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Reelección
Reelección

El mismo cuento

Le veo preocupado. — Sí, es verdad. Siento ansiedad por el porvenir. Tengo un nudo en el estómago. Las cosas no van bien por más que insistan en malgastar el presupuesto en propaganda cerril.

¡Ah! Usted sigue atacando al Gobierno por mero deporte.

—No ataco; pienso, compruebo, analizo y comento. Es evidente que pretenden retorcer los testículos de la Constitución con tal de permanecer en el poder.

No hombre, no. Lo que sucede es que el país no debería desaprovechar la oportunidad de seguir siendo dirigido por un hombre con capacidad de trabajo, visión, firmeza y experiencia. Esas cualidades no se encuentran en boticas.

—No jeringues, ni hagas propaganda. Escúchame, Cucharita. Esto es muy serio. En ese intento de permanecer, la gente que te paga usando el dinero de todos para sus propios fines, no está percibiendo que se encamina a quedar sin honra, marcados para siempre con la letra escarlata.

No señor; con el tiempo su obra será enaltecida, elogiada, reconocida.

—Fíjate que hasta los yanquis han llamado a consultas a su embajadora, preocupados por la necesidad de “apoyar instituciones y economías fuertes, independientes y democráticas en toda Centroamérica y el Caribe”. El debilitamiento de las instituciones pudiera abrir un peligroso período de inestabilidad política.

Aquí mandamos nosotros, no los yanquis. El juego democrático permite retocar el ordenamiento jurídico, sin perder la estabilidad política.

—El intento de reelección desataría los demonios y abriría paso a la turbulencia política. Tus jefes tienen un miedo atroz a salir del poder. Solo tienen intereses particulares por cuidar y evitar que les pidan cuentas. Así de triste es su universo. Así de lúgubre su futuro.

Usted está ciego. Las visitas sorpresas y los programas sociales están cambiando la vida de mucha gente. Y en democracia la mayoría se impone.

—Eres un iluso. Sabes bien que están tratando de inundar el texto constitucional de papeles enchumbados de humedad para pudrirlo, socavarlo.

El iluso es usted. Hay progreso, crecimiento, construcción, edificios por doquier, empleo. Reconozca lo que sus ojos ven y deje de ser sectario y testarudo.

—En su afán, están desarrollando una obra de teatro. Primero fue la contienda sobre las primarias. A seguidas impusieron que una pequeña cúpula, encallecida y no representativa, decidiera la modalidad.

Pues sí señor, lo democrático es que el pueblo pueda elegir; no que un grupo escoja el candidato a dedo.

—Después vino la escenificación del suspense, de si va o no va, para crear el escozor de la curiosidad. Y ahora están probando con el papel de víctima, discriminada en su derecho de ser elegido.

Abimbao, los otros dos fueron presidentes y quieren volver. Entonces, por qué prohibirle al de ahora que pueda aspirar de nuevo y, para colmo aplicarle el nunca jamás. Es la ley del embudo, ancha para ti, estrecha para mi.

—No me vengas con tonterías. Hay que dejar atrás las mañas de la montonera. La constitución no puede ser cambiada cada período. La modificaron en 2002, 2010 y 2015, solo para confeccionar un traje a la medida de cada cual. Y ahora están tratando de volver a modificarla o reinterpretarla.

Usted se ha creído que puede adivinar el futuro y vive imaginando cosas. Los de ahora están concentrados en gobernar. Después, ya se verá.

—Huele a que se está preparando un ataque de comejones contra la institución judicial.

¿Comejones?

—Los comejones se especializan en devorar instituciones. Su sede principal es el ejecutivo. Tienen asiento preferencial en el congreso y judicial. Están diseminados y disponen de artillería pesada. Pueden prometer linduras y cumplir, al fin y al cabo los recursos no son suyos, sino de todos.

Sopla, Abimbao, por inventos usted no se queda atrás.

—El ataque de esos comejones podría tener lugar en varios frentes. Por un lado, los altos tribunales. Ablandarlos para que se pronuncien a favor de la interpretación favorable a la reelección. Y, si no, cambiar a los altos jueces que poseen independencia de criterio, para que los sustitutos hagan el trabajo sucio. Acaban de convocar el Consejo de la Magistratura con esa finalidad.

Usted supone que nos comportamos como una tribu y no es así. La convocatoria se ha hecho siguiendo el mandato de la ley.

—Cucharita, despiértate, carajo.

Quien pareciera estar dormido, es usted.

—Se ha puesto en escena el enjambre de juristas especializado en derecho constitucional. Su papel es interpretar los textos, crear las dudas, abonar el terreno. Mentir con apariencia docta. ¡Hasta donde se ha llegado en la carrera alocada de descomposición moral!

Usted se está llevando de la propaganda de la oposición. No hay liderazgo firme sino diluido. Ahí si hay un lío bien armado. Su incompetencia es lo que da alas a la posibilidad de permanencia. No busque remedio en otro sitio.

—No me distraigas. Las autoridades están apoyadas, además, por una batería de expertos en asuntos económicos. Ocultan la gravedad de la situación, complicada con expedientes eléctricos y tramas. Y, ¡qué bien les ha ido! encubriendo, distorsionando.

Usted no dice que la oposición tiene economistas que viven pronosticando tragedias y no pegan una. Parecen aves de mal agüero. No salen del tema de la deuda.

—Ni caso te hago. Como si fuera poco hay otras fuerzas de infantería, enquistadas en los medios de comunicación, cuya tarea es decir que lo blanco es negro y viceversa; confundir, elogiar a los comejones. Preparar y divulgar cuentos.

Según usted, estamos como los chivos sin ley, pero dése cuenta que para eso está el Estado.

—Has dado en el clavo, Cucharita. Ese es el gran problema. Confunden sus intereses particulares con los del Estado.

Mire usted, me tiene confundido con sus peroratas de bachiller. Me voy y hablamos luego.

—Comprende, Cucharita, que ante tanta calamidad estamos obligados a imponer principios de convivencia que se mantengan y estén por encima de los intereses particulares. Esa es la gran tarea a cumplir, hombro con hombro, uno con el otro. De lo contrario, no habrá patria.

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