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La Moca que vivimos. Breve repaso del pasado (2 de 3)

El pasado es nuestra dignidad, una dignidad que hemos sabido recoger con entereza, vitalismo existencial, sentido de cuerpo y honor mocano.

En nuestra ruta por los recuerdos mocanos, que iniciamos el pasado sábado, miremos ahora hacia otro plano, el pasado de arte y cultura, de civismo y voluntad patriótica, de ejercicio político y bravura, de vocación de servicio y espíritu deportivo, que fue también cediendo su paso a figuras señeras de nuestro destaque provinciano, que se proyectaron para nuestro beneplácito en el tiempo de la mocanidad que vivimos.

A la alondra Catalinita Jáquez la heredó en la canción Helen Nazir Tejada, conocida como Elenita Santos y señalada en su época como “rayito de sol en el cancionero latinoamericano”; a la enorme actriz Divina Gómez, la heredó en el difícil arte de las tablas un actor y dramaturgo de renombre como el mocano Giovanni Cruz Durán, autor de una pieza teatral que hizo fama, La Virgen de los Narcisos, basada precisamente en una historia real que él escuchó contar a su madre en su casa de El Caimito, cuando todavía era un imberbe; a la calidad intelectual de Gabriel Morillo y de Octavio Guzmán Carretero, vino luego la labor literaria de Aída Cartagena Portalatín, el aporte historiográfico y cultural de don Julio Jaime Julia, las vibraciones poéticas de Víctor Lulo Guzmán y las cualidades críticas de Bruno Rosario Candelier. Las virtudes cívicas y el ejercicio político de José Dolores Alfonseca, Francisco Leonte Vásquez y Ángel Morales, fueron atributos traspasados en el tiempo a un destacable grupo de compueblanos que han ejercido, y ejercen, desde distintas barras, el arte de la política, muchos de ellos desde posiciones partidarias y oficiales de preeminencia. Al selecto grupo de educadores mocanos que encabezaron Luis Napoleón Núñez Molina, Aurora Tavárez Belliard, Juan Crisóstomo Estrella, Porfirio Morales y Francisco Guzmán Comprés, entre otros, fueron heredándolos en el ejercicio de la vocación magisterial hombres y mujeres de la talla de Acely Guzmán de García, Mercedes Díaz de Michel, Virginia Ferreiras, Mercedes Estrella de Pichardo, Cándido Guzmán Polanco, Antonio Rodríguez, Andrés López y Rafaela Joaquín, entre otros muchos. En el largo y cualificado historial periodístico de Moca, en el que destacan nombres preclaros como el de Pedro Reyes Vargas, José Brache, Manuel María Sanabia y Doroteo Regalado, surgieron detrás de ellos nombres destacables como los de Armando Almánzar Veras, Santiago Estrella Veloz, Argentina Henríquez de Álvarez y José Rafael Vargas, entre otros igualmente importantes. Y en la columna de fondo, con la mezcla de rectitud de Ramón Guzmán Pichardo, el humor chispeante y genuino de Rubén de Lara y la sagacidad intelectiva de Gabriel Morillo, pocas plumas superan hoy en el diarismo nacional a la de Adriano Miguel Tejada.

A la gloria musical que significaron en su tiempo los Goyo Rivas, Samuel Campos y Machilo Guzmán, siguieron las glorias igualmente altas y fecundas de Papa Molina, Luis Ovalles y Papito Ramírez, tanto en la interpretación como en la composición musical. La hidalguía y la bravura patriótica fueron traspasándose entre generaciones de hombres forrados de dignidad y bizarría, al igual que las hazañas deportivas de Bragañita García, Rubén Lulo, José Sánchez, Lucas Rojas, Enrique Ramírez (La M), entre otros, quedaron resumidas en los portentos atléticos de Damasito García, Livia Russo, José Ramón Pereyra, y futbolistas y volibolistas que formaron parte de los seleccionados nacionales. Y, finalmente, ya que podríamos seguir parangonando nombres y hechos en las esferas profesional, militar, religiosa y cultural, al surgimiento en 1872 –hace 147 años- del primer núcleo organizado en Moca de que se tiene noticias, la Sociedad La Fraternidad, siguieron en el tiempo innumerables entidades recreativas, culturales, deportivas, comunales y de desarrollo, entre las que hoy destaca la Asociación para el Desarrollo de la Provincia Espaillat (ADEPE).

