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Museos
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Una tablilla
y un estilete

Me encantan los museos. Sé que a muchos les resultan aburridos. A mí no. ¿Qué le voy a hacer? No puedo más que admitir que, en estos tiempos, soy un bicho raro, y a mucha honra. Los recorro con avidez y, por descontado, me detengo a contemplar y a disfrutar de las grandes obras maestras y de las piezas más valiosas. Sin embargo, lo que más me emociona es el descubrimiento de pequeñas piezas aparentemente insignificantes, ante las que nadie se detiene habitualmente, y que tienen el poder de hacerme atisbar el pasado o el futuro cargadas con el sabor de lo cotidiano.

Hace tan solo unos días regresé a Colonia, la ciudad alemana que fue fundada en el 38 a. C. (a. de C. o a. de J. C.) con el nombre de Colonia Claudia Ara Agripenensium, en honor a Agripina, la emperatriz romana esposa del emperador Claudio y madre del también emperador Nerón. En su museo romano, perdida entre innumerables vestigios, me detuve a contemplar una pequeña tablilla de cera y un estilete para escribir en ella. El estilete tenía grabada la inscripción Escribo sin mano. Probablemente con él, o con uno muy similar, alguien trazó alguna vez, en un tiempo muy muy lejano, unas letras sobre la blanda cera que cubre la tablilla. Lo maravilloso de esta tablilla, especialmente de esta, es que esas letras siguen ahí. Con pulso inseguro alguien grabó unas palabras en latín que aún hoy, más de dos mil años después, podemos leer. Nosotros tenemos tabletas y estiletes para escribir sin manos, pero, ante la grandeza humilde de esta pequeña tablilla me pregunto: ¿Durará alguno de nuestros mensajes dos mil años?

@Letra_zeta

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