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¿Dos alas rotas de un mismo pájaro?

Descarga.

La globalización es para los países desarrollados algo parecido a la guerra preventiva para las naciones militarmente avanzadas: mantiene el terreno desnivelado a favor de los más poderosos.

En el plano militar, si se tiene la bomba atómica, no se permite que nadie más la tenga. Y a partir de ahí, siempre se será potencia militar dominante. En el plano comercial, una vez que se ha alcanzado el dominio sobre ciencia y tecnología, y se tienen instituciones fuertes, forzar a la apertura del comercio en plano de estricta igualdad saca de competencia a los países subdesarrollados, salvo en la agropecuaria que, por tanto, estará sometida a otras reglas, entre ellas la de seguridad alimentaria, y en renglones de tecnología básica y bajos salarios.

La globalización ha quitado instrumentos que los países avanzados usaron para desarrollar sus mercados, como las prohibiciones de importaciones, el uso de los subsidios para incentivar la producción y otros mecanismos de protección.

Razonamiento.

El libre intercambio es la mejor opción para el mundo; en la práctica, las imperfecciones impiden que funcione bien. La protección genera ineficiencia y reduce los mercados, a no ser que se use por tiempo limitado y propósitos definidos. Lo ideal sería que se declarase un feriado de 30 años con el propósito de nivelar el campo de juego con medidas de apoyo para que los subdesarrollados salgan del atraso, pero el problema mayor es la carencia de instituciones que les permitan aprovechar el feriado y la inexistencia de un gobierno mundial que obligue a que se cumplan las reglas.

Realidad.

La República Dominicana está sometida, en virtud de acuerdos firmados, a las reglas de libre comercio con las principales áreas geográficas del mundo (EE.UU. y Europa), aunque no ha suscrito convenios con otras áreas o países relevantes (Japón, China). En ambos casos, con o sin acuerdos, es deficitaria con el mundo entero, a excepción de Haití.

Locura.

Lo extraño es que siendo deficitarios con el mundo, los dominicanos no hayan reparado en esto, pero los hay quienes se asombran y satanizan a su propio país, cuando descubren que con Haití se tiene un superávit. ¡Oh ductilidad de la personalidad colectiva!

Cordura.

No existe la opción de globalización o no globalización. Globalización es la regla única del juego, profundizada por los avances en las comunicaciones. Algunos países han podido, partiendo del subdesarrollo, convertirse en potencias dominantes en el comercio internacional, como lo atestiguan Corea del Sur y China, que han puesto en jaque a las potencias occidentales.

Amnesia.

Se puede escalar dentro del sistema, puesto que en esto también juega el plano interno: lo que hagamos o dejemos de hacer por nosotros mismos. Y quizás valga más que cualquier otra consideración. Y eso es lo que los dominicanos suelen olvidar o no están dispuestos a recordar.

La República Dominicana es un país subdesarrollado, pobre, de crecimiento desigual en los últimos decenios, sometido a las fuerzas de la globalización, que ha tenido que abrir las fronteras al libre comercio, abatir el arancel y las prohibiciones de importaciones, crear condiciones no discriminatorias para los extranjeros en el mercado interno, eliminar subsidios a exportaciones, competir para poder subsistir, y es bueno que así sea.

Decisión.

Los países grandes subsidian su agricultura, pero no permiten que los pequeños hagan lo mismo, y mucho menos con la industria.

Haití es subdesarrollado y más pobre aún que su vecino, y quiere prohibir importaciones para desarrollar su economía, lo cual podría ser bueno para ellos por un tiempo, o para un pequeño grupo, pero malo para los demás.

República Dominicana está en una encrucijada: sometida a la fuerza del comercio y competencia internacional, carente de instrumentos de protección o muy menguados, y presionada por las políticas proteccionistas de la vecina nación.

La solución no es cambiar comercio por inmigración, como algunos han sugerido. Eso no. Al contrario, hay que ser cada vez más estrictos en el cumplimiento de las leyes de migración. Tampoco entrar en una guerra comercial, sino exigir que se cumplan las reglas de juego internacionales. El contrabando no es solución, aunque sí un escape inevitable ante instituciones que no funcionan.

Hay que formalizar el comercio de ambos lados, para que cada cual pague sus impuestos en base no discriminatoria por el origen de la mercancía, pero es cosa bilateral, o multilateral, pero nunca unilateral. Y, sobre todo, prepararse para que el mundo sea el gran mercado, cambiar de mentalidad, políticas, actitudes. China es el ejemplo, sumergida hace medio siglo en la pobreza y el atraso, convertida hoy en potencia económica.

Lo peor sería confundirse en un regateo permanente que sólo profundizaría más la pobreza de ellos y la nuestra. Es hora de actuar, simplemente, actuar.