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La ética del trabajo

La desmotivación al trabajo de esa nueva clase parasitaria es triple, primero por tener la suerte de que les envíen la remesa, segundo, por los subsidios que reciben del Estado

Filósofo Vitriólico, ¿es verdad que si la economía crece, el bolsillo se ensancha?

—Joven alumno, el bolsillo se ensancharía si el flujo de ingresos se derramara, si llegara a la gente, pero no sucede así.

Pero, si crece el todo, entonces también debería crecer cada una de sus partes, es decir el bolsillo de la gente. ¿Cuestiona usted las cifras, profesor?

—No me interrumpas, ni amañes lo que digo. Déjale eso a los expertos en retorcimientos mediáticos; de tantos que hay, apestan. Bien pagados, eso si.

Pues siga.

—La actividad económica se concentra en sectores no abiertos a la competencia internacional, enfocados en un mercado interno estrecho y en el consumo de bienes importados.

Y eso, ¿qué significa?

—Crece la construcción, zozobra la agropecuaria con caídas y repuntes. Ambos llenos de trabajadores haitianos que envían sus ahorros a su nación, y apenas consumen para sobrevivir. Se expande el comercio, en buena parte informal, y de mercancías importadas.

¿Adonde quiere llegar?

—Ni en la construcción ni en la agropecuaria ni en el comercio existe protección social suficiente, puesto que predomina la informalidad. En los dos primeros tampoco hay masa crítica de población dominicana. Por lo tanto, el potencial que poseen de desarrollar los recursos humanos es escaso.

Caramba, eso tiene lógica.

— Hay un déficit comercial muy grande con los principales socios comerciales, incluyendo los Estados Unidos y Centroamérica. Y la falta de competitividad se ha estado compensando con la creación de empleo de baja calidad y salarios bajos. Y, peor aún, con la contratación de mano de obra indocumentada de menor educación y formación.

Y, ¿qué significa eso?

—Significa crecer para seguir siendo pobres, y, peor aún, vender la nacionalidad para enriquecimiento de unos pocos.

Filósofo, es como si usted intentara culpar a alguien, ¿no es así?

— Joven alumno, lo que acabo de decir no es una casualidad ni un capricho del destino. No.

Entonces, ¿dígame lo que es?

—Es la consecuencia de políticas públicas deliberadas, ¿entiendes? Hechas aposta, con intención, sin medir las repercusiones de largo plazo.

Ahora si que no lo entiendo.

— Políticas populistas que persiguen objetivos de bienestar para grupos gobernantes, relacionados con la permanencia en el poder, y para segmentos de negocios, pero que son el mayor obstáculo para el desarrollo de la nación.

Ahora si creo que adivino por donde usted va.

—En la práctica no hay instituciones. En el Estado dominicano únicamente hay un poder, el ejecutivo. Los demás se inclinan ante su magnificencia, y a la vez le temen.

Pero, profesor he visto gente que sube al poder, bien formadas y con buenas intenciones.

—Si, también los has visto transformarse. Pasar de la humildad a la arrogancia; de la mansedumbre a la ira; de la austeridad al esplendor.

Si, es verdad que la gente cambia cuando tiene el cachimbo de fuego en sus haberes.

—El poder lo arrolla todo, pero escucha bien, ellos deberían aprender, y todos deberíamos saber que siempre hay un límite que sirve de freno al poder.

Profesor, se fue por la tangente.

—No, pero continuemos. Esas políticas deliberadas, fiscales y monetarias, han provocado la expulsión al exterior de mano de obra dominicana (emigración), y atraído mano de obra haitiana indocumentada (inmigración) que sustituye a la dominicana.

Diantre, entonces el embrollo no es chiquito. O sea, se está empobreciendo a nuestra gente, y sustituyéndola por otra todavía más pobre, hasta que nos quedemos sin nación. Filósofo, usted se ha ido muy lejos con esas afirmaciones.

—Quienes propician ese modelo, como lo llaman aquellos que quieren aparentar ser finos e ilustrados, se desviven encomiando las bondades de las remesas que se reciben, cuando no son más que la expresión más flagrante de su fracaso.

¿Cómo? Profesor, soy testigo de que mucha gente vive de esas remesas.

—Si, pero son la consecuencia de que esas familias han tenido que irse del país a causa de esas políticas y han quedado flotando en el desarraigo.

Pero le repito que mucha gente vive de eso.

— Carajo, lo sé. Con esos recursos se han creado grupos parasitarios que sobreviven con el “situado” que son las remesas y los subsidios del Estado, precarios pero subsidios al fin. Eso les permite consumir alimentos, cerveza, ron, y toda clase de bienes, sin moverse de la mesa de dominó ni apearse de un motor.

Tiene usted razón, profesor.

—La ética del trabajo, como eje para ganar la manutención con el sudor de la frente, se ha degradado.

Pues no había pensado en eso, aunque es verdad, son muchos los vagos que veo por doquier.

— La desmotivación al trabajo de esa nueva clase parasitaria es triple, primero por tener la suerte de que les envíen la remesa, segundo, por los subsidios que reciben del Estado vinculados en el fondo al clientelismo, y tercero por no tener que sudar al trabajar como lo hacen los haitianos.

Ay, caramba, este si es un lío, pero no cualquiera.

—Alumno, estudie, lea, y piense. El futuro de este pueblo está en retomar la ética del trabajo enaltecedor. Piense. No haga como los tontos de capirotes que creen que pensar es darle la vuelta al cuello, corriendo el peligro de que se descocoten como les pasa a las gallinas cuando se les retuerce el pescuezo.

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