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El otro Santo Domingo

El periodismo investigativo ha logrado enfrentar situaciones y modificar opiniones, entre muchos otros aportes realizados. Nadie debe oponerse a que se informe sobre violaciones de la ley, escándalos y todo lo demás, sin olvidar alteraciones del ritmo constitucional, nepotismo y todo tipo de corrupción pública y privada. Sin embargo, al llevar a cabo esas labores, existe el peligro no sólo de acusar sin pruebas sino también de generalizar la mala conducta de algunos extendiéndola innecesariamente a todo un pueblo, una comunidad religiosa, un partido político. Y as palabras escogidas para los titulares pudieran hacer que todo lo anterior sea aún más peligroso.

Los reportajes sobre un reciente escándalo en el cual se menciona, entre otras personas, a un prominente político estadounidense en quien parece centrarse gran atención, han dedicado más espacio a describir el tema de la prostitución en un país hermano. Un titular grandemente desplegado afirmaba: "aquí la prostitución está en todas partes". Se refería en algún lugar a un "pueblecito pequeño", pero para quienes preferían leer otras noticias podía indicar que todo el país y su pueblo, vivían de la práctica de lo que algunos han calificado, quizás incorrectamente, como la más antigua profesión.

Es lamentable arruinar la reputación de una persona, pero la vida pública tiene esos riesgos. Ahora bien, escoger algo ocurrido en un lugar determinado para un despliegue de primera plana, puede convertirse en una forma más de hacer daño a un pueblo. Recuerdo en una ocasión una referencia por escrito a La Habana anterior a Castro como el burdel de América. Una persona que lo comentaba fue interrumpida. Se le señaló que en su propio país se había producido recientemente una gran redada en torno a esa práctica nada honorable. Pero aún si se aclara con palabras perdidas en medio de un largo trabajo que la prostitución no es exclusiva del país, y se citan ejemplos, lo que va a quedar es el énfasis hecho sobre el lugar en cuestión y sus habitantes.

Así las cosas, me siento obligado a recordar a los posibles lectores de tales reportajes, respetando la libre expresión del pensamiento y la libertad de prensa, que no sólo la prostitución existe, adoptando diversas formas y estilos, a lo largo y ancho de la geografía universal, sino que la República Dominicana no es el ejemplo más notorio, por mucho que se esfuercen en dar a entender lo contrario quienes sólo conocen ese y otros países por una corta visita, la rápida lectura de noticias, los programas de televisión, el comentario de algún viajero y la búsqueda de datos resumidos e incompletos en la nada infalible Internet. Es curioso que hasta algunos se atrevan a opinar paladinamente sobre la legalidad o ilegalidad de una práctica sin acudir a una lectura minuciosa de la legislación vigente.

Los mayores problemas que enfrenta la patria de Duarte, Sánchez, Mella, Máximo Gómez y otros próceres son la escalada de violencia, comparable a la que existe en otras regiones cercanas o lejanas, y el universalmente extendido narcotráfico. Enfrentar esa situación pudiera hasta sufrir por el despliegue del caso que nos ocupa pues quizás demore la instalación de métodos importantes para detectar la entrada de drogas en el país y hasta repercutir sobre el debate de las nuevas propuestas inmigratorias que afectan a tantos de los que hablan nuestra gloriosa lengua española en Norteamérica. Esos temas requieren consideración aparte.

Me veo obligado, contra cualquier opinión contraria que sabré respetar, a recordar algo fundamental. Me refiero a la realidad de que hay otro Santo Domingo, otra República Dominicana, otra Quisqueya, tierra muy diferente a la que ha recibido tanta atención en días pasados. Un país en el cual se combatió contra cuatro banderas por mantener la independencia. Los dominicanos derrotaron en el campo de batalla a Inglaterra en el siglo XVIII, a Francia, Haití y a España en el siglo XIX. Si alguien duda puede consultar textos de historia, no solamente los escritos por dominicanos sino otros muchos escritos por importantes personajes extranjeros como "La Viña de Naboth", dos volúmenes del famoso diplomático estadounidense Benjamín Sumner Welles Se trata de una nación que aún separada de su Madre Patria ha sabido conservar la cultura y el idioma, tierra que venera el legado histórico que le dejó España y sobre todo que ha conservado su identidad nacional en medio del fenómeno inmigratorio contemporáneo y de ocupa- ciones extranjeras, como la impuesta por Haití en el período 1822-1844.

Y aclaro que estoy obligado por la amistad y solidaridad recibida de dominicanos a través de los años. No sólo por haberme especializado en estudios dominicanos, sino por conocer de cerca a un pueblo noble, generoso, cortés, que ha dado al mundo no sólo actores, cantantes y deportistas eminentes, sino intelectuales como Don Pedro Henríquez Ureña, Maestro de América; hispanistas agradecidos y patriotas generosos que han sabido combatir por las libertades de pueblos hermanos. Se trata de un pueblo pobre, a veces desbordado por los acontecimientos en su historia, pero que sobresaldrá por encima de cualquier reportaje pasajero y cualquier comentario negativo.