De Lucas Guzmán Jiménez, en el siglo diecinueve, a Rubén Lulo, en el aspecto de servicio a la comunidad; del abogado Sergio Bencosme, de principio de siglo, a Rafael Cáceres Rodríguez, Ismael Peralta y Luis Mora Guzmán; de Toribio Bencosme a los hermanos Rojas Badía, Juan Manuel Taveras, Sergio Bencosme, Ángel Rafael Caputo, Roberto Ureña, entre otros, en el campo de la medicina; de Juan María Contín, Antonio García Vázquez, Artagnan Pérez Méndez, Manuel García Lizardo y Antonio Rosario, a Eduardo García Michel, Isidoro Santana, Carlos Salcedo, Delfín Castillo y Tomás Cueto Acevedo –y toda esta enumeración es simplemente enunciativa-, las generaciones han ido cediendo su paso, en la mocanidad viva, a nuevos ejercitantes del deber y la calidad profesional y humana. El pasado es nuestra dignidad, una dignidad que hemos sabido recoger con entereza, vitalismo existencial, sentido de cuerpo y honor mocano.

Hace 77 años, Ramón Amado Guzmán, autor de crónicas de la memoria mocana, escribía un texto que cada mocano debería leer y sentir en su corazón porque su vigencia sigue latente en nuestra realidad de pueblo. Decía don Ramón: “Si eres mocano, debes comenzar por estimar mucho todo lo que sea de tu solar nativo, sin llegar a la exageración y a la medida de lo justo, lo mismo que hace el guardador de la reliquia, cuya conducta se opone a las profanaciones y siempre se empeña, sin desmayos, en su conservación. Aprende a conocer la historia de tu pueblo, porque nadie sabría de donde viene ni para donde va, si no conoce su origen de una manera perfecta y no olvidándose de que el pasado, el presente y el porvenir se relacionan íntimamente”. Para algunos compueblanos que surcan ya su invierno, su juventud pertenece al pasado lejano y el grupo de recuerdos que corresponde a la época que va desde el fin de la juventud hasta hoy quizá no presenta ya ni una sola impresión vivaz, sólo destellos fugaces y olvidos. Para los de mi generación, por ejemplo, o los inmediatamente anteriores o posteriores, la juventud está más cerca, o lo aparenta. Los recuerdos, pues, se agolpan con mayor claridad y entusiasmo. Tal vez la época nuestra de hoy sea justamente la que con mayor insistencia y luminosidad comienzan a agruparse los recuerdos. Todos, entonces, debemos insistir en creer que apenas una frágil barrera nos separa de la juventud y que en cualquier momento podemos escuchar, con toda claridad, los sonidos provenientes de tan cercano o lejano dominio.

Yukio Mishima, uno de los más grandes escritores japoneses contemporáneos, escribe en uno de sus famosos libros, Caballos desbocados, lo siguiente: “Cuando era joven sólo había una realidad. El futuro parecía extenderse ante él cargado de posibilidades innumerables. Pero con el correr de los años, la realidad pareció asumir formas diversas y era el pasado el que reflejaba posibilidades infinitas”. Pura Dolores Tejada escribió en su tiempo que no fue el nuestro, un poema hermosísimo y nostálgico que reclamaba a lo que llamaba entonces “pueblecito de Moca”, que no se pusiera muy grande ni se volviera distinto. Nuestra destacada poeta, autora de Cápsulas amargas, dice en sus versos: “Quédate con tus callecitas/ rectas y cortas/ con tus casitas bajas y limpiecitas/ con tu sencillo mapa de crucigrama.../ Deja que en tus aceras crezca la grama/ y que parlen las mozas en las plazuelas.../ Conserva tu silencio de cuaresma/ el toque de la hora en la campana/ y tu lento trajín de la mañana/ que ve tocar su fin al mediodía”. Desde hace rato, ya son otros los tiempos. Moca no pudo atender el llamado de Pura Dolores, y se volvió grande y distinto. Han crecido sus calles y sus ensueños y ya no es “un cofre donde el tiempo de sus pasadas glorias se detuvo a guardar las reliquias de su estirpe”. Ya la ciudad no se duerme con el último tan del reloj de la iglesia, ni se venden a chele los largos y jugosos helados Macana y Polar, y los de nuestro tiempo de la heladería Fondeur, y ya pocos tal vez se sientan en los bancos del parque Duarte, testigos inmutables de tantos periodos de la mocanidad, a escurrir razones o a bordear las noches en las retretas de don Tilo y don Fausto. Bulico y Patero ya no suben a los palos ensebados de las fiestas patronales, y el pintorequismo aldeano se desdibuja con la ausencia de Seis Meses y su carrito por la cuesta de Belliard, de los puercos de Pitico y la bachata de Musié Pavín. ¿Por dónde andarán, en cuál galaxia habitarán Pablo Bobonagua, Rosa Sudor, Bololo y una señora de caminar rápido que todos conocíamos con el sobrenombre de Brisa? ¿Y Heroína y su moro prieto, Pedro Pata y Wenceslao, Chepe Vaso y El Calvo, María Suéltame y Cheo Motoneta?

(Siga la ruta a esta historia el próximo sábado)

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José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.