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Cine

Éxodo: Dioses y reyes

SANTO DOMINGO. Desde sus orígenes el cine ha tenido relación con la narrativa religiosa de la cultura judeo-cristiana. Temprano existió interés por llevar a escena los textos de la Biblia. Directores importantes como Cecil B. DeMille, escenificaron el libro sagrado en películas como “Los diez mandamientos” (1923) y “Rey de reyes” (1927), entre otras. DeMille pudo, además, repetir, poco más de tres décadas después, “Los diez mandamientos” (1956). Estos filmes fueron en su época “superproducciones”, cuestionadas por su alto costo, y por quienes fueron sus protagonistas. De la misma especie es “Éxodo: Dioses y reyes”, del maestro inglés Ridley Scott, quien dedica el filme a la memoria de su hermano y compañero de aventuras fílmicas, Tony Scott.

Moisés, el mito

Hemos comentado en otras ocasiones que el cine se nutre de la mitología, y que cada cierto tiempo se actualizan sus personajes. Hace poco se estrenó “Noé” (Aronofsky, 2014), ahora es el turno de Moisés, quien encarna el mito fundacional del pueblo judío, liberado de su esclavitud en tierras egipcias.

El relato cuenta la historia del bebé, a quien para salvarlo de una muerte segura, su madre lo embarca en una canasta en aguas del río Nilo. Criado por una princesa egipcia, Moisés crece bajo el favor del Faraón, al lado de Ramsés, su primo y heredero al trono. Fallecido su protector, se conoce el verdadero origen de Moisés, quien es enviado al exilio, desde donde regresa para convertirse en el líder que su pueblo esperaba para su liberación.

Lo nuevo

En términos generales se respeta la historia original, pero hay elementos que enriquecen el relato. El más relevante es la imagen y la relación con Dios. El guión hace un interesante aporte al relacionar una etapa de desarrollo primaria del pueblo judío con la imagen de la divinidad.

Así, en esta película, Dios es un niño, el cual elige a Moisés como su general, pero el antiguo príncipe discute de manera constante los planes de una divinidad vengativa y despiadada. Es una apuesta arriesgada, que de seguro provocará interrogantes en el espectador, acostumbrado al tradicional concepto paterno y sabio de lo divino.

Otra característica es la distancia que se toma entre el líder mágico religioso del texto original y el militar que se nos presenta. Aquí no hay milagros o prodigios, más bien existe en los personajes una constante tensión entre la razón y la superstición. Aspecto a destacar es el buen uso de la tecnología 3D, que enriquece la puesta en escena, sobre todo cuando se muestra la monumentalidad de las obras faraónicas.

 

Los intérpretes

Christian Bale y Joel Edgerton tienen respectivamente a su cargo los roles de protagonista y antagonista. El guión enfatiza la rivalidad entre los personajes, marcada por los celos, ante la preferencia por Moisés, primero del padre y luego por la divinidad. Bale logra convencer, sus mejores momentos se dan en los diálogos íntimos con Dios y con María Valverde, su esposa en el filme.

De su lado, Edgerton aporta lo suyo, en especial en los monólogos donde manifiesta sus temores. Inevitable es la comparación con Charlton Heston y Yul Brynner, en la película de DeMille de 1956, pero nostalgias aparte, ambos salen bien parados.

Pocos directores quedan de la talla de Scott, capaces de hacernos soñar tanto con futuros posibles como con la fantasía del pasado revivido. Si bien adaptado a los requerimientos de una industria implacable, no deja de manifestar su inconformidad, cuestionando de paso todo modelo preconcebido. Recomendable para quienes más allá de sus creencias gustan del buen cine.