Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Libros
Libros

Rosanna ríe y Cuba es feliz

Todos los días se debieran escribir cuentos para niños. Siempre he creído que no hay tarea más elevada en el ejercicio literario que la de escribir para los infantes. En el reino de las tabletas, debiera siempre encontrarse un momento –que habrá de ser mágico, por demás- para leer un relato a los hijos, a los nietos, a toda la gente menuda que es, por naturaleza, sensible a la fantasía, al imperio de la belleza y de la ilusión.

Los que escriben para niños –mujeres y hombres– son auténticos hacedores de bien, espíritus desarrollados para la bondad, estimulantes del fervor de la palabra alada, de los sueños, de la conquista de mundos ignotos y de espacios y de ambientes donde lo imposible es misión, y donde la fascinación se convierte en un estado de la mente y del corazón.

Astrid Lindgren desarrolló una labor inmensa como escritora de relatos infantiles que la llevaron a obtener los lauros más relevantes, incluyendo el Right Livelihood, considerado el Nobel alternativo que otorga el parlamento sueco. La creadora de Pippi Calzaslargas y el inolvidable Miguel el Travieso, derramó imaginación y amor a través de su amplia bibliografía, exclusivamente para infantes, porque sus padres siempre le leyeron historias fantásticas, de duendes y animales que conversaban en el lenguaje humano para transmitir valores e insuflar belleza a la vida. Sus consejas han recorrido el mundo y su obra es un referente universal de la eficacia del ejercicio literario dedicado a la niñez.

A Lindgren han de agregarse otros nombres que hicieron del oficio de la literatura infantil, un pastoreo permanente: Antoine de Saint-Exúpery, el inmortal autor de El Principito, Lewis Carroll, Hans Christian Andersen, y el alemán Michael Ende, autor de La historia interminable, para solo citar unos pocos. En nuestros tiempos, hay que destacar el nombre de J. K. Rowling, la autora de la saga de Harry Potter, que penetra más en el ámbito juvenil, Jostein Gaarder, y a mí me impresiona de modo especial el australiano Shaun Tan, que aprovecha la ilustración para contar historias (El árbol rojo, Los conejos) que son productos de la imaginación infantil y que seducen por igual a niños, jóvenes y adultos. No olvidemos que grandes figuras de la literatura universal dedicaron espacios al relato infantil, como son los casos de Robert Louis Stevenson, Mark Twain, Daniel Defoe, Oscar Wilde, Jack London, Julio Verne, y Selma Lagerlof, primera mujer en obtener el Nobel de literatura, autora de un libro de culto de las letras infantiles, El maravilloso viaje de Nils Holgersson.

Pedro Henríquez Ureña alcanzó a ver el valor de la literatura infantil y una de sus pocas obras creativas es Los cuentos de la Nana Lupe. Como Charles Dickens y su Canción de Navidad, Juan Bosch escribió un Cuento de Navidad que enternece a niños y adultos. Marcio Veloz Maggiolo añade a su amplia y variada bibliografía una producción para los infantes. Y como ellos, otros autores cuyo oficio literario es el de la narrativa o el de la poesía, han incursionado en el cuento y en el verso dedicado a la niñez. Descontemos mencionar la gran ola de autores infantiles que ha surgido en el país literario dominicano en las últimas décadas con una perseverancia digna de los mejores encomios.

Que surjan escritores para niños habrá de ser siempre un signo de progreso en nuestra literatura, pues ese es el canal más idóneo para insuflar en la gente menuda el interés por la lectura y la pasión por la imaginación como elementos de desarrollo de una conciencia libre, sin prejuicios y, a la vez, sin anti valores que afecten su crecimiento y su realización personal futura. Creo en eso y creo por tanto en los que dedican tiempo, esfuerzo y creatividad para esta labor. Y por estas razones, festejo siempre la salida de un libro de relatos o de versos para niños. Es la continuación de una tradición añeja que data de siglos porque aparece en las literaturas de viejas civilizaciones.

Rosanna Rivera es una personalidad de nuestro mundo social. Tiene encanto, dominio de las relaciones humanas, visión de servicio. La dinámica de la actividad periodística que ejerce cumple una encomienda de los tiempos que corren, por esa razón su ritmo social realiza un recorrido por espacios y atmósferas específicas, sin descuidar preocupaciones muy personales por el voluntariado en causas de servicio a la sociedad. Es mi visión desde lejos pues mi trato con ella ha sido ocasional y breve. Me gusta porque siempre sonríe. Nunca he visto una foto suya donde no esté sonriente. Creo en la gente que hace de la sonrisa un gesto fijo de su humana experiencia. Creo en quienes la sonrisa es un mecanismo natural de la personalidad que ahuyenta miserias y espanta los acosos de las malas vibras. El que no acostumbra reír, algo esconde. Rosanna ríe a menudo y esto es un buen indicio de cuánta dicha propaga entre sus congéneres.

Rosanna Rivera ha escrito un relato para infantes. Hermoso, bien construido, con buena prosa, con estilo sencillo, con plena libertad creadora. Cuenta una historia como la ha vivido y como la ha imaginado. Y uno alcanza a ver en esa historia su sonrisa y su preocupación social. Cuba, el gatito negro que protagoniza la historia en la Ciudad Colonial, es un reflejo de bondad y un ejercicio de imaginación basado en un hecho real, destinado a otorgar valor a la vida animal y a mostrar que podemos construir un cuento infantil desde cualquier experiencia y desde cualquier acto de vida. Rosanna encontró a Cuba en la ciudad de los colones, lo albergó, le regaló una nueva vida, le permitió disfrutar gozos que les resultaban increíbles, lo paseó por las calles del casco histórico, por monumentos y casonas antiguas, y cuando llegó el momento de que Cuba volviese con los suyos, ella lo dejó partir advirtiéndole que era un ser libre, pero que podía regresar a su regazo cuantas veces quisiese y siempre sería bienvenido.

Hay una moraleja humana en este relato. Hay valores que se desprenden de la historia sencilla y directa que transmite la autora. Cuba es un símbolo de los desamparados que buscan aunque sea un momento de felicidad y encuentran en el camino, a veces áspero de la vida, alguien que le tiende las manos y le permite vivir su sueño. En ese relato se condensa una realidad humana que tal vez no fue aspiración ni designio de la escritora infantil en cierne. Sucede casi siempre. La escritura literaria supera nuestras propias intenciones. Cada cuento infantil debe celebrarse. Todos los días deberían escribirse cuentos para los niños. No hay mejor manera de festejar los sentimientos, la fantasía, la imaginación y la vida misma a los hombres y mujeres del futuro. Por eso, celebramos el cuento de Rosanna Rivera y su incursión en este espacio mágico del quehacer literario. La edición es de calidad superior, con ilustraciones de gran belleza, en elegante y perfecto diseño. Rosanna ríe. Todos los días deberíamos reír aun en medio de incertidumbres. Cuba con su negro pelaje se fue riendo de su buena fortuna al encontrarse con su nueva amiga y todavía puede alcanzarse a ver en cualquier recodo de la Ciudad Colonial con su dicha a cuestas.

www.jrlantigua.com

Libros

TEMAS -