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Plátanos y bananos, atención a la sanidad vegetal

Es verdad que la agropecuaria no aguanta más errores ni distracciones. Sería terrible que llegaran nuevas enfermedades y se agregaran a los males existentes.

Hace ya muchos decenios, siendo presidente Antonio Guzmán Fernández, sucedió lo inesperado. Y ocurrió de una manera tan tonta, que nadie hubiera imaginado las fuertes implicaciones que llegaría a tener.

En aquella época era muy popular criar cerdos en pequeñas explotaciones, como una forma de ir acumulando un ahorro para solventar necesidades futuras. Esa crianza, modesta a escala individual, al sumarla como un todo tenía gran relevancia económica y social.

Un buen día, en una de las líneas aéreas, llegaron de España jamones serranos cuya importación estaba prohibida en muchos países del mundo para evitar enfermedades contagiosas al ganado porcino.

Aquí es probable que también lo estuvieran, pero con la atenuante de la aplicación laxa que algunos afirman es característica de quienes viven en el clima tropical.

Esos jamones entraron, y de ahí surgió la gran calamidad de la fiebre porcina africana, que se extendió a lo largo y ancho de la geografía nacional.

El gobierno de Antonio Guzmán se vio obligado a adoptar una medida muy impopular, pero ineludible: ordenar el sacrificio de toda la cabaña de cerdos existente en el país, tanto en el llano como en la montaña. Y empezar luego desde cero a reconstituir la dotación de ese tipo de ganado. Hubo reacciones violentas de oposición al sacrificio de lo que era la esperanza de familias pobres y de clase media baja, pero no había otra opción.

Las pérdidas fueron enormes.

Después de eso no han dejado de sucederse episodios parecidos, con el consiguiente daño a la agricultura, foresta o pecuaria. Y todos marcados por el descuido en la aplicación de las reglas sanitarias sobre vegetales y animales para la protección de la producción nacional y de los consumidores.

Sin ir demasiado lejos puede citarse el caso de la roya africana, que casi aniquiló los cafetales, hasta el punto de que gran parte del café que se consume hoy en día es importado. Como atenuante habría que decir que se han ido sembrando variedades resistentes y de mayor productividad que auspician un buen futuro a esta actividad.

O la enfermedad que azota a los pinares, secándolos sin que nadie sepa por qué ni cómo, aunque existe la creencia que se trata de un insecto que arribó al país y se dedica a perforar los pinos. Nadie sabe si alguna institución pública está ejecutando algún programa para detener los efectos de esta plaga que cada año destruye una parte del activo forestal.

O el insecto que ha destruido las siembras de cítricos que todavía no ha podido ser controlado. Las grandes plantaciones han visto mermar sus naranjales, sin poder hacer mucho para evitarlo. Ahora se están introduciendo otras variedades, más resistentes.

La reacción en los cítricos ha venido por vía de la diversificación, confirmando la apreciación de un amigo que insiste en afirmar que en el trópico lo necesario es la diversidad, que produce inmunidad relativa o sea defensa contra las enfermedades, mientras que el monocultivo es propenso a estimularlas. Ahora se observa que los cítricos están siendo complementados con siembras de guanábanas, cocos y otros frutales, lo que parecería ser el buen camino.

Uno de los últimos casos es el de la mosca del mediterráneo que entró por Punta Cana a bordo de naves aéreas, y que ha causado daños cuantiosos a los productores, aunque ya parece estar controlada.

Todas tienen en común que llegaron al país por descuido en la aplicación de las normas sanitarias. Y que su presencia ha causado daños cuantiosos a la economía como un todo.

Ahora el ingeniero agrónomo Frank Tejada acaba de informar que recientemente el ministerio de agricultura “autorizó importar plantitas in vitro de otros países de América, dada la escasez de semillas para la siembra de banano; sin embargo, las autorizaciones se dieron a personas que no cumplieron con los requisitos e importaron plantitas que ya estaban en crecimiento en los laboratorios”.

La advertencia es en cuanto al riesgo de que en algunas de esas matitas ingresen enfermedades fungosas como el llamado mal de Panamá, que borraría de nuestra geografía los platanales y cultivos de bananos. Igual peligro comportan las importaciones de plátanos que de vez en cuando se autorizan, susceptibles de transportar el moko que afecta a estas siembras cuyo único y costoso remedio es la eliminación de los cultivos.

Como bien expresa Frank Tejada “los errores no se pueden estar cometiendo continuamente, el Ministerio de Agricultura no puede estar cediendo a las presiones políticas.”

Es verdad que la agropecuaria no aguanta más errores ni distracciones. Sería terrible que llegaran nuevas enfermedades y se agregaran a los males existentes.

Aparte de que todo este quehacer ocasiona presiones sobre un mercado de divisas que se encuentra resentido por la alta carga de demanda que significan las importaciones de bienes, los pagos de servicios, y la transferencia de utilidades.

La política agropecuaria no debe centrase en estimular importaciones sino en fomentar la producción local y crear las condiciones para que se genere una oferta exportable de calidad. Y un prerequisito es aplicar normas férreas de sanidad al ingreso de productos importados y también a su producción en territorio nacional.

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