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“Creemos su hijo no será pelotero”

Reportaje La liga La Javilla recurre a ayuda profesional de la gestión humana, y toma la decisión basada en un historial de desempeño

Carlos Batista y Jimmy Mojica llegaron a liga La Javilla recién dejados los pampers, con cinco años, y, tras más de una década allí, y calificar para el programa avanzado de desarrollo, en julio recibieron bonos de US$350 mil y US$250 mil de los Padres y Tigres, respectivamente.

A esa “finca” y a la misma edad llegaron Nomar Mazara, quien estuvo allí hasta los 14 años, y firmó por US$5 millones en 2011, Amed Rosario (US$1,7 millones en 2012), Ricardo Céspedes (US$800 mil en 2013) y Jeison Guzmán (US$1.5 millones en 2015) para llegar a 30 los reclutados en cinco años.

Sin embargo, de 60 jugadores de la entidad que cumplen 16 cada año, apenas seis califican para entrar a la JC Academy, la plataforma en la que tienen que trabajar entre 8:00 a.m. a 6:30 p.m. para ser pulidos y aumentar las opciones de fichar al profesionalismo. A los otros 54 hay que explicarles que no califican.

“Es un proceso un poquito molesto, porque muchos padres no aceptan esa opinión, donde uno tiene que determinar si el pelotero en sí va a llegar a ser profesional o va a pasar a un programa”, explica a DL John Carmona, presidente de La Javilla y JC Academy, que maneja una matrícula de 930 jugadores (6-17 años), y que ha logrado dar el paso de no sólo formar niños, sino de llevarlos al siguiente nivel.

Es un balde de agua fría a proyectos de años por el que apuestan familias, tan duro como para un departamento de gestión humana comunicar despidos.

La data que determina quién sí y quién no comienza a recolectarse desde que el niño se estrena, se le crea un perfil, se acumulan datos estadísticos por participaciones en competencias, prácticas, se realizan evaluaciones internas, se archivan vídeos, y se mide la evolución como jugador y condiciones atléticas.

A cargos de esas “incómodas” funciones está Rafael Castillo, un contador con maestría en sicología, que entiende que el tema se complica por unas expectativas sobredimensionadas de los padres, que obvian los valores del béisbol más allá del dinero.

“Es uno de los temas tabúes que ha vivido el béisbol en la República Dominicana, pero en la academia hemos realizado trabajos de formación basados en hacer una interrelación entre familia, peloteros y la academia. Tratamos de ir preparando a ese muchacho mentalmente en lo que pueda suceder en el futuro para cuando llega la hora decisiva de pasar o querer pasar al profesionalismo y se presentan algunos inconvenientes tratarlos de la manera más sencilla y llana de que ese muchacho lo entienda, sin herir sus sentimientos, irse a otra área que no sea el béisbol, como son los estudios”, explicó Castillo.

De lo gigante que es la muralla que hay que trepar para convertirse en pelotero es que la liga se pasa el año insistiendo en que la prioridad es estudiar, y que béisbol es una opción tan improbable como sacarse la lotería.

“Hay niños que son muy buenos hasta cierta edad, pero cuando van avanzando no tienen el talento para afrontar las siguientes categorías. Otros desarrollan esas habilidades más tarde”, explica Carmona, que muestra preocupación por el número de padres que sacan a los niños de la escuela diaria para concentrarlos en el béisbol. NPerez@diariolibre.com

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