Los periodistas somos malos

Los periodistas somos los malos de la película. No nos quieren los policías porque denunciamos sus atrocidades. No nos quiere el Gobierno porque hurgamos en sus actividades y denunciamos lo que nos parece mal. (Al Gobierno solo le gustan los que puede comprar) Y cuando nos visita alguien importante, nos dejan fuera y nos impiden hacer nuestro trabajo.

Lo peor de todo es lo ridículo de esta actitud en la época en que todo el que tenga un teléfono es periodista en potencia. Es más, muchos de los incidentes ocurridos en las calles en los últimos años han sido reseñados primero en las redes por testigos convertidos en cronistas de la realidad.

El periodista no está para hacer reír ni es un cronista del fracaso. Es simplemente un testigo que contribuye a escribir la historia del tiempo que le tocó servir y lo hace, cuando es buen periodista, con ojo y cerebro abierto y crítico, nunca complaciente, pero siempre tratando de apegarse a la verdad, único criterio válido para juzgar su trabajo.

Si el precio a pagar es ser los malos de la película, pues ni modo. Seguiremos haciendo periodismo, aunque mal pague.

Diario Libre