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¿Adiós a los 10 millones de turistas?

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¿Adiós a los 10 millones de turistas?
El turismo constituye la locomotora del desarrollo de RD.

La falta de recursos económicos del Gobierno Central es la principal amenaza contra la meta de los 10 millones de turistas en los próximos años. La apremiante deuda social obliga al Estado a la inversión en otras áreas. Por Juan Lladó 

El actual gobierno todavía no tiene una agenda desarrollista para el sector turístico. A pesar de haber anunciado la ambiciosa meta de captar 10 millones de turistas en una década, no se ha definido públicamente cómo sería lograda. La cansada rutina de gestión sectorial sigue como si esa meta fue una hueca promesa de campaña. Ya que al gobierno le queda poco tiempo para enfrentar tal desafío, sería deseable ahora cambiar la meta por otra más modesta de "cohesión social", buscando una mejor distribución de los beneficios del turismo en el territorio.

No han sido pocos los analistas que han observado cuán ambiciosa es la meta propuesta. Cualquier método de proyección estadística del flujo de visitantes arrojará como resultado que, aun en un periodo de diez años, no es posible lograrla sin que intervenga un hercúleo esfuerzo de desarrollo que implicaría grandes inversiones públicas y privadas. (Sin eso, a lo más que pudiera aspirarse es a unos 6 o 7 millones.) Pero a los casi seis meses de haber inaugurado su gestión, el gobierno no da señales de "tomar el toro por los cuernos" y las inversiones privadas tampoco aparecen.

El esfuerzo desarrollista que haría del turismo "la locomotora de desarrollo nacional" requiere una estrategia que persiga la meta anhelada. Sin embargo, ninguna instancia pública ha esbozado un plan para guiar la acción gubernamental. En septiembre del 2012, el Ministro de Turismo se reunió con ASONAHORES para elaborar un "plan de acción" que se ha quedado en el tintero. Por su lado, en ese mes, el presidente de ASONAHORES también declaró que se necesitarían 30,000 nuevas habitaciones y una inversión de US$3,600 millones por parte del sector privado para arribar a la meta. Pero luego se contradijo, cuando señaló que la prioridad del gremio era ocupar la capacidad hotelera ociosa, la cual estimó en un 26%.

Mientras tanto, desde su toma de posesión, el presidente Danilo Medina no ha hecho ninguna declaración respecto a la meta que él mismo propuso. Se ha limitado a hacer un par de visitas sorpresa en el sector (Cabarete, barco crucero) y a reunirse un par de veces con los inversionistas españoles que poseen el grueso de nuestra oferta hotelera. Pero cualquiera pensaría que los domingos del Presidente Medina deberían dedicarse al sector turístico en vez de al sector agropecuario. Aunque su preferencia agropecuaria sugiere un sesgo a favor de disminuir la desigualdad social, no menos cierto es que ese sector no tiene el potencial de desarrollo que tiene el turístico.

Por supuesto, los problemas que confrontó la administración al inicio de su gestión demandaron su urgente atención y merecían prioridad. Atrás quedaron los retos de la "reforma tributaria" y del presupuesto para el 2013 (con el 4% para la educación), y se reporta que las gestiones para un pacto eléctrico han avanzado. No obstante, el gobierno debió abordar la elaboración del plan turístico para validar su promesa de campaña de enrumbar al país hacia la meta de los 10 millones de turistas.

En el marco del proyecto del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la Ciudad Colonial, hace más de tres meses se anunció en la prensa una licitación para tal cosa, pero esa licitación no ha comenzado y no hay señales de que se comenzara pronto. En el mejor de los casos, la estrategia nacional de desarrollo turístico estaría terminada a finales del 2013 o principios del 2014. Asumiendo que el gobierno decida adoptarla y se aboque a su ejecución inmediata, sólo le quedarían dos años a la presente gestión para enrumbar al país hacia la ambiciosa meta. Dejar la cosa encaminada sería lo más que podría lograr el presente gobierno.

En ausencia de aprestos claros y contundentes para perseguir la meta, no sería arriesgado deducir el abandono de la misma. El presidente Medina dejó de hablar del "pacto turístico" desde antes de las elecciones y el ministro del ramo sólo se refiere a la referida meta para destacar cualquier logro sectorial. La razón de este abandono no parece ser falta de tiempo en la agenda presidencial o el agobio proverbial que producen los más acuciantes problemas nacionales del desempleo, la seguridad ciudadana y la violencia social. La razón habría que buscarla en las limitaciones financieras del gobierno.

En efecto, lograr la meta en el tiempo estipulado implicaría una mayúscula inversión pública, y ASONAHORES ha señalado la falta de la infraestructura y de los servicios públicos que ameritan tal inversión. Con el acoso del déficit del sector eléctrico y el servicio de la deuda externa, los recursos presupuestarios no podrán satisfacer esa necesidad en lo que resta del periodo de gobierno. La opción de acudir al endeudamiento externo (bonos soberanos, organismos multilaterales) siempre será posible, especialmente ahora que las calificadoras de riesgo han disminuido el "riesgo país" de la RD. También sería posible usar el flujo de ingresos provenientes de la Barrick Gold. Pero cada una de estas opciones tiene sus bemoles.

En consecuencia, sería deseable que el gobierno se sincerara, admitiendo esta situación, y adoptando una agenda más modesta, pero trascendente. Como la atención al sector turístico no sería tan electorera como la atención al sector agropecuario, en vista de que el turismo todavía no es percibido como crucial por todos los estratos de la sociedad, no sería realista pedirle al presidente Medina que cambie de prioridad en sus visitas dominicales. Pero sí parece aconsejable que su atención y visitas se divida entre ambos sectores. Eso sería más congruente con el rol de "locomotora de desarrollo" que el mismo le ha asignado al turismo.

Con un concentrado esfuerzo de gestión y una menor inversión se podrían despegar, en lo que resta del período, los sitios claves donde la intervención del Estado es esencial para equilibrar el desarrollo. Estos son la Isla Catalina, la Bahía de las Calderas, Bahía de las Águilas y Montecristi. Con el despegue de estos tres últimos el gobierno estaría persiguiendo su meta de disminuir las desigualdades y contribuir a la "cohesión social". Esto contribuiría mejor al desarrollo turístico, que perseguir con sólo retórica la quimera de los 10 millones de turistas en 10 años.