Las mentiras en las estadísticas

«En términos de gobernanza, el Banco Mundial ha operado siempre bajo un acuerdo de caballeros que permite a Estados Unidos -su mayor accionista con el 16% de los votos- elegir su presidente, mientras los otros 187 gobiernos-miembros integran el directorio de 25 miembros. (...) Aunque a menudo se le confunde con el FMI, que provee estabilidad financiera a los gobiernos, el rol del Banco Mundial es al menos supuesto a ser en proyectos de desarrollo (...). Diferente al FMI, el banco se relaciona con ambos sectores, el publico y el privado, y como el numero de proyectos y los montos de dinero han escalado, así también la mala conducta, la corrupción y los encubrimientos, ya que ninguna agencia tiene el poder para auditarlos». Richard Behar, Forbes Magazine, junio 2012

Paul Romer es un distinguido académico de New York University, quien desde el año 2016 ocupa la posición de Economista Jefe del Banco Mundial, tras un permiso de la citada academia. Es un economista con méritos propios por las importantes contribuciones que ha hecho a la teoría del desarrollo económico, especialmente el aporte que redefine el rol del cambio tecnológico como un proceso endógeno. Sin embargo, no son sus méritos académicos los que lo han llevado -en estos momentos- a la efervescencia mediática. Por el contrario, su repentina notoriedad tiene que ver con el ranking de clima de negocios (Doing Business) que anualmente publica el Banco Mundial y que, según Romer, deliberadamente perjudicaron los planes políticos Michelle Bachelet, ex presidenta de Chile que buscaba su reelección.

El planteamiento de Romer es que se hicieron cambios metodológicos que redujeron la posición de Chile en el ranking de Doing Business durante la gestión de Bachelet. En particular, un componente de ese ranking es la facilidad con que las empresas agotan sus procesos en el pago de impuestos. Un cambio metodológico incluyó el tiempo que las empresas tenían que esperar luego de aplicar para una devolución relacionado con el pago del impuesto al valor agregado (ITBIS, en nuestro caso). Este cambio significó que Chile perdiera casi 90 posiciones en la categoría que mide la fluidez en el pago de impuestos.

Romer, como es natural, ha hecho el ejercicio de calcular dicho ranking bajo el escenario de que no se hubiera aplicado el cambio metodológico. De acuerdo con los resultados de Romer, en el año 2015 el ranking sin cambio metodológico colocaba a Chile en la posición 46, mientras que la publicación oficial del Banco Mundial lo situó en el lugar 41 (los datos son recolectados el año anterior al año del ranking; por ejemplo, los datos de Doing Business 2018 son recolectados en 2017). Es decir que la publicación oficial mejoró ligeramente la posición de Chile. Igual ocurrió en la publicación de 2016 que ubicó a Chile en la posición 48, mientras que los cálculos de Romer hubieran ubicado a Chile en la posición 49. Para los años 2017 (48 vs 57) y 2018 (51 vs 55) es cuando la diferencia se vuelve en contra de Bachelet; por lo que Romer estima que hubo una motivación política en el conflictivo cambio metodológico.

El economista chileno López-Claros, quien sirviera de contraparte al estudio, ha refutado los planteamientos de Romer, indicando que, si bien Chile ha mejorado ligeramente, otros países como México lo han hecho más rápidamente. En los últimos años, añade, México ha hecho ocho reformas estructurales, mientras que Chile solo ha hecho dos. Y, por eso, México desplazó a Chile como el mejor clima de negocios de la región.

Ante esta controversia, el Banco Mundial se vio obligado a fijar una posición pública, en la que defendió la transparencia y la objetividad con las que aborda la construcción de sus estudios, pero que ante los cuestionamientos del Economista Jefe procederá a una revisión del caso chileno. Es una situación difícil para Romer, pues su reputación profesional podría sufrir un serio golpe si no puede probar concluyentemente sus argumentos.

Realmente, ¿hay bases para considerar que el cambio de metodología se hizo para perjudicar a Bachelet? Si los cálculos que ha hecho Romer, estableciendo diferencias entre una y otra medición, son ratificados podría argumentarse que se produjo un daño político. Pero para ello sería necesario probar que López-Claros tenía motivaciones para hacerlo. De lo contrario, las diferencias -si son comprobadas- pudieran interpretarse como resultado de un proceso aleatorio, como bien pudieron haber sido perjudicados otros países.

Normalmente, los cuestionamientos de las estadísticas provienen del entorno externo de quienes tienen la responsabilidad de levantar y procesar los datos. Especialmente, cuando esos procesos se hacen dentro de una caja negra que impide evaluar los algoritmos o la alquimia con que se lograron los resultados publicados. En este caso, sin embargo, es desde dentro de la propia institución que se han hecho los cuestionamientos. La publicación de Doing Business se hizo sin que el Economista Jefe del Banco Mundial estuviera en condiciones de previamente hacer una revisión exhaustiva del documento. Esto es un buen indicador de que los organismos internacionales dependen de los datos que le reportan las instituciones de los países miembros y que la calidad de sus reportes depende de la calidad de los procesos que se realizan en las instituciones domésticas. En otras palabras, los organismos internacionales tienden a repetir las mentiras estadísticas que les son suministradas por las instituciones oficiales locales.

Hay estructuras institucionales que incentivan el uso de las mentiras en las estadísticas. Desde el momento que la permanencia de un funcionario dependa de las “buenas noticias” que ofrezca acerca del alcance de sus propias metas, en esa misma medida se estimula el uso de la mentira para sustentar las cifras. Después de todo, como dijo alguien, las cifras no mienten, pero los mentirosos usan cifras; sobre todo, cuando las pueden construir a su antojo.

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Pedro Silverio Alvarez