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Haití, una historia mal contada

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Haití, una historia mal contada

En el mundo superconectado del siglo 21, con la sobreabundancia de información que resulta, faltan filtros que den sentido a todo lo que se lee o se dice.

De ahí, que surjan palabras y expresiones que se tildan de “políticamente correctas” dando lugar a eufemismos por doquier.

En la práctica, la ausencia de palabras que no se dicen, carga más significado que la presencia de las mismas.

Por eso, contar una historia a medias es peor que ignorar el relato completo.

Esa es la razón fundamental de la crisis de imagen que sufre la República Dominicana con respecto a la problemática haitiana, y que requiere de atención inmediata.

Este es un intento de análisis y divulgación de nuestra versión de la historia.

Cuando en Haití se acusa a los dominicanos de opresión, racismo, xenofobia, etc., quieren personificar en nosotros a todos los países como Francia, Inglaterra y EE. UU. que nunca le perdonaron que se liberaron de la esclavitud, antes de que fuera lo correcto.

Estas críticas son producto de una historia contada a medias, para que lo no se dice sea imaginado como que somos nosotros los dominicanos de ahora, los causantes de los daños de siglos pasados.

La realidad es que la sociedad dominicana es una de las que mejor ha integrado la raza negra con la blanca en el mundo.

Esa verdad arruina los negocios basados en vivir de la “caridad” o de su manejo. Haití es un ejemplo sin par.

Haití es un país que institucionalizó el racismo, al discriminar contra el que no fuese negro cuando la cruel rebelión de los esclavos ahogó en sangre y fuego, todo vestigio de la cultura o economía asociado con los blancos opresores franceses.

Haití sólo asumió las formas de lo que se supone sea un Estado. No había una etnia o cultura homogénea que asimilara lo que en ese punto histórico significó la Revolución Francesa.

El resultado fue que la masa, el pueblo llano, siguió siendo pobre e indigente, con el agravante de no contar más con medios de sustentación y producción.

Al nacer la República de Haití, surgió un emperador y una república que se repartieron el territorio como un feudo.

En los dos siglos y una década que existen como país no ha cambiado nada y, en el 2015, son un estado intervenido por la ONU.

¿Somos o fuimos los dominicanos la causa y raíz profunda de los males pasados y presentes de Haití?

Rotundamente, ¡No!

De hecho, somos los mejores vecinos que en las circunstancias y de cara al futuro tiene Haití y, a la vez, sus víctimas.

Para que el mundo lo reconozca, tenemos que proclamar que nuestra solidaridad con Haití es para preservar a nuestro pueblo dominicano, sin sentimientos de culpa por pecados de otras potencias o países.

Eso nos permitirá contar nuestra parte de la historia, para forjar un futuro que no eternice mal querencias del pasado y progresar.

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