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El tiempo de la escuela

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El tiempo de la escuela

La escuela enseña conocimientos, habilidades y destrezas. Transmite actitudes, valores y creencias. Y protege a niños y adolescentes. Una condición necesaria para cumplir con los objetivos misionales de la escuela es el cumplimiento del calendario y el horario. En países donde la educación se toma en serio, el cumplimiento de las horas del día y los días del año que defina el currículo oficial es cierto y rutinario. En la República Dominicana ese cumplimiento es todavía un objetivo alcanzar.

A principios de los 60s, el país tenía unas pocas escuelas básicas completas, poquísimos liceos públicos y una universidad de 3000 estudiantes. A partir de ahí, y mientras el sistema crecía, la interrupción de docencia en los planteles estatales acompañó las luchas contra los remanentes de la tiranía, el golpe de Estado, la intervención, la represión posterior a la guerra civil. Y cuando se terminaron esas luchas, acompañó las décadas de conflictos entre el sindicato de maestro y el gobierno. Hasta que de tantas interrupciones, el calendario y el horario escolar se convirtieron en discurso.

Debido a esa situación, desde principios de los 60s, muchas familias que debieron tener sus hijos en la escuela pública hicieron sacrificios para enviar sus hijos a escuelas privadas. Poco a poco, aquellos cuyo sacrificio les alcanzaba, siguieron el mismo camino. Entre ellos los funcionarios de todos los poderes y los líderes sindicales y políticos de todos los colores. Con las sucesivas mejoras salariales, directores y maestros se fueron sumando al grupo,

Aquel pequeño sistema heredado de la tiranía creció en democracia, irrespetando el tiempo de la escuela pública y segregando a los estudiantes en término del ingreso familiar. En la medida en que los grupos con poder para decidir o para reclamar se alejaron de la escuela pública la misma se quedó sin dolientes. Debilitada y sin dolientes, la escuela pública se convirtió en el espacio de los que no tenían opciones. Un espacio donde la desatención política y financiera oficial sería compensada con la oficial tolerancia a inconductas e interrupciones de clase. Desde el gran paro de 1991 no se ha producido otra huelga general. Pero en la escuela pública, siguen siendo más las horas de clases que se pierden que las que se aprovechan.

Como consecuencia, hoy, la mayoría de los dominicanos no ha asistido a una escuela donde se respete el calendario y el horario. O donde los profesores conozcan y dominen los contenidos del currículo oficial. La mayoría de aquellos que han completado la educación básica o media egresaron pobremente formados, porque la escuela no los formó bien. Miles de bachilleres pobremente formados son admitidos en la universidad y sometidos a programas deliberadamente ligeros, donde se aprende poco, pero suficiente para regresar al aula como profesor. Generaciones de estudiantes procedentes de los sectores sociales más vulnerables, que son los que más apoyo y protección necesitan, son obligados, por el incumplimiento del calendario y el horario, a sustituir horas de la escuela por horas de la calle, donde algunos aprenden en conocimientos, habilidades y destrezas que arruinarán su vida y la vida de otros.

Sin grandes tradiciones que sirvan de referencia, y después de tantos conflictos, desatenciones y precariedades, se ha llegado a creer que el mundo es así, que las cosas no tienen componte o que esto es lo que al dominicano le toca.

Ojalá que la victoria del 4%, que es la derrota de muchísimos proyectos importantes, derrote el pesimismo imperante en el sistema educativo y reivindique los objetivos misionales y el tiempo de la escuela.