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Cómo vivir unas vacaciones cardiosaludables

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 Cómo vivir unas vacaciones cardiosaludables
Las vacaciones son para desconectar. La idea es olvidarse por unos días del trabajo, del despertador, de las prisas y de los horarios estresantes (EFE)

MADRID. Después de un duro año de trabajo, llegan las ansiadas vacaciones. Pero durante el periodo de descanso, además de alejarnos de la rutina, tendemos a aparcar las buenas costumbres, algo que puede pasarle factura al corazón. Los especialistas de la Fundación Española del Corazón nos explican cómo vivir unas vacaciones cardiosaludables.

“Los cambios de rutina hacen que nos olvidemos de tareas cotidianas como tomar una pastilla, más aún si hemos cambiado de zona horaria. Por eso es buena idea poner una alarma en el teléfono móvil que nos recuerde cuándo tomar la medicación”, puntualizan los especialistas de la Fundación Española del Corazón.

Los expertos de la Fundación Española del Corazón advierten de que la ingesta brusca y excesiva de alcohol puede provocar el síndrome del corazón en vacaciones.

“No debemos olvidar que la sed es una señal que nos avisa de que hay que beber líquidos. No es saludable aguantar sin beber. Por el contrario, se recomienda beber sin esperar a tener esta sensación”, añade la doctora Aída Iglesias, miembro de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria.

Para desconectar

Las vacaciones son para desconectar. La idea es olvidarse por unos días del trabajo, del despertador, de las prisas y de los horarios estresantes. Sin embargo, es necesario mantener las buenas costumbres para que nuestra salud cardiovascular no se resienta.

Los especialistas de la Fundación Española del Corazón nos ofrecen algunas recomendaciones a tener en cuenta durante las vacaciones. La primera de ellas es hidratarse y cuidar la alimentación.

En este sentido, señalan que no hay nada de malo en comer fuera de casa siempre que controlemos las grasas y la sal. “Es buena idea optar, al menos de vez en cuando, por platos cocinados al vapor, a la parrilla o a la plancha y procurar que las verduras y hortalizas no se queden fuera de nuestra dieta. Los pescados, que suelen apetecer más en estas fechas, también son buena elección”, proponen.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda que para tener una alimentación sana es preciso comer frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales. Así, recomienda consumir al menos 400 gramos de frutas y hortalizas al día, es decir, cinco porciones. No obstante, aclara que las patatas, las batatas, la mandioca y otros tubérculos feculentos no se consideran frutas ni hortalizas.

Otro de sus consejos es limitar el consumo de grasa al 30% de la ingesta calórica diaria. La OMS subraya que las grasas no saturadas (presentes en alimentos como el pescado, los aguacates, los frutos secos o el aceite de oliva, entre otros) son preferibles a las grasas saturadas, que se encuentran, por ejemplo, en la carne grasa, la mantequilla, el aceite de palma y coco, la nata, el queso y el ghee. Además, recalca que las grasas industriales de tipo trans no forman parte de una dieta sana. Las grasas trans se hallan en los alimentos procesados como margarinas, galletas, pasteles, pizzas congeladas, etc.

Del mismo modo, la OMS indica que hay que limitar el consumo de sal a menos de cinco gramos al día (lo que equivale a una cucharadita de café) y consumir sal yodada. De hecho, esta entidad estima que se podrían evitar 1,7 millones de muertes cada año si el consumo de sal se redujera al nivel recomendado.

En lo relativo a la hidratación, es necesario recordar la importancia de beber agua con regularidad, sobre todo durante el verano.

“No debemos olvidar que la sed es una señal que nos avisa de que hay que beber líquidos. No es saludable aguantar sin beber. Por el contrario, se recomienda beber sin esperar a tener esta sensación”, añade la doctora Iglesias.

Asimismo, los especialistas de la Fundación Española del Corazón recalcan que la hidratación es fundamental para que el organismo funcione correctamente. “Por eso hay que beber agua durante todo el día (un mínimo de dos litros a ser posible) e incluso obligarnos a ello aunque no tengamos sed, circunstancia que se da a menudo entre los más mayores”, apuntan.

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