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Cuando vuelven los recuerdos

Los años, cuando van pasando, nos hacen caminar despacio pero ahí vuelven los recuerdos, lo que vivimos cuando éramos jóvenes. Pero también cuando somos mayores se nos olvidan otras cosas. Uno vuelve la mirada con cuidado porque hay compañeros de la escuela primaria y maestros con quien uno compartió muchos años de nuestra juventud, pero se han ido del país, han muerto y ya hoy no se ven, por tantos años, ni en los recuerdos.

Alguien me dirá que por ello soy muy vieja. Sí, tengo muchos años, soy muy mayor y mi vejez viene en camino, pero la ancianidad todavía no me ha llegado. Ja, ja, ja... Los años crecen y nuestro cuerpo va cambiando. Vienen dolores, enfermedades y muchas cosas no nos hacen sentir bien. Y cuando una se reúne con amigos y amigas, al tanto de conversar, de ir a una fiesta, a la casa de otra amiga, a pesar de todo vienen los cuentos de me inyectaron una cosa, me pusieron tal y tal cosa, me mandaron a otro médico, tienes la presión que te sube y que te baja, me duelen los brazos, etc...

Es cierto que hay personas mayores que no olvidan, otras que no perdonan lo que les ha pasado y tienen su memoria obligada a no caminar por lugares a los que no les da la gana. Pero hay cosas que aunque no quieres y se van y vuelven a la memoria.

Lo mejor es estar en casa, recordando lo bueno que se ha hecho y recordando, con una sonrisa las metidas de pata. Es importante tener en cuenta que los jóvenes de hoy son distintos y hay que respetarlos porque la vida les ha ofrecido otras cosas. No se puede olvidar los celulares donde les viene de todo y mucho, ni despreciar que hacen cosas buenas que no conocíamos. Y nosotros, los de muchos años, aunque tenemos celulares, no los empleamos como hoy lo hacen nuestros hijos.

Para nosotros hay que tratar que los malos recuerdos no nos maten. Para todos, los años crecen, los recuerdos se van y vuelven. Si no hiciste lo que querías años atrás, hoy beber un licorcito o una cervecita, comerte un longanicita, salir a caminar para que los huesos no se detengan, leer lo que te dé la gana, decir tres malas palabras cuando estés enojado, reírte de ti mismo cuando recuerdes tus metidas de pata, dormir la siesta; si te sientes triste has que los malos recuerdos no te maten, es imprescindible. Eso que digo aquí, es lo que yo hago y se lo digo a mis lectores por si quieren hacerlo, porque cuando los años crecen, los recuerdos vuelven.

Ya saben, soy un poco ¿ya vieja?, pero no anciana, y trato que los años que me quedan por vivir, antes que Dios me llame, sean muy buenos y equilibrados. Así, respeto y amo a los ancianos. Son adorables, y saber que la vida no se les ha escapado, es una alegría.

Felices años cumplidos y también los que faltan por cumplir.

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