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¿Dónde están los intelectuales dominicanos?

Porque donde hay intelectuales hay voces libertarias, porque donde hay intelectuales existe el coraje de la responsabilidad, porque donde hay intelectuales existen preguntas y respuestas valientes y auténticas, porque donde hay intelectuales existen utopías y visión del futuro. Por eso, sí, por eso, el momento actual clama por la presencia de los intelectuales dominicanos en la vida nacional. Porque quizá - como apunta Edward Said- "el intelectual es una especie de memoria antagonista, con un discurso antagónico propio, que no permite que la conciencia mire hacia otro lado o se adormezca".

Precisamente, en momentos en que el país padece grandes dislocamientos en lo económico, lo social, lo político y lo cultural, la pregunta y la respuesta se vuelven más apremiantes. Pese a la aparente percepción de que los intelectuales dominicanos pudieran estar ausentes, dormidos, ciegos, mudos o sordos frente los problemas, necesidades, aspiraciones y preocupaciones de las grandes mayorías del país, soy de los cree que realmente los intelectuales dominicanos existen, aunque con una opacidad que casi los vuelve irrelevantes , siendo además que muchos han dejado de lado su posición crítica y se han integrado dentro de las estructuras del gobierno, corriendo el riesgo de ser "intelectuales de un régimen".

La opacidad, sin embargo, no merma la importancia de los intelectuales dominicanos como generadores de pensamientos lúcidos que logran desenmascarar, esclarecer, oponerse y desafiar las posiciones y actitudes que contaminan e ignoran las aspiraciones y necesidades de los dominicanos y las dominicanas, ni niega ni limita su derecho a participar en el debate profundo y amplio de los grandes problemas nacionales, ni su necesidad y capacidad de influir en la política nacional y en la definición de las políticas públicas.

Los intelectuales dominicanos deben poner sus capacidades al servicio de sus comunidades, no como expertos arrimados a una elite política, sino como facilitadores del proceso comunicacional liberador y como estimuladores del debate que conduce al descubrimiento y construcción de verdades éticamente defendibles. Deben aportar ideas y concebir nuevos esquemas mentales para curar los sufrimientos y las carencias de los individuos y comunidades a los que se les arrebatan la razón y sus derechos. No pueden ignorar el llamado a crear una "nueva plataforma intelectual" que permita pensar y deliberar en libertad y a sumarse a la tarea de la educación y sensibilización democrática para evaluar, repensar y modificar las circunstancias políticas, económicas, sociales, culturales y morales que se tornan confusas y agobiantes por los desaciertos y desatinos políticos nacionales y los desafíos, incertidumbres y presiones globales. El intelectual tiene su espacio propio y, de no asumirlo, en muchos casos, será entonces ocupado por programeros o analistas simplistas con guiones extraños o amañados.

Los intelectuales dominicanos están llamados a ser " ojos y conciencia de la sociedad", que ejercen su influencia desde las aulas universitarias, las publicaciones, los manifiestos políticos, la defensa de las causas comunitarias, el cargo ministerial, las encuestas deliberativas, los días de deliberación, los jurados populares, foros, debates públicos y la militancia política. Pero deberán ampliar su radio de acción para cubrir la patria entera. Muchos se callan o se muestran indiferentes al llamado que hoy le hace la sociedad dominicana. Su indiferencia o su miedo los descarta de la categoría de verdaderos intelectuales, cuya primera tarea debería ser, al decir de Bobbio (1988), "impedir que el monopolio de la fuerza se convierta en el monopolio también de la verdad". Sin embargo, resulta esperanzador el saber que son muchos también los que como nuevos Montesinos levantan su voz para exigir justicia, respeto y solidaridad en medio del desconcierto y la desesperanza nacionales.

El país requiere de intelectuales que se inserten en el entramado de la democracia deliberativa, que aboga por el debate informado, el uso de la razón pública y la búsqueda imparcial de la verdad. En este marco defenderá que la legitimidad política no se basa solamente en las urnas, sino más bien en dar razones, explicaciones y motivos de las posiciones públicas y, que de la misma manera, defiende que la verdadera democracia es la que permite la transformación de las opiniones particulares a través del proceso de deliberación a posiciones que puedan soportar el debate y el escrutinio publico, siendo que la igualdad política sin deliberación no sirve de mucho. El verdadero intelectual siempre deberá estar del lado de las causas que defiende la democracia.

Los intelectuales dominicanos debemos asumir la responsabilidad de participar en el proceso moralizador de la cosa pública. En momentos en que se percibe una carencia en la reflexión acerca de temas éticos, ésta deberá ser una tarea permanente entre los intelectuales, que debe comenzar por declarar y combatir la corrupción, la sombra misteriosa del FMI, la exclusión social, la mala calidad de la educación y la presentación de fórmulas cosméticas para resolver sus males, la mala calidad de los servicios de la salud, el desempleo, la depredación de nuestros recursos naturales, la enajenación del patrimonio nacional, el poder absoluto de un solo partido, la política del espectáculo, la simplificación de los problemas complejos del país y el rescate de la democracia, que ha sido secuestrada por los partidos políticos. Y no menos importantes en la lista, resultan ser el hambre, la inseguridad ciudadana, el clientelismo político, la pésima calidad e los servicios públicos, la impunidad y el tráfico de influencia. Situaciones éstas que retratan la realidad de un país en crisis.

Y para terminar, recurro al "coraje de la verdad" al que incita Chomsky cuando declara: "La responsabilidad de los intelectuales consiste en decir la verdad y denunciar la mentira. Se hallan en situación de denunciar las mentiras de los gobiernos, de analizar las acciones según las causas y los motivos y, a menudo sus intenciones ocultas. Las responsabilidades de los intelectuales son mucho más profundas que la responsabilidad de los pueblos, dados los privilegios únicos de que los intelectuales gozan . Los intelectuales tienen la responsabilidad de insistir sobre la verdad". Y nosotros agregamos: Y también deberán denunciar las mentiras de aquellos que, sin estar en el gobierno, se benefician de él en la sombra y disfrutan de contratas, "botellas" y privilegios. Para reparar estos desmanes necesitamos la presencia de los intelectuales, que por demás, deberán asumir el contrapeso de la debilidad y la ausencia de un verdadero liderazgo nacional.

El país necesita de la conciencia lúcida de sus intelectuales, de su compromiso con el análisis y solución de los grandes y nuevos problemas que aquejan al país, a los que otros presentan soluciones falsas e incompletas. El país necesita de su valentía cívica, de su participación en la deliberación y el debate de los asuntos de interés público, de su defensa de la verdad, de la condena de los abusos de los se consideran ciudadanos de primera y a los demás como ciudadanos de segunda o de tercera. Digamos presente. Digamos en alta voz: ¡Los intelectuales dominicanos estamos aquí y ahora! ¡Somos voz, la razón y conciencia de la patria!

hmanuel.rguez@claro.met.dp