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Uso de carbón resulta no ser tan malo en Haití

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Uso de carbón resulta no ser tan malo en Haití
En esta imagen, tomada el 25 de enero de 2017, un camión cargado con sacos de carbón viaja hacia la capital de Haití, Puerto Príncipe, donde la mayoría de las familias utiliza el combustible elaborado en el campo para cocinar. La vieja tesis de que la producción de carbón es responsable de la devastación de los bosques y debe ser eliminada para permitir una reforestación está “equivocada”, según un reciente informe del Banco Mundial (. (AP FOTO/DAVID MCFADDEN))

MANICHE, Haití. Un fuerte olor recorre el interior de la península al sur de Haití, donde los aldeanos cocinan con carbón casi todas sus comidas. Por décadas, las autoridades y otros sectores han denunciado a los productores de carbón en las zonas rurales porque arrasan con los bosques, acaban con la tierra y ayudan a que Haití sea el país más pobre de las Américas. El estigma es tan grande que poca gente admite dedicarse a ese negocio.

Pero las cosas están empezando a cambiar de la mano de estudios que indican que buena parte de la culpa por la deforestación de Haití está en otro lado y que el uso regulado de carbón de leña puede dar sustento a mucha gente sin acabar con los manglares y otras especies.

“El carbón no tiene por qué ser el enemigo. Sabemos cómo ganarnos la vida sin dañar la tierra”, afirmó Víctor Moise, líder de un colectivo rural en Maniche, al sudoeste, donde el huracán Matthew partió árboles maduros y arruinó cosechas, pero no dañó los árboles jóvenes, de rápido crecimiento, usados para el carbón.

Los miembros del colectivo de Moise cultivan acacias y permiten que las raíces vuelvan a crecer en plantaciones donde esos árboles se alternan con habichuelas y batatas. Eso ayuda a evitar que la capa superior de la tierra se la lleve la lluvia hacia el mar por las laderas, como ocurre cuando se cultiva solo plantas erosivas como el maíz.

Nuevos estudios indican que la cobertura de los árboles ha aumentado en lotes como esos y que el carbón “no es la plaga ambiental que se dice”, expresó Chris Ward, presidente de una iniciativa de reforestación llamada “Haití echa raíz”, que es auspiciada por la J/P Haitian Relief Organization del actor estadounidense Sean Penn.

“Creemos que el carbón puede ser parte de la solución al problema de la deforestación en Haití”, manifestó Ward, cuya agrupación sin fines de lucro está financiando en parte un informe auspiciado por el Banco Mundial que analiza la cantidad de carbón traído a la capital Puerto Príncipe y determinar cuál es su origen.

Algunos influyentes funcionarios haitianos, como el ministro del medio ambiente Simon Desras, promueven la creación de una industria del carbón regulada, con una red de “bosques energéticos” que producen madera para carbón y leños, con fuerte vigilancia para proteger las zonas donde no se pueden talar árboles.

“El carbón puede ser sustentable si proviene de árboles que crecen rápido y contamos con muchos bosques energéticos”, declaró Desras a la Associated Press. “Debemos cambiar la actitud de la gente para que respeta las zonas protegidas”.

En otros países que usan mucho el carbón y que tienen problemas con la deforestación, como Tanzania y Kenia, se están haciendo experimentos similares.

Haití tiene fama de ser un país donde no se protege el medio ambiente y hay numerosos informes de que la industria del carbón ha transformado el país en un paisaje lunar, en el que los bosques cubren apenas entre el 2% y el 4% del país.

Pero si bien no escasean las laderas peladas, los investigadores que analizan imágenes aéreas y satelitales dicen que la realidad es diferente y que n tercio del territorio montañoso está cubierto de bosques.

La vieja tesis de que la producción de carbón es responsable de la devastación de los bosques y debe ser eliminada para permitir una reforestación está “equivocada”, según un reciente informe del Banco Mundial.

“Hay abundante evidencia de que el comercio del carbón empezó mucho después que la deforestación de los bosques originales y que las prácticas asociadas con el carbón satisfacen las necesidades energéticas urbanas”, señala el informe.

Una cosa es cierta: Haití ha sufrido deforestaciones a lo largo de casi toda su historia. Los colonizadores franceses destruyeron decenas de miles de hectáreas de bosques vírgenes para plantar caña de azúcar, al punto de que en algún momento Haití fue el primer productor mundial de azúcar. Se usó madera para alimentar moledoras y bosques enteros fueron talados para construir muebles de madera de caoba o producir tintes rojos a partir de un arbusto espinoso.

Cuando esclavos rebeldes derrotaron al ejército de Napoleón y surgió en Haití la primera república negra del mundo en 1804, las grandes plantaciones fueron divididas. Los administradores haitianos permitieron la producción de madera para vender en Estados Unidos y Europa. El dictador Francois “Papa Doc” Duvalier continuó la deforestación y taló los árboles a veces para impedir que se escondiesen los guerrilleros. Campesinos hambrientos cortaron árboles para poder cultivar pequeños terrenos.

Abrir espacios para cultivar y dar de comer al ganado son las principales razones de la deforestación en los últimos tiempos, de acuerdo con John Dale Zach Lea, economista especializado en asuntos agrícolas que trabaja con los Catholic Relief Services.

“Cuando la tierra ha sido despejada y se ha cultivado, es muy poco probable que pueda ser reforestada, dijo Lea, quien opina que el gobierno debería alentar soluciones para la industria del carbón en lugar de ignorarla y oponerse a ella.

La producción de carbón en terrenos específicos puede reducir la presión sobre los bosques que quedan y generar ingresos, según la oficina en Haití del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El programa promueve un sistema sustentable en el sur de Haití a partir de árboles de crecimiento rápido y de hornos de carbonización más eficientes, entre otras cosas.

Si bien el gas propano puede ser más barato, no es de esperar que el gas importado y otras formas de energía sustituyan al carbón en Haití por consideraciones prácticas, culturales y económicas.

Por DAVID McFADDEN

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