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La palabra encadenada ayer y hoy

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La palabra encadenada ayer y hoy

El panegírico desbordante, la loa desorbitada, el culto a la personalidad del gobernante de turno son manifestaciones comunes en la historia política dominicana.

En realidad, la relación con el poder en todas las épocas ha implicado, de parte de connotados intelectuales de ayer y de hoy, y de la población en general, la sujeción de la palabra y el pensamiento.

Ha habido, ciertamente, movimientos de resistencia a la opresión en todas las épocas y en ese sentido, es extensa y brillante la página de heroica del pueblo dominicano. Pero el oprobio y la sumisión han sido han sido la norma.

Oprobio y sumisión sobre todo a nivel de la palabra. En su obra La palabra encadenada Balaguer se refiere al sometimiento de su palabra a la voluntad de Trujillo:

"Tal vez pueda servir, no de excusa ni de disculpa, pero sí de atenuación de la falta en que incurrimos los panegiristas de aquella etapa de la vida nacional, el reconocimiento expreso que hice, en muchos discursos que se insertan en este volumen, del carácter francamente dictatorial del régimen. La loa, a veces desorbitada, aparece revestida en cada uno de ellos de cierta independencia, en la única medida compatible con la férrea disciplina y la celosa intemperancia con que se trató de mantener el culto a la personalidad del Jefe durante aquel régimen de fisonomía rabiosamente autoritaria".

Ese es un hecho en la historia política e intelectual del país. Durante la dictadura de Trujillo hubo intelectuales que prestaron su pluma, su voz y su conciencia.

Es un hecho que involucró a intelectuales reconocidos y a la población, que en la dictadura de Trujillo sufrió no sólo el encadenamiento de su libertad, sino también de su vida, su suerte y su palabra.

Sin embargo, ese sometimiento no se limita a la época de Trujillo.

La historia dominicana no ha cambiado mucho en ese sentido. Cayó Trujillo pero no la palabra encadenada.

Muchos intelectuales encadenaron su palabra a Joaquín Balaguer desde 1966. Muchos otros la encadenaron a Leonel Fernández desde 1996. Muchos la encadenaron a Hipólito Mejía en el 2000. Y hoy, muchos encadenan su palabra a Danilo Medina. Para darse cuenta, solo hay que ser un observador de la actualidad. Las bocinas florecen.

Y del pueblo no se diga: a doscientos años del nacimiento de Juan Pablo Duarte, nunca ha sido libre de decir y pensar lo que desea. Hoy es distinto a cuando Trujillo, pero, mirándolo bien, no tanto.

Sólo ha cambiado la forma: garrote, voto a base de dinero y tarjeta de solidaridad, son todos recursos de coerción y encadenamiento de la palabra. matosmoquete@hotmail.com