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La tenaz negociadora Merkel deja a Schulz a merced de un pacto arduo

Fracasar habría dejado a Merkel aún más debilitada, después de que en las últimas elecciones la CDU/CSU obtuviera su segundo peor resultado desde 1949 -un 33 %-.

BERLÍN. La canciller alemana, Angela Merkel, se reivindicó hoy como hábil negociadora al arrancar un preacuerdo al socialdemócrata Martin Schulz, quien deberá vencer el rechazo de parte de sus camaradas a un pacto arduo para que se materialice una coalición de gobierno.

Ni Merkel ni el bávaro Horst Seehofer tienen que temer una presión inminente por parte de sus respectivos partidos, la Unión Cristianodemócrata (CDU) y su hermanada Unión Socialcristiana (CSU) de Baviera.

Se parte de la base de que ambos lograrán que se ratifique lo acordado, no sólo porque el compromiso alcanzado se ajusta a las aspiraciones de su ala más compleja -la derechista, que exigía restricciones en materia migratoria-, sino también porque sólo se requiere el visto bueno de sus respectivas ejecutivas.

Esa luz verde la logró hoy mismo Schulz, pero tiene todavía por delante el congreso extraordinario del Partido Socialdemócrata (SPD), el domingo 21, al que las juventudes de la formación -los Jusos- acuden dispuestas a plantar cara frontalmente a una nueva gran coalición.

El líder de los Jusos, Kevin Kühnert, recrimina a Schulz que hizo campaña con la promesa de que con él no habría otra gran coalición dirigida por Merkel y de que impulsaría una “nueva política”.

Si logra contener a las nuevas generaciones y a su ala izquierda, que echan de menos un auténtico sello socialdemócrata a lo acordado, tendrá ante sí la siguiente prueba, ya que se ha comprometido a someter un eventual pacto de coalición al voto vinculante de los militantes.

Se había insistido mucho estos días en que el futuro de los tres líderes dependía del resultado exitoso de la ronda negociadora que se cerró este viernes, tras 24 horas largas de discusiones finales.

Fracasar habría dejado a Merkel aún más debilitada, después de que en las últimas elecciones la CDU/CSU obtuviera su segundo peor resultado desde 1949 -un 33 %-.

Seehofer atraviesa su propia crisis de liderazgo y su partido está concentrado en la campaña para las regionales que se celebrarán en otoño en la próspera Baviera, donde la CSU teme una caída de votos a favor de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).

Ambos pueden tomarse un respiro tras la intensa negociación, en la que prosperaron buena parte de sus propuestas, como la limitación de la llegada de refugiados a 220.000 por año y del derecho a la reagrupación familiar a 1.000 personas por mes.

Schulz tiene poco que ofrecer, ya que no logró imponer el llamado “impuesto a los ricos” para las grandes fortunas, ni tampoco la subida de la tasa máxima a los ingresos altos o la reforma de un sistema sanitario más igualitario al que aspiraba.

En su haber destaca el compromiso con la estabilidad de las pensiones, la mejora de las prestaciones mínimas y de las ayudas por hijo, la reducción de las cargas a los trabajadores o las inversiones millonarias en infraestructuras educativas y sanitarias.

El futuro de Schulz está aún en entredicho, un año después de asumir las riendas del SPD con la misión de derrotar a Merkel para acabar hundiendo al partido en su mínimo histórico -un 20,5 %-.

La erosión de electorado es un fenómeno común a las grandes formaciones, pero en el caso de los socialdemócratas es dramática.

Schulz dio marcha atrás en su rechazo a una nueva gran coalición, ante la perspectiva de que, de tener que recurrir a nuevos comicios, su partido podía caer en su siguiente sangría electoral.

Para justificar su cambio de postura se abrazó al argumento de la “responsabilidad” alemana hacia Europa y a la necesidad de respaldar las propuestas renovadoras del presidente francés, Emmanuel Macron.

En el caso del SPD, el partido más antiguo de Alemania con 150 años de historia, el divorcio entre la cúpula y su electorado tradicional se precipitó con la línea centrista y las reformas estructurales del último canciller del partido, Gerhard Schröder.

Gemma Casadevall

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