Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Gobierno
Gobierno

¡Ya no podemos callar! Un Estado débil, sin Soberanía

Es muy peligroso que una gran parte de la sociedad esté pensando en una dictadura como solución, aunque no haya dictador a mano.

Me toca decir algo que ya no podemos callar, si somos ciudadanos responsables, a los cuales preocupa la situación general del país como padres de familia y como ministros de la Iglesia-Pueblo de Dios.

¿Ven ustedes la facilidad con que una persona mata a otra, como si fuera un insecto, y parece capaz de comerse luego un plato de comida como si nada hubiera ocurrido? ¿No recuerdan ustedes que todavía a principios del siglo a la gente le robaban pero sin matarla, y discutía sin que la cegaran las ganas de matar? ¿No ven ustedes la exaltación de ánimos con que anda el dominicano de hoy, la violencia verbal y física que se desborda?

Es que no hay límite moral, no hay miedo a las consecuencias. Vivimos en una sociedad en que cunde una gran desmoralización; y no de golpe, no de ahora mismo, sino como fruto de un proceso de años de desorden y de carencia de autoridad, con un régimen sin consecuencias ante el incumplimiento de los deberes, sin gobierno real.

El Estado dominicano es sumamente débil, comenzando porque perdió la SOBERANÍA NACIONAL. No controla su territorio y el país es invadido impunemente por aire, tierra y mar, sin definición de estatus ni residencia, incluso sin ninguna identidad, con graves consecuencias en diversas áreas de la vida cultural y económica. Pero también alimenta la percepción de caos entre los ciudadanos dominicanos, que sienten que su Gobierno está subordinado a poderes antinacionales, al conocido plan USA y aliados que pretenden robarnos nuestra soberanía y mostrarnos como incapaces de sostenerla. Y así la dignidad ciudadana, el respeto por la nación y sus instituciones, se desmoraliza. Se desmorona la identidad del ciudadano con su Patria, con su historia. Y una persona que apaga su propia identidad, pierde una parte esencial de su alma que lo liga al alma nacional.

Se percibe que el Gobierno lo permite por comodidad y conveniencia, para no distraerse ni ser molestado en su plan personal de sostén del Poder por el poder mismo, y realizar el sueño particular de ser recordado por algunas obras...

Y en ese proceso, las Fuerzas Armadas y del orden se convierten en algo vegetativo, medrando, sin trabajo fundamental, pese a que cuesta una gran tajada del presupuesto nacional. Parece que su misión principal es exhibirse con orgullo en los desfiles del Malecón.

Y si le agregamos que el derecho es solo ejercido en gran parte para amparar a los violadores de la ley, y a los ostensiblemente corruptos y corruptores, UN MAL VIEJO QUE SE PROFUNDIZA A TODOS LOS NIVELES, entonces no hay fronteras para el delito común, que se siente impulsado y a sus anchas, creando un estado de inseguridad creciente y de incapacidad para controlarlo.

Todo ello en un medio en que hemos sido invadidos por culturas que promueven la vigencia de los antivalores contra instituciones fundamentales como la familia –atacada en vez de ser rescatada–, contra la vida de los más indefensos –en vez de ser los más protegidos–; y ello se enarbola como muestra de civilización, mientras los valores y las instituciones cristianas son promovidos como signo de atraso.

Pero eso refleja un movimiento de disolución social muy doloroso, que está sobrepasando los evidentes progresos que hemos tenido en diversas áreas como país. Es muy peligroso que una gran parte de la sociedad esté pensando en una dictadura como solución, aunque no haya dictador a mano.

Señor Presidente y autoridades nacionales, recuerden al Señor Jesús proclamando: ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma? Y yo les diría: ¿De qué les servirán sus obras dejando al país con buenos proyectos, más luz, mejor apariencia e infraestructura, pero carcomida el alma de la Patria, sin soberanía, con instituciones precarias, con la esperanza abatida, en pleno desorden de la vida nacional? ¿No es preferible la “impopularidad” presente por hacer lo que nunca se ha hecho, que la impopularidad en la historia por haber hecho peor lo que antes se había hecho?

Urge despertar y actuar en la dirección correcta como Estado soberano que protege el orden constitucional, auspicia la justicia y el funcionamiento de las instituciones, administrando el Bien Común con responsabilidad. Pero no en teoría y en atención a informes y voces complacientes.

Corresponde actuar a todos los poderes, a todas las instituciones, a todos los medios, a todos los dominicanos, comenzando por el Señor Presidente, primero entre sus cercanos. Pero ¡actúe pronto, por lo menos en tres frentes, en el orden lógico, comenzando por los más altisonantes! Y deje de hacer solo lo políticamente correcto para el Poder, haga lo políticamente correcto para el país, aunque rompa su molde de “zorro” por el resto de su período de gobierno.

Establezca la gran revolución de la ley y el orden, de una vez por todas.

(El autor es Diácono de la Iglesia Católica)

TEMAS -