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Oliver Sacks, un neurólogo curioso que exploró los desórdenes de la mente

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Oliver Sacks, un neurólogo curioso que exploró los desórdenes de la mente
Sacks, profesor de neurología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, formaba parte de un selecto club de científicos cuyos descubrimientos han sabido calar en audiencias más generales. (OLIVERSACKS.COM)

NUEVA YORK. Se consideraba a sí mismo como un “explorador”, y dedicó toda su vida a explorar los misterios y desórdenes de la mente: Oliver Sacks, el neurólogo británico fallecido hoy en Nueva York, era, más que nada, un hombre curioso.

A los 82 años, Sacks pereció víctima de un tumor cancerígeno en el ojo que hizo metástasis. Su asistente personal, Kate Edgar, confirmó su muerte, en su casa de Nueva York, ciudad en la que había fijado su residencia hace cinco décadas.

Como recuerda hoy The New York Times, en 1984 dijo que se veía como “un naturalista o un explorador”. “He explorado muchas tierras neurológicas extrañas, los más lejanos Árticos y Trópicos de los desórdenes neurológicos”, añadió.

Sacks, profesor de neurología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, formaba parte de un selecto club de científicos cuyos descubrimientos han sabido calar en audiencias más generales.

Sus obras han revelado explicaciones científicas hasta ahora desconocidas en el origen de las alucinaciones, por ejemplo, y tanto sus ensayos como sus libros han servido de gran ayuda al estadounidense promedio.

Y es que Sacks supo combinar la exploración de la mente con el mundo de la literatura.

Solo en Estados Unidos, ha vendido un millón de libros, incluyendo “Awakenings” (”Despertares”, 1973), que inspiró una película, y “The man who mistook his wife for a hat” (”El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, 1985), que inspiró una ópera.

En su sitio de internet, el famoso neurólogo aparece montado en una BMW clásica, de joven, para reflejar una de sus múltiples aficiones. Participó en competiciones de levantamiento de pesas y formó parte de un grupo motero de “Los Ángeles del Infierno”.

Ahí mismo, una seguidora del estado de Nueva Jersey, al comentar las noticias sobre su cáncer, dice que Sacks es uno de los pocos médicos que ha sabido contar historias médicas.

Otra persona, desde Venezuela, destacó su cualidad para que la gente se interese por el ser humano desde una “perspectiva tan fascinante”.

Aunque nació el 9 de julio 1933 en Londres, hijo de una familia judía de médicos y científicos, y se graduó en Medicina en el Queen’s College de Oxford, destacó profesionalmente en Estados Unidos, adonde llegó en 1960.

Primero trabajó en un hospital de San Francisco, después en Los Ángeles y desde 1965 se quedó en Nueva York.

“Siempre has sido un trotamundos (...). Parece que tienes una extraña aventura detrás de otra. Me pregunto si algún día encontrarás tu destino”, le dijo una tía suya cuando visitó a Sacks en un hospital tras una caída en una montaña de Noruega.

Melómano convencido (”Musicofilia” es una de sus últimas obras), Sacks, en su currículum vítae oficial deja constancia de que entre 2007 y 2012 fue “artista” en la Universidad de Columbia, de Nueva York, donde también dio clases de neurología y psiquiatría.

Su lista de premios y honores es larga, y acumuló muchas medallas y galardones. Por tener, el científico hoy fallecido tiene hasta un asteroide, el 84928, nombrado oliversacks en 2008 para recompensar sus trabajos.

Dio muchas ideas sobre males como la esquizofrenia, el Alzheimer, la epilepsia y las alucinaciones. Estuvo activo hasta hace poco, no solo con ensayos médicos, sino también con páginas de su vida y de sus ideas.

Hace dos semanas publicó un artículo en The New York Times, titulado “Sabbath”, en el que explica su vinculación con la religión y con el judaísmo de su familia, y cómo vive él mismo el día de descanso sagrado para los hebreos.

“Encuentro mis pensamientos en la deriva del sábado, el día de reposo, el séptimo de la semana, y tal vez el séptimo día de mi vida”, dijo el final de ese artículo, en una especie de despedida anticipada.

Es “cuando uno puede sentir que el trabajo de uno mismo está terminado, y puede, en conciencia, descansar”, agregó.