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Iglesia católica
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Los 300 de Pensilvania

Según información de varias agencias de noticias, la Corte Suprema del estado de Pensilvania (EE.UU.) publicó ayer un informe de un gran jurado que documenta 300 supuestos casos de sacerdotes depredadores sexuales.

Deberán, o deberían, pasar a la justicia ordinaria y por un juicio como los depredadores sexuales de cualquier otra profesión. Y si son culpables de ese execrable delito, lo son también de manchar la reputación de cientos de miles de hombres que han dedicado su vida al sacerdocio de una manera desinteresada, de una generosidad inimaginable.

Los sacerdotes católicos que yo he conocido y junto a los que tuve la suerte de crecer y formarme, son hombres en el sentido más completo y honorable de la palabra. Han ejercido su misión en parroquias, colegios, cárceles, fábricas y campos en todo el mundo. Han ayudado a salir de la pobreza y de la ignorancia a comunidades a las que ni gobiernos ni oenegés llegaban (en realidad, ¿no fue la iglesia católica la que con sus misiones -de sacerdotes y monjas- comenzó lo que ahora hace la cooperación internacional... muchísimos años después?)

Son hombres que han vivido con los más pobres en los puntos más remotos del planeta y en los barrios más empobrecidos de las ciudades “desarrolladas”. Han educado, formado, consolado, intercedido por todos los que lo han necesitado y lo han hecho hasta que han sido necesarios.

Los depredadores sexuales son una minoría en la Iglesia católica y es justo que se les desenmascare, se les denuncie y cumplan su condena. Pero los buenos, los que hacen de su vida una vida para los demás son legión.

Y no hace falta estar de acuerdo con ellos en todo para verlo...

IAizpun@diariolibre.com

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