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Orquesta sinfónica
Orquesta sinfónica

Preparados para el segundo concierto de la Temporada Sinfónica

Como solista estará el asistente de concertino de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, Omar Velázquez

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Preparados para el segundo concierto de la Temporada Sinfónica
Orquesta Sinfónica Nacional (FUENTE EXTERNA)

SANTO DOMINGO-. La Temporada Sinfónica continúa el miércoles 5 de septiembre con un programa que me ha resultado atractivo e interesante. La Obertura Las Hébridas o La Gruta de Fingal de Félix Mendelssohn Bartholdy, el Concierto para Violín y Orquesta en Re mayor Op. 61 y la Sinfonía No. 1 en Do mayor Op. 21 de Ludwig Van Beethoven. En la batuta estará Santy Rodríguez, joven director dominicano, Director Residente de la Orquesta Sinfónica Nacional, y como solista, el asistente de concertino de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, Omar Velázquez.

Inicia el concierto con la Obertura Las Hebridas, también conocida como la Gruta de Fingal, del compositor, director de orquesta y pianista aleman, Felix Mendelssohn Bartholdy. Mendelssohn, a diferencia de la mayoría de los compositores de su tiempo, vivió una vida bastante estable, cosechó y disfrutó de sus triunfos, sin grandes conflictos. Entre sus muchos logros a los 27 años ganó el puesto de director de la Orquesta Gewendaus de Leipzig, que bajo su batuta se convirtió en una de las grandes orquestas del mundo. Mendelssohn llegó a la madurez musical a una temprana edad y a través de toda su vida mantuvo el estilo límpido y encantador de su adolescencia que caracteriza sus composiciones y que lo convirtieron en el compositor más querido de su tiempo.

La obertura que escucharemos evoca los sonidos de la Gruta de Fingal, en Escocia, obteniendo de ahí su título. Inicia con un gran e hipnótico balanceo de las olas, la música se desplaza para evocar pájaros, surfear y saltar, en estricta forma de sonata. Mendelssohn visitaba asiduamente Inglaterra. En 1826 llega a Escocia y allí nace esta obertura. La Gruta de Fingal, de las islas Hébridas internas, tiene características muy particulares. Hace millones de años la cueva fue formada por un flujo volcánico y se caracteriza por unas estructuras de basalto, produciendo una acústica única y sonidos muy peculiares. El nombre gaélico de la gruta Uamh-Binn, significa “gruta de la melodía”. Fingal es un héroe épico de una narración del siglo XVIII del escocés James Macpherson.

Al concluir la obertura escucharemos el Concierto para Violín y Orquesta No. 1 op 66 de Ludwig Van Beethoven, el concierto favorito del joven director que hoy conduce la Orquesta. Cuando le pregunté a Santy Rodríguez, por qué escogió este programa, expresó: “es un sueño y a la vez una grandísima responsabilidad para todo director, sobre todo cuando se es joven, tener la oportunidad de hacer obras de Beethoven, es el referente para todo músico. Agradezco al Maestro Molina la oportunidad de poder dirigirlo”.

Este concierto de violín, con Omar Velázquez como solista, está considerado uno, sino el más grande de los conciertos de violín. Tomó años para establecerse en la sala de conciertos, nada era fácil para Beethoven. Fue solicitado a Beethoven por Franz Clement, famoso violinista de la época, poco tiempo antes del estreno. Clement dispuso de muy escaso tiempo para preparar la obra y hay versiones que señalan que el exceso de confianza en sí mismo le jugó una mala pasada en el momento del estreno. La dificultad del concierto rebasaba a la de cualquier otro que se hubiese escrito hasta la fecha para ese instrumento. Además, y siguiendo una detestable costumbre de la época, Clement dedicó la velada a hacer alarde de su virtuosismo, llegando a intercalar entre el primer y segundo movimiento una sonata suya, tocada sobre una sola cuerda y con el violín al revés.

Fue el violinista Josef Joachim, cuando contaba trece años, el que rehabilitase la obra en 1844, bajo la batuta de Mendelssohn (grata coincidencia del programa de hoy). A partir de ese momento, el concierto se convirtió en una obra habitual del repertorio para violín y se ha mantenido como el estándar de oro por el cual los violinistas son juzgados. El concierto consta de tres movimientos: Allegro ma non troppo, donde la orquesta tiene una larga introducción que te hace olvidar que hay un solista, la entrada del solista se hace esperar y nos sorprende con su discreción al entrar, suave y pausada. Demandando durante todo el movimiento la capacidad del solista de transmitir un sentimiento profundamente espiritual. El segundo movimiento, Larguetto se podría emparentar con las famosas romanzas para violín y orquesta del compositor, las Op. 4O y 50; la atmósfera apacible recuerda a otros movimientos gloriosos de las obras de Beethoven como el “adagio” de la Novena Sinfonía. El tercer movimiento Rondo (Allegro) es una verdadera explosión de júbilo como pocas en la producción beethoveniana, quizás comparable a lo que luego escucharemos en su Sinfonía No. 7. De este concierto les recomiendo escuchar la versión de la Filarmónica de Berlín, con una maravillosa Anne-Sophie Mutter, dirigida por Herbert von Karajan y la de la Orquesta Sinfónica de Londres con Maxim Vengerov, violín y Mstislav Rostropovic en la batuta. Por supuesto hay que escuchar este concierto con Yehudi Menuhin, impresionante.

Intermedio

Viene el intermedio... y seguimos con Beethoven, con su Primera Sinfonía. Estrenada en 1800, el director la califica como “una obra muy noble, revolucionaria para su época, llena de frescura y naturalmente cargada de esa energía y poder creador característico de Beethoven.”

Podríamos decir de la Primera Sinfonía, estrenada en 1800, que consta de cuatro movimientos y que es de alguna manera una introducción a todo lo que Beethoven escribirá más tarde. Se define sucesivamente como lírica y serena (en los dos últimos movimientos), sombría y apasionada (en la introducción lenta), tensa y dramática (en el Allegro inicial), y patética (en el movimiento lento). Parece por otro lado, ser una premonición de los movimientos lentos de las sinfonías Tercera y Séptima. Para el final se inspiró en Haydn, cuya influencia en Beethoven, se hace más evidente en las ejecuciones rápidas. De hecho, el movimiento más innovador de esta obra es el tercero, que es un scherzo (broma en italiano), vivo y ligero, el cual usaría Beethoven de ahí en adelante en lugar del minueto tradicional.

Personas de la talla de Beethoven permanecen vivas en la historia y deben permanecer, personas como él nos ayudan a recordar de qué la humanidad es capaz, de cuando en cuando. Sobre todo, por supuesto, necesitamos su música. Pero para mantenerse con vida, tales figuras y sus obras deben ser maleables, deben servir a diferentes necesidades en diferentes momentos. Aquellos que no pueden trascender sus tiempos no son para todos los tiempos y Beethoven los ha trascendido todos.

Recordemos nuestra cita este el miércoles 5 de septiembre, y les invito a comentarme sus experiencias.

Por Carmen Rita Malagón

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