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Juan Bosch y las primarias

Juan Bosch concibió desde su fundación al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) como una institución política de naturaleza progresista, popular y moderna que pretendía, entre otros propósitos, desterrar la práctica individualista; tanto era su orgullo que lo identificó como “un partido único en América”.

El boschismo, su teoría oficial, cuyo cumplimiento sus miembros están obligados a implementar y defender, es definido en los estatutos partidarios como “un conjunto de principios, interpretaciones de acontecimientos históricos, sociológicos, políticos e ideológicos, métodos y lineamientos organizativos desarrollados y explicados en la obra política del profesor Juan Bosch y demostrados con su ejemplar vida patriótica e intelectual”.

Quienes ingresamos al PLD en su primera década nos sentíamos orgullosos de la formación política que recibimos, que iba desde la rigidez del cumplimiento de los deberes partidarios (contribución económica, estudios de la política e historia, asistencia a las actividades, distribución del periódico y esfuerzos concentrados, entre otras) hasta el ejercicio pleno de nuestros derechos, muy especialmente el de seleccionar los dirigentes y los candidatos electorales.

Ahora, ante un PLD que dista mucho de lo que persiguió su fundador, cuya unidad se encuentra afectada por múltiples razones –una de ellas resultante de las distintas posiciones respecto al método de elección de nuestros candidatos–, es propicia la ocasión para recordar lo que Juan Bosch pensaba sobre este tema.

En cuatro publicaciones semanales de Vanguardia del Pueblo, un año antes de las elecciones de 1978, Juan Bosch justificó la necesidad de participar y postular candidatos, no para ganar, sino porque sabía que el partido saldría más fortalecido cuantitativa y cualitativamente, pero para él era de suma importancia el método a través del cual serían escogidos sus candidatos.

Iniciemos la transcripción de sus consideraciones políticas sobre los candidatos partidarios a las elecciones con la siguiente pregunta que se formuló a sí mismo: “¿Cómo va el Partido a llevar de candidatos suyos a hombres y mujeres que no compartan nuestras ideas, que no conozcan la organización y los métodos de trabajo peledeístas; que no conozcan, respeten y cumplan las decisiones de los organismos del Partido; que no se ajusten al tipo de disciplina que hay en nuestras filas, y sobre todo, que no tengan el grado de desarrollo político y el concepto de la responsabilidad patriótica y partidista que se alcanzan estudiando y trabajando en el PLD?”

Juan Bosch se respondió de la siguiente manera: “Para desempeñar un cargo público en que se represente al PLD es necesario que se tengan todas las condiciones que el PLD les exige a sus miembros, y solo podemos estar seguros de que un candidato tiene esas condiciones si ha demostrado que las tiene. ¿Y cómo puede haberlo demostrado? Pues militando en un organismo del Partido el tiempo suficiente para que se le hayan conocido sus aptitudes y también sus intenciones. En la provincia o municipio donde no haya personas que llenen esos requisitos no podrán presentarse candidaturas del PLD” (“El PLD y las elecciones”, Vanguardia del Pueblo, año III, N° 79, 20 de abril de 1977, p. 4).

Esa idoneidad de los candidatos electorales, que según Juan Bosch se alcanza con la militancia partidaria, lo encontramos en uno de los motivos esgrimidos 28 años después por la Suprema Corte de Justicia al declarar inconstitucional la Ley No. 286-04 que estableció un sistema de elecciones primarias mediante el voto universal.

Una semana después del referido artículo, en la edición número 80 del periódico semanal del PLD, el mismo autor enrostró el carácter mercantilista de las “elecciones primarias”, tildándolas de “un reflejo en la vida política de lo que sucede en la vida de los negocios, donde cada quien busca su beneficio personal y pone ese beneficio por encima de los intereses generales”.

Juan Bosch, conocedor de la realidad social dominicana, pretendía con esta advertencia que su nuevo partido no cometiese los mismos errores que los usualmente utilizados por la organización que abandonó, para evitar que en el PLD el dinero facilitara las “combinaciones antidemocráticas” que los jueces de nuestro más alto tribunal identificaron como fundamento de la inconstitucionalidad de la ley de primarias abiertas.

Todos estamos contestes de la necesidad de los cambios que deben operar en los partidos políticos, pero esas transformaciones tienen que procurar fortalecerlos institucionalmente, con padrones y finanzas auditadas por la Junta Central Electoral, con sanciones a los dirigentes y militantes que las incumplan; consolidarlos ideológicamente, para que postulen concepciones distintas en la conducción del Estado y, sobre todo, que garanticen la democracia interna, prevista constitucionalmente, para lograr la tan esperada renovación dirigencial y la representatividad equitativa de las mujeres y jóvenes en los puestos de dirección y candidaturas electorales.

La cuestión que se debate, primarias abiertas o cerradas en la escogencia de los candidatos partidarios, va más allá de lo legal y lo político circunstancialmente; advirtamos que el precedente de imponerle a los partidos un método de elección de sus candidatos podría justificar otras intervenciones gubernamentales, con propósitos que podrían desconocer los avances de nuestra era democrática.

A pesar del tiempo transcurrido, 40 años, las advertencias y enseñanzas de Juan Bosch están vigentes y si somos verdaderamente peledeístas, debemos disciplinariamente acatar e implementar sus recomendaciones.

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