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Qué hacer y qué no hacer con las cotorras

Para protegerlas se debe impedir la reducción de las áreas protegidas, amenazadas por los depredadores turísticos

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Qué hacer y qué no hacer con las cotorras
Nido de cotorras saqueada por depredadores.
Santo Domingo. Luego de mi último artículo (Cotorra de la Hispaniola al borde de la extinción), me han llovido los correos de lectores que preguntan qué hacer con la cotorra que tienen y cómo contribuir a su causa. El objetivo de la campaña que encabeza el Grupo Jaragua, y de la cual mi artículo fue una humilde colaboración, es muy explícito: convencer a las personas de no comprar pichones de cotorra para reducir la demanda y que disminuya así la depredación. Pero la campaña ha sido muy efectiva y la gente tiene muchas preguntas sin respuestas. Trataré de responder algunas de esas inquietudes.

Otra forma de preservar esta especie es impedir la destrucción de los ecosistemas en que viven. Tenemos que impedir la reducción de las áreas protegidas, sobre las cuales pende siempre la amenaza de los depredadores turísticos. Como anidan en huecos de árboles, pero no saben construirlos, cada nido saqueado es una cría fallida y una cavidad menos. Además, quienes tratan de atraparlos, a veces cortan el árbol a la altura del nido, matando o hiriendo a alguno de los pichones. Es bueno recordar a quienes irresponsablemente compran pichones de cotorras, que son cómplices de una actividad no solo ilícita sino además criminal

Muchas de las personas que tienen una cotorra, pero no quieren ser cómplices de un crimen de lesa conservación, me preguntan cómo liberar a su mascota. Esto es lo menos aconsejable, pues lo más probable es que muera y, si sobrevive, el riesgo es mayor, pues podría ser portadora de una enfermedad y desatar una epidemia que elimine la población silvestre. Si quiere deshacerse de su cotorra, llame a la Dirección de Vida Silvestre (809-472-4204) quienes decidirán el destino del ave.

Con frecuencia, los que llaman para declarar que tienen una cotorra, lo que en realidad poseen es un perico. Cuando la población dominicana era mayormente rural, todo el mundo, incluso los citadinos, distinguía los pericos de las cotorras. En el dibujo que ilustra esta página se aprecia esa diferencia: el perico tiene la cola puntiaguda; la cotorra la tiene rectangular; el perico es más delgado, tiene manchas rojas en el tronco del ala y carece de la mancha roja en el vientre distintiva de la cotorra. Los traficantes aprovechan esta confusión y venden pericos por cotorras, pues es más fácil atrapar pericos adultos que saquear nidos de cotorra. El problema es que aunque en la Capital los pericos son más abundantes, están más amenazados que las cotorras debido a su más restringida distribución.

En un comercial de una prestigiosa firma en el que se exaltan los valores morales, aparece una familia que le compra un perico a un traficante y luego uno de los hijos lo libera. La buena intención es innegable pero son los resultados los que cuentan. Al comprar una cotorra estamos fortaleciendo el mercado e incentivando el saqueo de los nidos. Como reza el dicho, de buenas intenciones está empedrado el concurrido camino del infierno.

Hasta ahora las campañas para salvar las cotorras no han superado el plano puramente verbal: afiches, spots, artículos (como éste). Ya es hora de que pasemos de las palabras a los hechos. Un proyecto que tendría un impacto directo favorable en la población de las cotorras, sería vigilar la mayor cantidad de nidos durante los cerca de tres meses de cría; reparar cavidades destruidas, mejorar nuevas e instalar nidos artificiales. Creo que fue el presidente y escritor argentino Domingo Sarmiento, cansado del palabreo improductivo de sus compatriotas, quien los arengó con estas palabras: "Argentinos, a las cosas".

guerrero.simon@gmail.com