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Impuestos para el desarrollo y la equidad

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Impuestos para el desarrollo y la equidad
No es lo mismo hacer un paquete de impuestos a la carrera, para tapar un hoyo supuestamente imprevisto, que sentarse a pensar el modo de enderezar la economía del país y del gobierno, haciendo cosas bien ponderadas y que se implementen gradualmente.

El objetivo de un impuesto no es solo recaudar, sino inducir el desarrollo con equidad, corregir distorsiones y reconducir las fuerzas del mercado. Y la finalidad de un gobierno no es exprimir a los ciudadanos para resolver sus propios problemas, con la excusa de dar mejores servicios, cuando incluso hasta la educación tendría que esperar. Porque no son tiempos de pretender y ostentar, cuando el mundo entero tiene su economía en desplome. Son tiempos para sobrevivir, sobrellevar y sobreponerse. Pero los gobiernos se aferran a la sofismática tendencia de que hay que "gastar" para reactivar la economía. Solo Angela Merkel, "una voz que clama en el desierto", se atreve a defender lo contrario.

Pueblos como Alemania y Japón han sido capaces de grandes sacrificios cuando confían en sus gobiernos. Pero la confianza se gana, no se pide prestada por adelantado. Y es de esperar también que los diferentes sectores adviertan -cada quien conoce su sector- sobre los peligros de hacer tal o cual cosa, en un momento que aconseja prudencia y tacto. En materia urbanística, los impuestos inmobiliarios están llamados a ser correctores de los desequilibrios que las fuerzas de mercado impactan en los sistemas urbanos.

Gravar la propiedad inmobiliaria urbana es en casi todos los países una atribución municipal, porque se apoya en un ordenamiento del territorio para lograr en las ciudades efectos inductores de crecimiento o revitalización en áreas deprimidas económicamente, o de restauro y recuperación en áreas ambientalmente afectadas. No se puede gravar con igual criterio una casa vieja y desvencijada en Montecristi, donde no hay quien compre, que un apartamento lujoso en la Anacaona. Ciudades organizadas compensan por ejemplo, con gravámenes adicionales a los inmuebles con vistas panorámicas o con vista a los centros históricos, los frentes marinos o los grandes parques y áreas protegidas. Afectan mayormente las plusvalías y toman muy en cuenta las minusvalías -un término que pronto y dolorosamente aprenderemos a utilizar.

De igual modo cobran -como en Londres- un cargo por rodaje diferenciado de los automóviles privados, según sus recorridos y horas de uso. Porque no es igual pasearse en un Aston Martin por Picadilly Circus en hora pico, que moverse muy de vez en cuando por la campiña galesa en una vieja Land Rover. El primero congestiona unas vías públicas donde se les da uso preferente a las ambulancias, los bomberos, la policía, a los autobuses públicos y taxis. No así a los vehículos de la realeza o los ministros y ministrillos.

En nuestro país "paga placa" todo vehículo, ande o no ande. El pago por rodaje diferenciado viene a ser un instrumento corrector que induce a una movilidad urbana sostenible. Para implementarlo bastan unos "chips" como los que ya se usan en nuestros peajes y una serie de sensores en las calles de las ciudades. Pero ante todo, estos sistemas tienen que ser estudiados y ponderados, en primer lugar para que funcionen y alcancen los objetivos diseñados. Equidad primero, recaudo en segundo lugar.

De igual modo, afectar las transacciones inmobiliarias con un impuesto porcentual indiferenciado, ciego y torpe, es un error urbanístico garrafal. Privilegiar los proyectos nuevos de "vivienda económica" es otro error. El sano desarrollo de una ciudad se logra cuando las viviendas van cambiando de manos y la gente se va reubicando de barrio en barrio, de acuerdo a la movilidad laboral o social. De modo que se vaya produciendo gradualmente la renovación urbana, no reubicando a los barquiteños con una óptica balagueriana, corbusiana, tercio napoleónica, o leónica. Los ciudadanos, si se les deja, se les instruye y se les motiva, pueden hacerlo mejor y de forma sostenible. La clave de la sostenibilidad urbana es cuando cada uno se convierte en protagonista, no solo del propio destino, sino del colectivo.