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Algunas precisiones sobre la economía del comportamiento

«Usted no supondría que la economía del comportamiento era un intento para rehacer aquellas áreas de la economía que son fuertes y bien estudiadas. Tampoco usted supondría que la economía del comportamiento era un esfuerzo para poner un brillo matemático a la psicología [...] en un intento de desarrollar una teoría sobre lo que ocurre dentro de la mente. Eso, después de todo, es un tópico de poca relevancia para la economía. Y dada la propensión de los economistas del comportamiento a seleccionar las más triviales desviaciones de la teoría estándar, usted imaginaría que las teorías del comportamiento son objeto de un escrutinio profundo y cuidadoso por parte de los economistas del comportamiento. Por la mayor parte usted estaría equivocado». David K. Levine, Is behavioral economics doomed?, 2012

Hay un serio problema metodológico con la economía del comportamiento. Sus cuestionamientos a la teoría económica estándar están basados, generalmente, a la realización de experimentos cuyos resultados generalmente entran en contradicción con postulados del paradigma económico dominante. Esto obliga a una reflexión sobre la naturaleza misma de la ciencia económica. ¿Es la economía una ciencia experimental? (Una pregunta que es válida para las demás disciplinas sociales.) Asumo que para la mayoría de los economistas con formación metodológica la respuesta seria negativa. Esto es, la economía no es una ciencia experimental. Desde un experimento no es posible derivar conclusiones que puedan ser consideradas como parte del cuerpo teórico de la economía.

La economía es una ciencia subjetiva y deductiva. Parte del comportamiento del sujeto o individuo en la esfera del intercambio. O, parafraseando a Mises, la acción humana en el campo económico. Sin esa subjetividad no es posible el intercambio entre los agentes económicos. Si la valoración fuera objetiva no habría forma de realizar transacciones en el mercado. Esto tiene sus implicaciones en términos experimentales. Los resultados de un experimento pueden variar, dependiendo del contexto en el que se realiza y de las cambiantes preferencias de los individuos. Por esto, desde un experimento no se puede generalizar.

Lo anterior nos advierte que no podemos esperar más de lo que es posible esperar de la economía del comportamiento. Sin embargo, sin mayores pretensiones teóricas, esa rama de la psicología puede ayudar en el diseño de instrumentos que hagan más efectivas determinadas políticas, tanto en el ámbito público como el privado.

Uno de los cuestionamientos que hace la economía del comportamiento es sobre la supuesta racionalidad de las personas. El hecho de que las personas no sean racionales se verifica, siguiendo su argumentación, en experimentos que muestran que la elección de los individuos puede estar afectada por la forma en la que se presentan las opciones (framing effects) y por la calidad de las informaciones suministradas (anchoring effects) al momento de la elección.

Tomemos el primer efecto (framing) como ejemplo. Con mis estudiantes hicimos el experimento de hacer una encuesta en el aula sobre el tema del aborto. Se hicieron dos encuestas, separadas una de la otra. En la primera encuesta de preguntó, “¿está usted de acuerdo con el aborto?”. Una ligera mayoría se mostró de acuerdo con el aborto. En la segunda encuesta, a los mismos estudiantes, se les hizo la siguiente pregunta: “En caso de incesto, violación o en serio riesgo de la vida de la madre, ¿está usted de acuerdo con el aborto?”. Más del 90% de los estudiantes respondieron afirmativamente. Es obvio que dependiendo de cómo se presenten las opciones las respuestas pueden ser marcadamente diferentes. Igual ocurre con las encuestas políticas. La forma de las preguntas, el orden de los candidatos, las omisiones, entre otros factores, pueden generar una manipulación de los resultados.

Otro ejemplo: la donación de órganos. La economía del comportamiento anticiparía que dependiendo de cómo se presente la opción un mayor número de donantes es posible. Actualmente, tengo entendido que se ha encaminado un proyecto de ley para que se regule y se incremente la donación de órganos. El mecanismo se ha aplicado con éxito en el ámbito laboral. En lugar de que el donante tenga que registrarse como tal, se propone que el no donante sea quien tenga que registrarse. Es un cambio importante, pues transfiere los costos de transacción del donante al no donante; por lo tanto, la gran mayoría no se va a molestar en registrar su oposición a donar. Solo aquellos casos de preferencias extremas acudirían al registro. El resultado es que aumenta la probabilidad de salvar una mayor cantidad de pacientes en necesidad de un trasplante de órgano.

Son muchos los experimentos que se han realizado en los terrenos de la economía conductual. El interés es hurgar en los procesos mentales que son previos a las preferencias y decisiones de los individuos. En este sentido, plantean (Varian, 2014) que “las preferencias no son una guía para la elección; en cambio, las preferencias son ‘descubiertas’, en parte, a través de la experiencia de elegir”. Es un punto de vista opuesto a la idea que normalmente se acepta en economía de que las preferencias son previas al acto de elegir. Es difícil imaginar un individuo que va al mercado con una ‘tabula rasa’ a construir sus preferencias. Ciertamente, cada proceso de elección puede tener un efecto dinámico sobre las preferencias del individuo. Las preferencias, sin embargo, tienen innumerables factores como determinantes, incluyendo la cultura, la ideología y la religión.

No es tarea del economista ir más allá de las preferencias que se revelan en las transacciones de mercado y que son transmitidas a través del sistema de precios –sin necesidad de asumir un mundo perfecto- para la correspondiente asignación de recursos. Poco importa, desde el punto de vista del economista, saber cuáles son las motivaciones de un individuo que demanda una manzana. Eso puede ser de interés legítimo para los psicólogos. A fin de cuentas, la economía del comportamiento es una rama de la psicología, no de la economía. Aunque se hayan ganado - ¿merecidamente? - varios premios Nobel.

Pedrosilver31@gmail.com

@pedrosilver31

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