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Aplicar las recetas para vivir

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Aplicar las recetas para vivir
Imagen ilustrativa. (SHUTTERSTOCK)

Gracias a la magia del internet y las redes sociales hoy todo el mundo está consciente de que “el perdón no se le niega a nadie, pero la confianza nunca se recupera”, sabe que “las palabras solo te hieren cuando te importa quién las dice”, que “si quieres volar, tienes que renunciar a las cosas que te pesan” y que “los niños tienen que ser entrenados sobre cómo pensar, no qué pensar”.

También sabemos que “no elegimos a los otros al azar. Nos encontramos con aquellos que ya existen en nuestro inconsciente”, según Sigmund Freud; que “quien se aflige antes de tiempo, se aflige más de lo necesario”, de acuerdo a una reflexión de Séneca y que “la verdadera educación consiste en sacar a la luz lo mejor de cada persona”, como proclamó Gandhi.

“Lo que piensas serás, lo que sientes, lo atraerás, lo que imagines, lo atraerás”, sentenció Buda, una reflexión que actualmente leemos y oímos hasta la saciedad, como también una del novelista libanés Khalil Gibrán, según la cual, “por muy larga que sea la noche, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.

El aforismo de Martin Luther King que sugiere no permitir que “ningún ser humano te haga caer tan bajo como para odiarlo”, rueda entre páginas de Facebook a la velocidad de la luz, lo mismo que la inapelable verdad del escritor Oscar Wilde cuando sentenció que “amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida”, y la del filósofo francés René Descartes, que nos precisa que “dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros, o ir por el buen camino”.

Son una ínfima parte de la invasión diaria que recibimos, de frases, reflexiones y proverbios de la filosofía oriental y occidental, y de la Biblia, consejos de psicólogos, autores de libros de superación personal, compositores, poetas, novelistas, defensores de los derechos humanos, oradores, líderes religiosos y personas de éxito. También hay usuarios de las redes sociales que se animan a compartir sus propios pensamientos inspiradores.

En fin, un derroche de cultura, filosofía y fórmulas para el buen ser y el buen vivir, salvar al mundo y alcanzar el éxito en la vida, los negocios y el amor, está ahora al alcance de todos y son muchos los que comparten todo ese sano derroche de sabiduría por el bien de la humanidad.

Pero parece que del dicho al hecho hay un enorme trecho, porque sabemos perfectamente cómo hacerlo, pero no podemos hacerlo y ante tan abrumadora cantidad de lecciones que recibimos a diario por diferentes vías hay que preguntarse, necesariamente, ¿de qué sirve que sepamos tanto si no practicamos lo que sabemos? ¿Si ya tenemos la fórmula, por qué no aplicarla?

Esas interrogantes conducen a otra: ¿Y si lo publicamos y no lo aplicamos, ¿cuál es el objetivo? Pese a tanta información para ser mejores, hay demasiada gente llena de odio, que sigue equivocándose en el amor y las relaciones, atropella a los demás, vive entre nubes de pesimismo y resentimiento, se mantiene insensible ante las injusticias y se derrumba ante el primer obstáculo.

La respuesta podría ser el deseo de un mundo mejor y aportar remachando información, por aquello de que, tanto se rebozó la copa hasta que se rompió o, lo que es lo mismo, aplicar sin que nos demos cuenta el método de aprendizaje por repetición.

Y, ciertamente, todo recurso es válido si es para propagar el bien y la cultura, pero no por el mero acto de republicar, a veces sin siquiera haber leído el mensaje o para dar una falsa impresión de ser culto, bondadoso y profundo, sino como el fruto de un ejercicio de reflexión, asimilación y puesta en práctica.

Vivian Jiménez

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