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Partidos políticos
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Danilo Medina y su facción buscan perpetuarse en el poder

Las primarias abiertas facilitan que la mano larga del Gobierno y del partido oficial o de grupos corporativos, desde fuera de los otros partidos, puedan imponer a base de “papeletas” sus candidatos o impedir la elección de uno que no sea de su conveniencia

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Danilo Medina y su facción buscan perpetuarse en el poder

El 2017 está por terminar; no así la controversia sobre las primarias que el partido gobernante ha impuesto como expresión de la confrontación que a su interior libran las dos facciones que luchan por el control de esa estructura y la candidatura presidencial.

Si lo que estuviera discutiéndose sobre las primarias abiertas o cerradas fuera para su adopción en el reglamento interno del PLD, poco nos importaría este debate. Pero resulta que lo que se está decidiendo es imponer las primarias abiertas a todos los partidos, mediante una ley, en función de las conveniencias del oficialismo y valiéndose del control que tienen del Congreso. Muchas son las razones que avalan su rechazo.

Ante todo, las primarias abiertas chocan con la esencia misma de la organización de los partidos políticos en la forma en que son concebidos en la Constitución y las leyes vigentes.

En principio, los partidos, como expresión del ejercicio de la libertad de organización y de pensamiento se estructuran con base en concepciones, programas y objetivos compartidos entre sus miembros, que a su vez les sirven para fundamentar un discurso y captar nuevas simpatías. La vocación de cada partido es ganar el gobierno para, por lo menos en la teoría, impulsar las reformas o transformaciones, las leyes, las políticas públicas o los programas acordes a la visión política desde la cual se han organizado.

En ese contexto, lo lógico es que los partidos como instituciones privadas, con finalidades públicas, tengan la facultad de determinar en sus reglamentos internos el modo de elegir a sus autoridades y candidatos, adecuándolos a su grado de desarrollo organizativo y a las concepciones políticas que los orientan. Lo que sí es innegociable es que el modo de elección de sus autoridades y candidatos sea conforme a la Constitución y las leyes y, en ese sentido, tiene que hacerse mediante procesos diseñados con reglas claras, respeto de los derechos, igualdad de oportunidades, plena libertad, transparencia y cada candidato apoyándose en recursos lícitos.

Esos candidatos vienen a ser los hombres y mujeres que los miembros de ese partido, en ejercicio de su soberanía, junto al programa de gobierno, les proponen a la sociedad sea como oferta de continuidad de lo existente o proyecto de cambios, reformas y transformaciones.

Ahora bien, la decisión final de quiénes serán los representantes, en los distintos poderes públicos, no corresponde al partido sino a la ciudadanía para lo cual deben celebrarse elecciones libres, legales, organizadas con equidad y con la debida transparencia para que se garantice el respeto de la voluntad popular.

Por tanto, la elección de los candidatos de un partido y la elección de los representantes a las funciones públicas son dos momentos diferentes y de naturaleza muy distinta. Lo primero es un evento interno y corresponde a la soberanía de los que voluntariamente se hayan afiliado y los electos estarán representando exclusivamente a su partido. Lo segundo es un proceso abierto y corresponde a la soberanía ciudadana elegir los que asumirán la representación de todos en los poderes públicos.

Las primarias abiertas facilitan que la mano larga del Gobierno y del partido oficial o de grupos corporativos, desde fuera de los otros partidos, puedan imponer a base de “papeletas” sus candidatos o impedir la elección de uno que no sea de su conveniencia.

Las primarias abiertas obligan a todos los precandidatos a diseñar campañas dirigidas al universo de electores en facultad de elegir la representación de que se trate. Esas precandidaturas no se financian con recursos del partido sino que cada aspirante lo hará con recursos propios, unos de origen lícito y otros no. En ese diseño, las aspiraciones se restringirán a quienes dentro o fuera de los partidos puedan financiar, primero la pre-campaña para su postulación y, luego, la campaña para su eventual elección como representante a un poder del Estado. Un sistema político en que la aspiración a una representación dependa del dinero que se tenga o se pueda agenciar el candidato, no es realmente una democracia sino una plutocracia.

Danilo Medina y la claque de palacio y del comité político que le hacen coro, con el control que tienen del Estado y el dinero acumulado por la corrupción, con la imposición de las primarias abiertas buscan disolver el sistema político convirtiendo a los partidos en comités electorales en torno a candidaturas, desmontar así las estructuras partidarias y atomizar la ciudadanía a seguidores de candidatos que lo único que tendrán será dinero para repartir. Con todo ello estarán creando las condiciones para perpetuarse en el poder, desde el poder del Estado.

Lo peor de todo esto es uno tener que oír a gente que cree, en su inocencia, y a otros que hacen creer, en su maldad, que se trata de un debate por la democracia y para darle mayor poder a la ciudadanía. Cuando despertemos demasiado tarde será.

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