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Cine

"Quería hacer una película como un poema épico"

SANTO DOMINGO. "La Jaula de Oro" es una de las películas latinoamericanas más premiadas de los últimos años. Se trata de la ópera prima de su director, el español radicado en México hace una veintena de años, Diego Quemada Diez, quien conversó con DL sobre su película.

P. ¿Qué tiempo lleva en México?

R.
Yo nací en España, y emigré a Estados Unidos hace más o menos 18 años. Fue a raíz de la muerte de mi madre, y también de buscar realizar mis sueños personales que eran dirigir películas, y pensé voy para allá a aprender de la industria. Yo había trabajado en una película con Ken Loach que se llama "Tierra y libertad" (1995, fue asistente de cámara) donde aprendí muchas cosas. Llegó un punto en que gané dinero, después de un período en que trabajé indocumentado que fue muy difícil; ya luego conseguí entrar al sindicato, y subí la escalera en el departamento de cámara, y fui aprendiendo de diferentes directores, diferentes métodos, siempre con el fin de dirigir. Eventualmente, en lo personal, Estados Unidos me hacía sentir muy vacío, esta cultura materialista, muy eficiente, pero humanamente muy vacía. Me hizo empezar a viajar a México, para reencontrarme con una cultura más cercana, pero muy diferente -yo no quería vivir en España-, y era muy inspirador estar en México.

En una de esas en el 2002, estaba en Sinaloa en Mazatlán, conocí a un taxista del que me hice muy amigo, y me invitó a vivir en su casa, Toño, y ahí empezó la semilla de "La Jaula de Oro", porque la casa estaba sobre la vía del tren, y llegaba el tren todos los días, y los emigrantes nos pedían comida y nos pedían agua, y les dábamos, y ahí empecé a recopilar testimonios, de donde luego creé el guión y los personajes. Empecé a pasar largas temporadas, hasta que me fui a vivir a México, por ahí por el 2006.

Me nacionalicé, y hago cine allí.

P. Otra película en la que participó fue "Man on fire". ¿Qué hizo allí?

R. Esos últimos 10 años trabajé como operador de cámara. Era lo bueno, estaba en el medio de contar las historias visualmente. En esa operaba la quinta o sexta cámara. A Tony Scott le gustaba usar muchas cámaras, y aprendí que no es lo que quiero hacer. Máximo uso un par para las escenas de acción. Pero aprendí a tomar decisiones en el rodaje, no en la edición. A Tony le gustaba un estilo muy estilizado, y prefiero un estilo más simple, más sencillo. Que la forma no sobresalga, que lo que sobresalga sea la narrativa, los actores y el tema de lo que estás hablando, el contenido. Que la forma sirva al contenido, no que se imponga al contenido.

P. ¿Cómo pudo investigar y rodar?

R. La investigación fue la parte más peligrosa. Empecé a investigar. gracias a un par de amigos periodistas. Primero fue con Toño, mi amigo taxista. Pero sobre todo lo que creo más importante en este trabajo es escuchar. La idea es contar las historias de la gente, ser un poco un canal o un trovador. Me he concentrado en escuchar. Y escuchaba y lloraba y sentía, y trataba de ser como una esponja.

Luego me ayudaron amigos periodistas expertos en temas de migración. Me llevaban a los lugares. Me presentaron por ejemplo al padre Solalinde, un activista muy importante en México, que me enseñó muchísimas cosas que apliqué en la película. Iba a las casas de emigrantes, hablaba con ellos; iba a los centros donde esperan ser deportados, y hablaba con los menores que están encarcelados. En Guatemala, en distintos puntos de México, en Estados Unidos. Fue una investigación muy compleja. Y sí me pasaron bastante cosas fuertes. Por ejemplo, la escena de Vitamina, que fue alguien que a mí casi me mata. Por eso hay una escena en la película de homenaje a Vitamina. Que me perdonó la vida. Sí, a mi Vitamina me puso una pistola en la cabeza y todo eso, y vino con un grupo de gente con AK-47. Le puse una escena de homenaje.

P. ¿Se reencontraron después?

R. No, a Vitamina lo mataron hace unos años.

P. ¿Y estuvo 12 años desde que concibió la idea hasta que pudo realizar la película?

R. Si contamos desde la primera chispa de la idea en el 2002 hasta que la presentamos en Cannes, el año pasado, fueron 11 años. Claro yo lo iba combinando con trabajar para otros para ganar dinero. Investigando, escribiendo. Y desde el 2007 que me puse full, me costó mucho levantar la película. Es una propuesta muy arriesgada. Quería hacer una película con no-actores; quería hacer el viaje de verdad; quería subirme en los trenes de verdad; quería hacer el casting de los niños protagonistas en las zonas más desprotegidas de Guatemala. Quería hacer una película de aventuras, como un poema épico.