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La obsolescencia del sistema de concho

No vale la pena gritar: es la ley del progreso...

Hay cosas que se piensan, pero no se dicen. E igual hay cosas que no se dicen, pero se hacen. La costumbre hace ley, pero la ley también costumbre.

El revoltillo viene a cuento porque el sector transporte quiere meter miedo, y miedo al Gobierno, con lo obvio: que el nuevo orden desplazará manos al volante. Empiezan a darse números que alarman, pero se trata de una hábil manipulación. Lo viejo se niega a morir, y se agarra de la caja.

Sin embargo, es la ley de la vida. El cambio como el tiempo es implacable, y no porque lo cante Pablo, sino porque la historia así lo testimonia.

El caballo se dio cuenta de que sus días estaban contados y dejó que lo amarraran a una carreta o a una diligencia o a un coche. Cuando llegó el Ford de Palito, el coche de caballos se echó a un lado, y cuando vino el tren, la diligencia encontró trabajo en películas del viejo Oeste.

Así es el progreso, parece que elimina, que afecta, pero solo obliga a mudar de oficio. Entre la barca y el concho, el teleférico hará más cómodo el viaje y con una visual más atractiva.

Tal vez no valga la consigna, pero sí El Quijote: “Avanzamos, Sancho, avanzamos”.

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