, la cizaña del recuerdo. Teme que ellas se instalen en el centro de su queja. La lluvia sanará la memoria y el deseo. Y, al final, en la soledad, la ilusión produce un estado de alerta que renueva sus sentidos.
La palabra sigue su ruta, con su latir, con su cardenillo, con su reprimenda. Y la poeta, descalza sobre las sendas de sus abrojos, anhela el remedio de una piel que cubra su soledad. Al tiempo que una mirada la poeta reclama un collar de palabras que certifiquen el amor. El amor perdurable. ¿Y cuál es el amor perdurable? “El que se alimenta con el cuerpo o el que el alma sustenta”. Hay una tormenta que instila pasiones. Hay una pasión que infiltra tormentas. Ella la sabe sola y con frío. Ella se reconoce sola y llena de calor.
Todo girará sobre esta “sombra gigante” que provoca ansias y dudas. Una revuelta de condenada. Pero, la poeta que hace la crónica tibia de su desamor encuentra en el agua el alivio a su inquietud, a su ardor. Ama el azul del mar, al mar en su infinito vaivén. Y, en medio de su soledad dejará “perder su mirada en un pedazo de cielo azul que ampara otro pedazo finito de mar”.
No hay nada que la disuada de su quebranto (Materia de amor y aflicciones es siempre la poesía). Una voz, unas palabras, un gemido, un canto. Hay una ausencia demoliendo recuerdos. Una presencia que un suspiro acosa. Como la letra de aquel bolero: Una palabra tuya, una sonrisa basta...
Llamaradas de dudas y desamor. Una confesión de la fugacidad del instante. Un trueque de olvidos que acune y cuente y codifique la íntima levedad del ser. El resto es labios, besos, silencios, humedades, ruidos, olvidos, días perdidos, alma, poesía. La poesía. Ella desanda sus pasos, los abrevia y los consume. No hay otra forma para enfrentar al silencio. Y al duelo de la ausencia. No hay otra posible. Testimonio y biografía. Crónica del anhelo. Reportaje del querer. ¿Podrá regresar el olvido a la poeta? ¿Vencerá algún día sus recuerdos? ¿Continuará asida a su sayal de mujer sacudida por el dolor de la ausencia? Por ahora, ella es solo una “perla cautiva/ que se libera del collar y el tiempo”.
Esta mujer no está sola. La acompaña siempre el viento impetuoso de las palabras. Y el azul que una nube cubre en su silencio. Y el gris de las tormentas. Y la esmeralda de los cultivos de una tierra donde alumbran porvenires las mañanas. No necesita más.
III
El año que terminará en unos pocos días, se inició con la partida el 16 de enero de uno de los poetas más apreciados del mundo literario dominicano, Federico Jovine Bermúdez. La amiga Taty Hernández, fundadora del Festival Poético de la Montaña, me pidió que escribiera un poema para recordar a Federico. Lo leí en Jarabacoa, en el evento aludido. Con este poema termino el año que Fedé inició enluteciéndolo con su muerte. Lo titulé Trazando la cuerda.
A lomo de Rocinante
Federico trazó una cuerda
donde un círculo de fuego
creó su sombra
su influjo
su sangre.
Río revuelto
sobre los atardeceres liberadores
del Macorís de estrellas, cangrejos y alegrías solemnes
como la de sus héroes literarios
de memorias, regresos y hastíos.
Un navío surca su piel de mar
un tiempo remoto
escribe cartas marinas
en su lecho de cronista de látigos,
azares
gambusinos
labriegos
comerciantes
y poetas.
Federico, poeta.
Quién tomará su nombre
en otro tiempo
ahora que su carne desleída
amusga sus raíces.
Federico, poeta.
Hace frío y no es invierno aún.
Los del trópico nunca sabemos cuando llega el invierno.
El invierno nunca reconoce nuestra piel.
Por dónde andará ahora tu piel de invierno sosegado
tu sonrisa
batiente entre escombros
tu memoria
alucinada de saberes.
Esta ciudad
de encendidos reclamos
te reclama.
Federico, poeta.
Pessoa me enseñó que los dioses
no consienten más que vida
cimas perennes
Que nada se arruga en nosotros
solo el amor
Y que somos luces transparentes
que dejamos escurrir la lluvia triste.
Federico
trazaste una cuerda
con el influjo de tu sangre
y tu sombra
sigue renombrando tu nombre.
Transparente en la lluvia triste
repartiste
desde el pan hasta el sueño
en ese difícil trance de ser poeta.
Federico
Nunca pudiste ser otra cosa que mina
lenguaje
tarde de palabras
voz
memoria
risa
anécdota
sueño
grito
Nunca pudiste ser otra cosa que poeta.
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