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Rapsodia del crimen

La obra conmueve, encanta, e ilustra. El relato aborda parte de la historia política de esa época. Y muestra como el cisne negro, o el azar, juega un papel destacado en los acontecimientos históricos.

Siendo un niño de apenas 3 años, en el país se produjo un acontecimiento singular, sin que yo, como era natural, pudiera tener conciencia de ese hecho. En 1949, La Voz Dominicana transmitía, en tono sombrío y reiterado, el siguiente mensaje: ¡Cuide su persona, coronel Arana, cuide su persona!

El coronel Arana fue el jefe militar que más contribuyó a los preparativos de la expedición de Luperón de 1949, y quien se encargó de la entrega de las armas a los combatientes. Murió en Guatemala, en el puente La Gloria, en julio de ese mismo año, en una emboscada que le fue tendida al regreso de recoger parte de las armas que debieron ser utilizadas en el desembarco de Luperón.

Años después, en 1957, se repetía la misma advertencia por la radio mencionada, pero en esa ocasión aludiendo al nombre del presidente Castillo Armas, asesinado tiempo después en el palacio presidencial de Guatemala.

En aquella época, ignoraba el significado de aquella urdimbre, como probablemente sucedía con la mayoría del pueblo dominicano, originada en la intervención criminal de Trujillo en los asuntos internos de países hermanos.

El poeta y escritor, Tony Raful, acaba de publicar el libro La Rapsodia del crimen: Trujillo vs. Castillo Armas. Ahí desenvuelve el ovillo, pone al descubierto el origen y razón de aquellas transmisiones misteriosas, y desvela hasta dónde llegaba la mano criminal de Trujillo en su afán por acumular poder, riqueza y reconocimiento.

Y cita algunos de los nombres que sirvieron al tirano para establecer el corredor de la muerte en tierras extranjeras, tales como Johnny Abbes, Félix W. Bernardino, Arturo Espaillat, Pirulo Sánchez Rubirosa, Carlos Gacel, entre muchos otros.

La obra conmueve, encanta, e ilustra. El relato aborda parte de la historia política de esa época. Y muestra como el cisne negro, o el azar, juega un papel destacado en los acontecimientos históricos.

Es una gran contribución, que cubre varios campos a la vez.

Por un lado, pone de relieve la labor titánica encabezada por el exilio dominicano en su lucha contra la tiranía y la participación destacada que tuvieron en la contienda que llevó a José Figueres a la presidencia de Costa Rica en 1948. O, a Juan José Arévalo en Guatemala.

Las armas de que se disponía no eran insignificantes. Se trataba de no menos de 600 fusiles, un número indeterminado de ametralladoras Mendoza, 500 granadas de mano, y otros armamentos.

Nombres como los de Juancito Rodríguez, comandante en jefe del Ejército de Liberación del Caribe y América Central, o Miguel Ángel Ramírez Alcántara, jefe de estado mayor, o Horacio Julio Ornes, adquieren un relieve patriótico que no se les ha reconocido en la dimensión que merecen.

Por otro, escudriña en los papeles y aporta datos y confesiones, que permiten concluir que el asesinato del presidente de Guatemala fue ejecutado con la complicidad y apoyo de Trujillo, porque a pesar de la ayuda que le prestó para que accediera al poder, Castillo Armas no le concedió la orden del Quetzal, ni extraditó a los exiliados dominicanos que vivían en Guatemala, como por ejemplo el general Ramírez Alcántara, considerados de alta peligrosidad por el régimen.

El libro revela la suscripción del Pacto del Caribe, que establecía una alianza entre grupos de demócratas de Costa Rica, Nicaragua, Costa Rica, República Dominicana y Guatemala, entre cuyos propósitos se cita: “Constituir un bloque indivisible frente a todas las crisis internacionales... Fortalecer la democracia en la región, exigir el respeto de la comunidad internacional para cada uno de sus miembros, liberar a las colonias europeas que aún existen en el Caribe, promover la creación de la república de las Antillas menores, actuar como uno en la defensa de nuestros intereses económicos, militares y políticos comunes.”

Tony Raful es del criterio de que este pacto se adelantó “60 años a la historia centroamericana al visualizar la integración política de los pueblos.” Sin embargo, creo que la estimación se queda corta. Es probable que se requieran muchos decenios más para su materialización, si es que alguna vez llegara a lograrse.

Es interesante conocer que en Guatemala, en 1945, al ser derrocada la dictadura, se modificó la constitución para abolir la reelección, consagrar la interpelación por el Congreso de los ministros de Estado, reconocer los derechos de la mujer, establecer garantías sociales al empleo, seguridad social y educación. Y la exigencia de probidad administrativa.

Todavía, en países como el nuestro, algunos de estos temas siguen formando parte de las reivindicaciones a ser alcanzadas.

Casi como curiosidad, en una carta dirigida por Cuchito Álvarez Dugan a Tony Raful, le dice que “ya el día antes de la muerte de Trujillo se había dispuesto intensificar la campaña (de Radio Caribe) para que Balaguer renunciara y el Congreso escogiera al propio Trujillo para reemplazarlo.”

Este libro cuenta una historia que produce sorpresa, estupor y pasmo. Y, aunque situada en el lindero de la novela, no deja de estar apegada a la verdad de los hechos.

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