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Planificación

Porque, ¿quién de ustedes, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla?”

Palabras de quien ha sido, sin quizás, el líder más grande que ha pisado la humanidad, Jesús, en franca alusión a la planificación.

Al ser testigo ocular de la proliferación espantosa de niñas y adolescentes embarazadas; de la negativa absoluta de la iglesia a que a estos –sin tapujo alguno- sean educados al respecto; de la presunción de superioridad moral de algunos frente a la despenalización del aborto y, sobre todo, de la inercia del Estado en cuanto a delimitar una política potable ante un tema tan embarazoso, entiendo que nos urge abordar con determinación el mismo y hacernos varias preguntas.

¿Qué futuro tendremos si nuestras niñas, en vez de estar estudiando y jugando, están –cual conejas– pariendo... y con una población haitiana que hace lo mismo sin ningún control? Dentro de diez o quince años, ¿qué pasará con esos niños? ¿Por qué no establecer un control de natalidad?

El Estado, como tal, no puede actuar a imagen y semejanza de los intereses de un sector, máxime en un tema que nos compete a todos como sociedad. Se debe diseñar un esquema donde cada ciudadano tenga los hijos a razón de lo que le pueda demostrar al estado que es capaz de mantener y educar.

Un país cuya ciudadanía crece en desequilibrio con su capacidad productiva y que hace caso omiso a un pilar del desarrollo como lo es la planificación, por más avances tecnológicos que pueda exhibir, está, desafortunadamente, condenado a permanecer en el estado de la pobreza y del subdesarrollo.

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