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La célula de “El Sistema” que irradia melodías en la Ciudad Colonial

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La célula de           “El Sistema” que irradia melodías en la Ciudad Colonial
El maestro Eduardo Adi Harb, mientras dirige la orquesta.

SANTO DOMINGO. No son las cuerdas de la Orquesta Filarmónica de Viena, ni las de la Estatal Sajona de Dresde. Tampoco se trata de la Orquesta Sinfónica Nacional, ni de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera de Múnich. Es la melodía de los niños y las niñas de Fiesta Clásica, una célula de “El Sistema” enquistada en la Ciudad Colonial.

De lunes a viernes, desde las 2:30 de la tarde y hasta las 7:30 de la noche, en los alrededores de la Benemérita y Respetable Logia Cuna de América II se escuchan las partituras de un maestro y una secuencia de momentos líricos que trastocan los sentidos del más abstraído.

Niños que hace dos años no habían tocado un instrumento musical, hoy son capaces de interpretar la novena sinfonía de Ludwig van Beethoven y La Gran Puerta de Kiev de Modest Moussorgsky, gracias al acompañamiento permanente de catorce maestros del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, un modelo pedagógico, artístico y social de relevancia mundial fundado por el (fenecido) educador José Antonio Abreu Anselmi.

Se encargan de los vientos –madera y metal–, de la percusión, del tono... Es una filarmónica completa, originaria de la visión de su presidenta, Corinne Bouygues de Gobbi, y de su esposo, el laureado cineasta Sergio Gobbi, ícono del cine francés de postguerra.

Por sus frutos se reconoce, además, el compromiso de su vicepresidente ejecutivo y de su secretario general, Dominique Mey y Frank B. Ferandier Sicard, en favor del desarrollo cultural de los niñas y las niñas.

Sobre la Fundación Fiesta Clásica

La Fundación Fiesta Clásica es una organización sin fines de lucro para la enseñanza de la música y así se define en sus estatutos de constitución. Está afiliada a “El Sistema”. Utiliza la misma metodología, el mismo repertorio. Acoge a unos 200 niños, niñas y adolescentes en situación de pobreza que residen en la periferia. Entre esos 200 “pequeños mundos” hay un sueño compartido: la visita del que consideran el “expositor insignia” del merengue dominicano alrededor del mundo, Juan Luis Guerra; pues gozan ya del cortejo crítico y del apoyo entusiasta de la violinista clásica dominicana, Aisha Syed Castro.

No es un conservatorio ni una academia de la música. Es una obra de carácter social que ostenta resultados excepcionales a pesar de sus limitaciones de espacio y de recursos económicos. “Comenzamos con 10 muchachos del barrio. Sin darnos cuenta, ya teníamos 15, luego sumamos 20. Ahora tenemos alrededor de 200 y no podemos aceptar más porque, como ves, el espacio no lo permite”, contó a Diario Libre Dominique Mey.

El recinto que alguna vez imaginaron los esposos Gobbi se desbordó. Las limitaciones les han obligado a desestimar decenas de solicitudes de tutores que anhelan que sus hijos se formen allí.

“Sólo si logramos que compañías locales o internacionales nos apoyen, o alguna institución estatal, podremos reclutar a nuevos alumnos”, dijo Bouygues a este medio. Para los padres que ese día esperaban por sus vástagos, ningún apoyo es capaz de compensar la labor que sacó a sus hijos de las calles, la que cada tarde los aleja de la violencia y del ocio, aprendiendo una disciplina, viviendo la música.