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Cine

El drama social en “Dos días, una noche”

SANTO DOMINGO. Si bien es cierto que el actor protagonista es piedra angular de toda película, hay filmes en que esa premisa es llevada al extremo. Es el caso de esta co-producción europea que tiene como eje a la parisina Marion Cotillard, quien en el año 2007 obtuvo el premio Oscar a la Mejor Actriz por su papel en “La vie en rose”, donde interpretó nada menos que a la cantante Edith Piaf. Esta vez vuelve a ser nominada para el mismo premio y en la misma categoría; pero en un completo giro interpretativo, asume el rol de una joven belga depresiva, que lucha para que no la despidan del trabajo.

El conflicto

Sandra es obrera de una pequeña empresa que produce paneles solares. De licencia por enfermedad, espera su regreso al trabajo, pero días antes, el supervisor pone en jaque a sus compañeros, pidiéndoles optar por reintegrar a Sandra, o recibir un bono de mil euros. Con la ayuda de una de sus compañeras, Sandra logra que se realice una votación. Tiene dos días y una noche para tratar de convencer a sus colegas que renuncien al bono, y le permitan mantener el empleo. Recorre la ciudad buscando hablar con ellos, con algunos lo logra, otros la esquivan, alguno la agrede. Agobiada por la depresión, dependiente de los ansiolíticos, y con la autoestima por el suelo, sólo su familia cree en ella. Es madre de dos hijos pequeños y está casada con Manú, quien la apoya, y la estimula en todo momento.

La indagación social

El cine francés de ficción tiene una larga tradición en la indagación social. En la patria de la igualdad y la solidaridad, el cine muchas veces ha respondido a esos principios, por ello no es raro que una actriz de la categoría de Cotillard se interese por estos temas, más en estos tiempos en que el desempleo es el azote de los países con vocación progresista. Lo interesante aquí, desde el punto de vista de la construcción narrativa, es que el guión lleva al espectador por un recorrido por la Europa de la crisis del mileurismo. Son los barrios, las calles y las viviendas de la clase media baja los escenarios, son los obreros especializados los protagonistas, a quienes el sueldo no les alcanza, y deben tener otro trabajo para cubrir los gastos domésticos básicos.

La protagonista

Desprovista de todo glamour, sin maquillaje, y con escaso vestuario, Cotillard elabora un personaje casi detestable. La desazón es una constante, llora en la mayoría de las escenas, y conspira contra sí misma de modo patético. Sin embargo, va ganando confianza en la medida que encuentra la solidaridad de sus pares. Ciertamente la actriz camina sobre la cuerda floja, y hace equilibrismo dramático sin red de protección. De allí es que se puede entender su nominación al mayor de los premios de la industria.

La forma

No obstante la calidad interpretativa señalada, la forma narrativa elegida es reiterativa en extremo. Cansan los trayectos en bus y en carro, las caminatas buscando direcciones, y el espectador llega a sentir la necesidad de un control remoto en las manos para acelerar la acción. Sabido es que el cine de origen galo abunda en lo indicado, pero aquí se abusa de las transiciones sin efecto dramático verdadero. Podría argumentarse que ello es coherente con la dimensión social que aborda, pero como dice un refrán “es bueno el cilantro, pero no tanto”.

Recomendable para quienes gustan del cine con enfoque social, y en especial para las aspirantes a actrices.