Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Bosques
Bosques

Sobre el verde, confieso

En un extremo, del interés primario por la sobrevivencia humana, carente de perspectiva futura, puede surgir la aridez, el desierto. El ejemplo, con nombre propio, es Haití. En el otro extremo, apoyado en una visión constructiva, la ampliación y aprovechamiento económico de la cobertura boscosa natural, y el fomento de la siembra de plantaciones. El ejemplo, también con nombre propio, es Canadá, o Estados Unidos, o Chile, en el continente americano.

En estos días de Semana Santa, propicios a la reflexión, confieso: soy un fanático del verde, ¡viva el verde!, símbolo de vida, de preservación de los recursos naturales.

El verde atrae y conserva las fuentes de agua, inspira el espíritu; regenera el aire y le inyecta oxígeno. Alimenta los sueños que suelen posarse en las mejillas llenas de rocío de las laderas montañosas o en los ramajes tupidos y lujuriosos de las plantaciones forestales.

El verde es la expresión profunda del sentido de la vida, reproducción, regeneración, reproducción, en ciclo infinito.

Creo, (no solo en Dios padre), que la foresta se desarrolla mediante la ejecución de planes de manejo del bosque natural, y por la siembra de bosques pequeños, medianos y grandes como alternativa a la agropecuaria.

Y ahí, mística de preservación e interés económico por la explotación parecería que pudieran chocar. De ese choque pudiera emerger cualquier cosa.

En un extremo, del interés primario por la sobrevivencia humana, carente de perspectiva futura, puede surgir la aridez, el desierto. El ejemplo, con nombre propio, es Haití.

Destrucción sin plan de manejo, sin dar oportunidad a la reconstitución sino a la depredación inmediata, sigilosa, ¿ilegal?, lo comido por lo servido, hasta que solo queda la tierra rugosa, pedregosa, deteriorada en sus nutrientes por el lavado de la escorrentía.

En el otro extremo, apoyado en una visión constructiva, la ampliación y aprovechamiento económico de la cobertura boscosa natural, y el fomento de la siembra de plantaciones. El ejemplo, también con nombre propio, es Canadá, o Estados Unidos, o Chile, en el continente americano.

En esos tres países existen planes de manejo del bosque natural, junto con la creación de plantaciones forestales que forman la base de una industria generadora de empleos e ingresos, de ahorro de divisas por sustitución de importaciones o generación de divisas por exportaciones, y, todo esto es un aliciente para la expansión de la masa boscosa, siempre que existan regulaciones apropiadas y consecuencias por violación de las normas.

Leyendo me he topado con cifras; algunas impactan, otras invitan a la duda.

Veamos algunas que provienen de la Cámara Forestal Dominicana.

El 67% del territorio nacional es montañoso y apto para la foresta. La cobertura boscosa está en el 39%. (Esto no termino de creerlo por más que me lo expliquen porque mi vista me dice lo contrario, que el bosque natural fuerte y denso ha mermado, sustituido por el matorral, que no es lo mismo).

Cada año se importan más de US$200 millones en madera. Existen más de 1,300,000 tareas plantadas de especies forestales como acacias, caobas hondureñas y africanas, tecas, y otras especies. Hay 600,000 tareas más de bosques naturales sometidos a planes de manejo.

La explotación de maderas sustituye importaciones por más de US$60 millones. Da trabajo a más de 40,000 familias. Hay mas de 1,600 Pymes que se organizan alrededor de este negocio.

La erosión evitada por la existencia de estos bosques supera los 9 millones de toneladas de sedimentos, que en su ausencia irían a las presas. Y capturan 540,000 toneladas de CO2 del aire contaminado, que equivale a los gases emitidos por más de 100,000 vehículos.

Cuando se recorre el país es palpable la presencia de bosques naturales en determinados lugares, algunos de ellos deteriorados o enfermos.

También se observa la existencia, por doquier, de grandes cantidades de tierra prácticamente baldías, utilizadas para mantener ganado de bajo rendimiento y muy extensivo, o para cultivos degradados en pendientes no apropiadas. Esas tierras podrían ser incorporadas a un plan de expansión del área boscosa.

Las autoridades tienen ante si una gran oportunidad, que se resume en dos vertientes.

Primero, sanear el bosque natural mediante planes de manejo y su explotación económica cuidadosa. Un bosque enfermo es una tara y un gran desperdicio.

Segundo, entusiasmar a los pequeños, medianos y grandes productores para que siembren árboles de madera preciosa en espera de un beneficio económico y de un corte sin trauma.

Ambas vertientes pueden ayudar a lograr una cobertura en crecimiento y a romper el ciclo de agotamiento de las aguas.

Para eso, además de mística y dedicación, se requiere convencer a la población de que la madera y los árboles son una fuente de beneficio económico y ambiental.

Cortar un árbol plantado implica el mismo umbral de delito que arrancar un plantón de yuca también sembrado. Es decir, ninguno. La diferencia es el tiempo de espera necesario para la cosecha. Imponer requisitos burocráticos a quienes esperan por tanto tiempo, es el mayor agravio a la ampliación de la cobertura forestal.

Habrá bosques sanos y agua cuando sepamos convertir al ser humano en su amigo y beneficiario.

TEMAS -