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FMI
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Al fondo con la deuda y la estabilidad cambiaria

“El sector público consolidado registró un déficit del 4.3 por ciento del PIB en 2016, lo que llevó a la deuda pública a un estimado de 49.7 por ciento del PIB a finales de año. (...) Los Directores saludaron el compromiso de las autoridades con la disciplina fiscal y las animaron a tomar medidas tempranas para evitar un mayor aumento de la deuda, dada la fuerte posición cíclica de la economía. Esto requeriría contener el déficit fiscal de este año y avanzar para mejorar de manera significativa el balance fiscal en los próximos años.” Fondo Monetario Internacional, marzo 27, 2017

Un déficit del 4.3% del PIB pudiera dar la impresión de que se trata de una cifra relativamente manejable, pero cuando nos percatamos de que esa proporción representa unos RD$150,000 millones o cerca del 25% del presupuesto nacional la impresión pudiera ser otra. Y ciertamente es una cifra que debiera mover a la mayor preocupación. Una primera razón se encuentra en el hecho de que ese nivel de déficit resta credibilidad a la política fiscal, tal como lo plantea el Directorio del FMI, pues apunta hacia una falta de disciplina y previsibilidad del marco fiscal. Asimismo, genera una presión que se traduce en mayores niveles de endeudamiento.

En condiciones normales, el endeudamiento pudiera ser una importante fuente de recursos para financiar proyectos de infraestructura física que mejoren la capacidad productiva del país; es decir, proyectos que con su retorno paguen su financiamiento. Era la tradición que esos proyectos fueran financiados por organismos internacionales, bajo ciertas condicionalidades que obligaban a los gobiernos a realizar determinadas reformas estructurales. Luego del descubrimiento de que podíamos acudir a los mercados financieros internacionales y colocar bonos soberanos sin ningún tipo de condicionalidad se inició una tendencia a privilegiar este tipo de financiamiento. Es así como en 2012 la deuda externa pública contratada con entidades privadas -básicamente, bonos soberanos- ascendía a USD 2,774.8 millones, mientras que a febrero del presente año se había elevado a USD 11,576.3 millones, para un crecimiento superior al 300% en un periodo de cuatro años. Durante ese mismo periodo la deuda multilateral -deuda con organismos internacionales- se mantuvo aproximadamente en el mismo nivel, mientras que la deuda bilateral -con los gobiernos- se redujo en cerca de un tercio. Claramente, el gobierno ha elegido, en materia de endeudamiento, el camino más fácil, el más costoso, y el de menor condicionalidad.

Ese camino, sin embargo, es el que mejor se ajusta a un modelo económico que necesita crucialmente del oxígeno que le da el endeudamiento para sostenerse y crecer artificialmente. En un esquema como ese no hay tiempo que perder ni necesidad de evaluar la relación costo-beneficio del endeudamiento. Lo importante es que el financiamiento aparezca rápido. Y siendo fungible el dinero ya no hay forma de saber para qué nos endeudamos si los nuevos financiamientos caen bajo la categoría de «apoyo presupuestario». La tendencia es que el endeudamiento siga creciendo en los próximos años. Para 2017 el FMI estima que el endeudamiento superará el 50% del PIB, situándose en la proximidad del 53% en 2018. Otros países, como Japón y Estados Unidos, tienen niveles de endeudamiento muy superiores al nuestro, pero la carga fiscal de la deuda es mucho menor que la nuestra. Como se ha repetido tantas veces, más del 40% de los recursos tributarios son utilizados para cubrir el servicio de la deuda pública. Y el FMI recomienda un tipo de reforma fiscal –incluyendo una revisión de la calidad del gasto público- que ahora mismo solo concita el interés parcial del gobierno en lo que se refiere a la eliminación de las exenciones. En este sentido, el endeudamiento ha servido para postergar las necesarias reformas, no solo en el ámbito fiscal sino también en otras áreas de la economía, como la eléctrica y la laboral. El problema es que la capacidad de endeudamiento está prácticamente agotada y el gobierno está en una débil posición para liderar esas reformas.

No hay dudas que el endeudamiento favorece la estabilidad cambiaria y una acumulación de reservas que a su vez genera más endeudamiento. Como es ya una costumbre en estos reportes, el FMI reitera su recomendación de una mayor flexibilidad cambiaria, a contrapelo de que en el pasado reciente las autoridades monetarias han dado muestras de una mayor inclinación hacia el control de cambios, como es el caso de la medida que elimina el uso del «verifon» para el pago en moneda extranjera y que afecta, principalmente, a la industria del turismo (muchos turistas alegan una doble pérdida cambiaria al cobrarles en pesos y luego tener que reconvertir a la moneda de su país de origen) y a empresas e instituciones que generan obligaciones en diferentes divisas, a pesar de que la ley monetaria y financiera establece el derecho de los agentes económicos a realizar sus transacciones en las monedas que libremente consideren convenientes.

El Directorio del FMI no ha hecho más que endosar el informe que presentó la misión que el pasado mes de febrero visitó el país al amparo del Artículo IV. Se destaca, entre otros aspectos, que la economía dominicana enfrenta riesgos que se relacionan con la incertidumbre generada por las previsiones económicas en socios comerciales tan importantes como Estados Unidos, el comportamiento de los precios del petróleo, la apreciación del dólar y el alza en las tasas de interés. Todo ello apunta hacia la necesidad de tener una mayor flexibilidad cambiaria con el propósito de mejorar la capacidad de absorción de la economía dominicana ante la eventualidad de choques externos. Pero, primero hay que absorber el choque interno de la indignación popular...

@pedrosilver31

Pedrosilver31@gmail.com

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