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¿Alguien sabe dónde está El Chino?

Una crónica sobre los músicos anónimos, que no son populares y son diamantes en bruto.

?BARCELONA. Estoy escribiendo en el aire, mientras viajo de Cali a Barcelona, y por la somnolencia que produce un viaje tan largo como este, me llegó a la mente una imagen agradable, como la de esos testimonios que escuchas de la gente que dice que murió y describe cómo es el paraíso. En mi caso, ese paraíso fue El Chino, un personaje que surgió de las profundidades armónicas, del misterio divino que producen ciertos acordes de la guitarra.

No sé si aún viva El Chino, y es razonable que para el que no sepa a quién me estoy refiriendo, crea que le estoy hablando en chino. De él no tengo ni una foto, ni su nombre real, ni mucho menos su apellido. Solo conservo una vaga imagen en mis recuerdos y la historia que a continuación les contaré:

Al terminar la Guerra de Abril de 1965, había sido despedido como cartero y trompetista de la Banda Municipal de Música de Altamira por razones políticas. Me vi obligado a inmigrar a la capital con una mano atrás y otra adelante. Como un exiliado tuve que hacerle frente a vicisitudes momentáneas que junto con mi inquietud natural, me llevaron a tomar una guitarrita desnuda (sin estuche) y comenzar a laborar como profesor de este instrumento.

No había pasado mucho tiempo cuando ya tenía una cantidad considerable de alumnos. Así que, me asocié con Miguelito Méndez, un amigo de mi papá, que para mí era el guitarrista más exquisito que había en la República Dominicana. Y en la calle Leopoldo Navarro llegando a La Independencia, en un exclusivo sector de la capital dominicana, rentamos la segunda planta de una pintoresca casa blanca, donde fundamos una academia. Recuerdo esa coqueta casita como la fachada de un castillo, decorada con un llamativo letrero que decía: Escuela de la Guitarra Miguelito Méndez. Los profesores titulares éramos solo Miguelito y yo. ¡Qué orgullo! Esa fue mi primera empresa.

Ahora bien, no me queda claro de dónde venía un señor canoso con rasgos chinos, al que le decíamos precisamente El Chino. Este genio nadaba en las profundidades de la armonía en la guitarra y emulaba ese complejo mundo armónico del Bossa Nova, que en ese momento popularizaron guitarristas famosos de la altura de Laurindo Almeida, Luiz Bonfá y Carlos Jobim, entre otros.

Mi limitada lógica guitarrística, las avanzadas de Juan Francisco Ordoñez, Juan Luis Guerra y hasta las del inmortal Miguelito Méndez, no creo que lograran explicar cómo un músico sin estudio formal, podía rebosar en las profundidades de esas armonías tan sublimes y complejas. Jamás pude entender cómo este humilde músico podía concebir y conectar con aquel “más allá” en el que deliraba su imaginación.

El valor

De ahí que, pasado el tiempo, me pregunto: ¿Qué es el valor? Todos sabemos lo que es valor, pero a veces el idioma español se queda corto en expresar el lenguaje del corazón. Por eso, el significado de algunas palabras debe tomarse en cuenta desde el punto de vista de quien las dice, porque es quien le va a dar no sólo el sentido, sino la necesaria entonación de lo que simboliza.

Hay artistas que tienen un valor que no tiene precio, porque a ese valor no se le puede colocar una cifra. No se puede confundir el valor con el costo, porque lo que tiene valor no nos cuesta, y lo que cuesta, no siempre tiene un valor, porque el valor se lo damos a las cosas que creemos importantes. Si te vas a un bar, o si te subes a un autobús, posiblemente escuches cantar o tocar algún instrumento a una persona humilde, que por encontrarse necesitada, utiliza lo que cree que hace bien, para ganarse el sustento. Pero entonces sucede que te dejan sorprendido y no puedes comprender por qué ese individuo no está en un escenario, devengando una mejor remuneración, como se lo merece.

Casos como ese se ven en muchas partes, por ejemplo, en Colombia hay una cantante llamada Ilona que tuvo sus inicios en los autobuses, pasando también por bares, hasta que años después fue nominada a los Grammy Latinos como mejor nueva artista, un galardón que hizo que la industria reconociera casi que obligatoriamente que no sólo se gana con imagen, sino con talento.

Veámoslo mejor con este otro ejemplo: habrá gente que al mencionar las palabras “El Chino”, jamás podrá relacionarlo con ese valor. Lo que realmente debería significar para ellos pasa desapercibido, porque no ven el mensaje detrás del mensaje, ni ese valor al que me estoy refiriendo. Para aquél que no es consciente del valor real qué hay detrás de las palabras El Chino, entonces El Chino no existe, porque aquello que no se conoce, no existe. Es como ver las cosas a través de la perspectiva de las cualidades artísticas que se vuelven indescriptibles. Sin embargo, para aquél que sí lo conoce, y escribe un artículo, no solamente se vuelve necesario, sino obligatorio definir el valor de ese contexto que deambula lo esotérico.

Muchos artistas que trabajaban en un bar tienen tanto talento como Juanes o Carlos Vives, pero no han tenido la oportunidad. Ahí radica mi percepción del valor. Esa gente podría tener tanto o hasta más valor que aquellos que están en los escaparates publicitarios de la industria musical en estos momentos, pero no tienen quien los impulse o ayude. Entonces, la moraleja es que podría haber más artistas “afuera” que “adentro”.

El Chino es como muchos que andan por ahí, creyendo que son mendigos de la música y nunca se percataron que eran un diamante en bruto con grandes posibilidades. Y como no tengo ni una foto, ni su nombre real, yo mismo quiero convertirme en El Chino en el video que les dejo, junto a este artículo, para tratar de ilustrar aquél universo musical que habitaba en la cabeza de El Chino, con la interpretación en la guitarra como él lo haría, con el legendario merengue Siña Juanica. Pero esta vez desdibujado, o variado, en cuanto a melodías, armonías y estructura se refiere, y con los colores con los que El Chino recomponía todo, que es lo que en música se conoce como “rearmonizar”.

Al concluir mi intervención hago las modulaciones armónicas necesarias, como si se tratara del protocolo de una ceremonia, donde rindo honores al maestro Félix López, autor de la obra, como una manera de decirle: “gracias su majestad, aquí le devuelvo su obra original”. A seguidas le marco 4 a la orquesta, para comenzar Siña Juanica como la conocemos todos los dominicanos.

Le dedico este artículo y este video a todos los “Chinos” que nacen y mueren sin percatarse que son verdaderos héroes (artistas).

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