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La obsesión de fronteras de América Latina

En los últimos quince años, América Latina se ha abocado a un esfuerzo de integración que ha culminado en la creación de organismos que propugnan el interés común y el diálogo como formas de dirimir conflictos. UNASUR y CELAC, y otras instancias similares no menos importantes, buscan sentar las bases para una alianza regional robusta y duradera.

Sin embargo, la controversia presente en muchas fronteras de la región desmitifica cualquier aparente integración y contradice toda corriente que busque invalidar el concepto de fronteras en el mundo. Este contexto se inserta en una obsesión de fronteras que ha llevado a demarcar más de 24,000 kilómetros desde 1991 y que reafirma la vigencia y necesidad del concepto de límites geográficos.

Parte de los conflictos actuales son un producto del colonialismo, otros surgen por la apetencia de recursos naturales y el creciente nacionalismo de ciertos actores políticos. Sin importar la causa del diferendo, estas pujas enfrentan países de todo el espectro ideológico, de composición demográfica similar o con un fructífero intercambio comercial.

Un repaso de algunos casos puede resultar ilustrativo. La frontera de Bolivia con Chile es una consecuencia de los tratados de paz y amistad que sucedieron la guerra del pacífico (1879-1884). Desde entonces, Bolivia no tiene salida al mar y mantiene el reclamo a Chile (con quien no tiene relaciones diplomáticas desde los años 70).

El caso se encuentra en la Corte Interamericana de Justicia (CIJ), pero luce agravarse por el uso de las aguas del río Silala y la creación de bases militares en uno y otro lado de las demarcaciones actuales.

El ejemplo de Venezuela y Guyana resulta todavía más impactante. Guyana es el único país anglófono en América del Sur, pobre en relación a sus vecinos, y con apenas 735,000 habitantes. En contraste, Venezuela posee 26 millones de habitantes, amplias capacidades militares y además, es rico en petróleo.

El foco de la disputa surge cuando en el siglo XIX el imperio británico se apropia de las zonas aledañas al río Esequibo, en ese entonces bajo control de la Capitanía General de Venezuela.

Declarada la independencia de Guyana en 1966, Venezuela nunca ha reconocido plenamente los límites de facto. En la medida en que en Guyana se descubren yacimientos minerales y petrolíferos, han ido resurgiendo las tensiones y los esfuerzos por subsanarlas.

Desde hace apenas 5 años, diversos estamentos del gobierno venezolano han hecho apariciones en la prensa y televisión mostrando a Esequibo como parte de Venezuela. También han ocurrido movilizaciones militares venezolanas e incluso, en 2013 la Marina venezolana detuvo un barco Guyanés.

Dada la inclinación de Nicolás Maduro a utilizar querellas históricas con sus vecinos para desviar la atención de los problemas internos, esta crisis podría desembocar en un conflicto de mayor envergadura de continuarse la degradación sociopolítica en Venezuela.

Más al norte, en Centroamérica, encontramos un sinnúmero de pujas territoriales que en ocasiones han llevado a la violencia o a un estado de desconfianza generalizada. Recordemos la guerra de Honduras con el Salvador en los 60, las perpetuas tensiones entre Costa Rica y Nicaragua, y la sentencia de la CIJ tratando el diferendo territorial entre Nicaragua y las posesiones de Colombia en el Caribe.

Pero sin dudas, la pugna de mayor relevancia se presenta entre Guatemala y Belice, y se remonta al siglo XVIII, cuando a la Capitanía General de Guatemala se le atribuía la mitad del territorio que luego pasó a ser Belice.

Guatemala no acepta los límites dispuestos desde la independencia de Belice en 1981, lo que ha traído enfrentamientos armados donde se ha involucrado la población e incluso, las fuerzas armadas, como sucedió en el año 2000, y en abril del presente año, a raíz de la muerte de un adolescente guatemalteco.

Ciertas pujas históricas han podido encontrar una salida, como Perú y Ecuador en los 90, o Perú y Chile recientemente. A notar que las soluciones que han persistido se basaron en condiciones in situ y no en anticuadas frustraciones o creencias sobre el poder del mercado en un mundo globalizado.

De todas maneras, para América Latina el reto en la materia sería impulsar una gestión que acepte la diversidad de los estados y entienda que las fronteras son una realidad que vino para quedarse.

roberto.mallen@gmail.com

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