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El ascenso del sur en un mundo diversificado

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El ascenso del sur en un mundo diversificado

En ocasión a la V Cumbre de los BRICs, en Durbán, Africa del Sur, 26-27 de marzo de 2013

En un mundo cada vez más diverso, diferente y multipolar, el ascenso de las naciones del sur se constituye en una tendencia y señal de los tiempos presentes.

A la par con el estancamiento y declive de los poderes omnímodos de las grandes potencias occidentales, la realidad registra la emergencia de nuevas potencias y poderes regionales y globales, que no solo contrapesan el predominio y la influencia de los países que se agrupaban en el G-7; sino que también les disputan espacios de tomas de posiciones en el G-20 y organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y a su vez, construyen espacios propios como los Brics, la Organización de Shangai, el CELAC, UNASUR, ALBA y otros.

Este fenómeno es parte de un proceso de reequilibrio de fuerzas a escala planetaria que ha pasado por diferentes momentos y que en América Latina y el Caribe tiene como su máxima expresión el impulso vigoroso de un proyecto de integración regional autónomo, conjuntamente con la universalización (aunque a velocidades y a escalas diferentes) de políticas públicas que priorizan los derechos sociales, la democracia participativa y la inclusión y equidad social. Estos factores explican, en buena parte, los datos y conclusiones que sobre América Latina y el Caribe arrojan el Informe de Desarrollo Humano del 2013, del PNUD.

Independientemente de cualquier diferendo, crítica o rechazo a los datos concernientes a tal o cual país, lo que se debe resaltar es el hecho de que nuestra región tiene el segundo promedio más alto de IDH; de que se registra una reducción sostenida de la pobreza multidimensional y de que la satisfacción general con la vida, de los pobladores de este llamado "Continente de la Esperanza", es la más elevada de todas las regiones del mundo.

Más allá de cualquier duda razonable, el ascenso del Sur está cambiando la faz del mundo del siglo XXI, y hay signos más que evidentes del agotamiento, decadencia y ocaso de los poderes imperiales, heredados del siglo XX. Sin embargo, apenas asistimos a lo que podríamos considerar como una segunda etapa de un dilatado proceso de transición del viejo orden mundial, que se resiste a morir; hacia el nuevo orden mundial, que todavía no acaba de nacer.

-2- A esa transición que representa un gran cambio global con sentido progresista y revolucionario, aportan su cuota de entrega y dedicación, en la primera línea, más de 40 países del Sur; así como, los partidos políticos, los movimientos sociales, que se conectan con las demandas y los reclamos de sus sociedades y sus pueblos, en su aspiración secular de alcanzar una existencia digna, que les brinde la oportunidad de disfrutar de los derechos y conquistas políticas, sociales y culturales, que en pleno siglo XXI son todavía privilegio exclusivo de una ínfima minoría.

El cambio para mejor y para los más debe ser la fuente de inspiración común de un gran proyecto nacional, que haga posible una gran convergencia o concertación entre los distintos actores políticos y sociales de la sociedad dominicana, para empujar juntos, desde cada uno de nuestros espacios de actuación, los proyectos, planes y metas que hagan de la República Dominicana, una nación más soberana y libre; un país más justo y próspero y al pueblo dominicano más digno y feliz.

Como parte de la generación de los 60, confieso haber aprendido a golpe de muchos errores y aciertos, que en política no saber leer las señales de los tiempos es un pecado capital; pues eso nos impide saber cuándo dar el siguiente paso que demanda el proceso histórico e impide, también, cambiar el paso cuando las circunstancias así lo requieren.

Atrevámonos a leer y descifrar las señales de los tiempos para que juntos, con la ayuda del azar, hagamos lo que nunca se ha hecho.